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Reportaje:

Telefónica se pone a la defensiva

La operadora apuesta por el negocio tradicional y abandona la expansión geográfica y la diversificación

Ramón Muñoz

Telefónica retorna a sus orígenes. Tras más de cuatro años de apostar por la expansión geográfica y la diversificación en negocios como los medios de comunicación, la compañía ha decidido volver a su actividad tradicional de telefonía y al mercado de habla hispana. El saneamiento, que será ejecutado por el nuevo equipo directivo, incluirá una venta de activos no estratégicos.

Los analistas y las agencias de calificación exigían un mayor esfuerzo de realismo en las cuentas y medidas drásticas
La consigna de 'zapatero a tus zapatos' ha tenido una buena acogida en los mercados. La acción ha subido un 18,1% en dos días

El viernes día 26 de julio se cumplieron dos años del nombramiento de César Alierta como presidente de Telefónica. Dicen quienes le conocen que ese aniversario tiene una importancia que trasciende lo puramente sentimental, puesto que coincide con el plazo que se dio Alierta para introducir cambios en Tabacalera, la empresa que presidió antes de desembarcar en Telefónica.

Al margen de las coincidencias cabalísticas, Alierta ha adoptado la pasada semana la mayor reorganización en Telefónica desde que Juan Villalonga accediera a la presidencia de la operadora cuando se completó el proceso de privatización en 1997. En realidad, los cambios introducidos por Alierta van en dirección contraria a los planes de su antecesor. Villalonga, recogiendo las teorías de sus amigos estadounidenses (como Bernie Ebbers, ex presidente de WorldCom, la segunda telefónica de EE UU, actualmente en suspensión de pagos), no creía en el negocio tradicional de 'hablar por teléfono' como motor de crecimiento. Había que llenar la red con otras cosas, y se lanzó a una carrera de adquisiciones: la compra del portal Lycos por Terra por 13.000 millones de euros; Mediaways, la compañía de datos adquirida al grupo alemán Bertelsmann por 1.688 millones; la productora Endemol, por la que pagó más de 5.000 millones, o la del 5% de Pearson, editor de Financial Times, por la que desembolsó más de 600.

Además, montó un imperio mediático a golpe de talón que incluía Vía Digital, Onda Cero, Antena 3 y un conglomerado de medios (Telefé, Azul TV, Torneos y Competencias...) para convertirse en el segundo grupo de comunicación de Argentina tras Clarín.

No bastaba con ampliar las miras de negocio; había que expandirse también geográficamente. Brasil fue el primer objetivo, aunque se trataba de un mercado natural, el latinoamericano. Pero el plan preveía también el desembarco en mercados extraños, como Alemania, Italia, Suiza, Austria e incluso los países del Este. 'Parecía que nos íbamos a comer el mundo. De hecho, Bangemann [el ex comisario europeo fichado por la operadora] se pasaba el día haciendo informes sobre las grandes oportunidades de negocio... ¡en el mercado asiático!', dice un alto ejecutivo relegado en los tiempos de Villalonga y hoy rehabilitado.

El consejo de administración de la pasada semana dio por finalizada esa etapa, anunciando la congelación de todos los proyectos europeos de telefonía móvil de tercera generación (UMTS), en cuyas licencias gastó más de 6.000 millones de euros.

Alierta ya sopesaba desde hace más de un año la necesidad de dar un giro radical a la estrategia de la compañía. Y de hecho tomó algunas decisiones en ese sentido, como la reordenación el pasado mes de enero de la filial de medios, con la sustitución de todos los altos cargos de Admira, que ha sido una sangría permanente de fondos.

No obstante, lo que decidió a Alierta a tomar una determinación más rápida fue la II Conferencia de Sevilla, un acontecimiento que reunió a más de 300 analistas y representantes de fondos de inversión de todo el mundo para explicarles las cuentas de 2001 y los planes futuros, que no tuvo el efecto que deseaba la compañía, porque los analistas interpretaron que el mensaje lanzado era demasiado tibio. Se hablaba de desinversiones selectivas en algunos negocios, pero sin ninguna concreción, y de ajuste de gastos en el UMTS europeo, pero evitando la palabra congelación. El nerviosismo por la mala acogida de los analistas hizo incluso que se filtrara la intención de volver al pago de dividendos, pese a que en la rueda de prensa se había negado tal posibilidad.

Cambio de discurso

De hecho, Telefónica fue una de las pocas operadoras que mantvo el discurso de que seguía en beneficios (2.106 millones de euros en 2001), frente a las perdidas multimillonarias de sus rivales europeas, que decidieron incluir en sus cuentas provisiones por depreciación.

Pese a ese optimismo oficial, la acción no levantaba cabeza y, tras una recuperación en el primer trimestre del año, caía en picado para rozar los mínimos de septiembre del año pasado. Se propagó el rumor interesado de que si la acción bajaba de ocho euros, a Alierta no le quedaría más remedio que dimitir. El rumor resultó ser falso (la acción rebajó ese límite durante la sesión del 26 de junio), pero la preocupación crecía.

Los analistas y, lo que es más importante, las agencias de calificación exigían un mayor esfuerzo de realismo en las cuentas y medidas drásticas. Al final se dio luz verde al departamento financiero para que, aprovechando la presentación de cuentas de 2001 ante la Securities and Exchange Commission (SEC), la máxima autoridad supervisora de los mercados en EE UU, se hiciera un balance más real de los activos de la compañía. Ese balance arrojó unas pérdidas de 7.182 millones de euros, tras una depreciación de 8.452 millones que incluía el reconocimiento de que tanto Endemol como Lycos valían ahora menos de una quinta parte de lo que se pagó por ellas en su día.

La trascendencia que se concedió a esa revelación impulsó a Alierta a dar una vuelta de tuerca para hacer más 'objetivas' las cuentas e incluir de golpe en los resultados semestrales en España la pérdida de valor de las licencias de UMTS en Europa o los riesgos en Latinoamérica.

No fue fácil. Durante la primera quincena de este mes, en la compañía no se tenía claro si ofrecer los resultados antes de las vacaciones o esperar a finales de agosto o comienzos de septiembre, como ha sido tradicional en otros años. Además, al tratarse de las cuentas oficiales en España, si finalmente se optaba por incluir las provisiones, había que pactar con BBVA y La Caixa, los principales accionistas de la operadora, para que, éstos a su vez, repercutieran el impacto negativo en sus cuentas semestrales. Esa indecisión es tal que aún cuelga de la web oficial de la compañía el anuncio de que los resultados se facilitarán el próximo 30 de julio. No se cumplió la previsión porque, en ese difícil encaje de bolillos, no contaron con que Sonera, la operadora finlandesa socia de Telefónica en los consorcios de UMTS de Alemania e Italia, presentaba resultados el jueves, día 25, y en los mismos iba a anunciar la congelación de ambos proyectos con las correspondientes provisiones.

Así que los responsables de Telefónica, una vez informados (y convencidos) sus accionistas y de acuerdo con Sonera, decide aprovechar el consejo de administración del miércoles, día 24, el último antes de las vacaciones, para anunciar oficialmente la congelación de los proyectos de UMTS, unas provisiones de 6.552 millones de euros, y unas pérdidas de 5.574 millones, las mayores presentadas jamás por una empresa española.

Para dar ese paso se contó también con el asesoramiento de varias firmas de inversión, que habían pronosticado que tendría un efecto positivo para la acción. Pero los máximos representantes de Telefónica no las tenían todas consigo. 'Fueron dos horas muy difíciles', dice un ejecutivo refiriéndose al periodo que medió entre el cierre de la Bolsa española -donde la acción cayó el miércoles el 4,6%- y la presentación pública de resultados. Al final, Wall Street, tras tener suspendida la cotización durante dos horas, refrendó la decisión con un alza del 18% y todos en la compañía respiraron más tranquilos.

Desinversiones

Pero los planes de Alierta no se quedan en un simple repliegue (la inversión se va a recortar este año en más de un 30% hasta los 5.000 millones de euros). Se pretende que esa vuelta a los cuarteles de invierno sea lo más rentable posible. La prioridad es encontrar acomodo para las licencias de UMTS de Alemania e Italia. La venta de las mismas es hoy casi imposible, pero se confía en que la Comisión Europea suavice la legislación para alquilar o vender las frecuencias ganadas en la subasta.

Tampoco se considera 'estratégico' Mediaways, la compañía de datos e Internet adquirida a Bertelsmann hace dos años, que se ha depreciado en casi 1.800 millones de euros, causando pérdidas multimillonarias a la filial de Data. Sin embargo, cualquier operación sobre esta empresa está pendiente de resolver la incógnita sobre si Bertelsmann cumple el compromiso de invertir 1.000 millones de euros.

Otra de las filiales que puede adelgazar notablemente su organigrama es Terra. La idea es devolver a las respectivas filiales los negocios que no tengan que ver estrictamente con Internet como el acceso por ADSL. Incluso se plantea algún tipo de desinversión en Lycos, en EE UU, y en la filial europea, cuya propiedad comparte con Bertelsmann.

Las desinversiones serán también importantes en medios de comunicación. En la conferencia con analistas del pasado jueves, Alierta, por primera vez, no consideró intocable ninguna participación (incluyendo las de Antena 3 y Endemol) 'porque no es necesario tener el control absoluto de la compañía para asegurarse los contenidos'. La venta de los medios argentinos se da por segura, aunque con fuertes pérdidas.

La consigna de 'zapatero a tus zapatos' ha tenido hasta el momento un buen reflejo en los mercados. La acción de Telefónica se ha revalorizado un 18,1% en dos días. Pero el futuro de Telefónica no está exento de peligros. La evolución del negocio en Brasil y de la crisis argentina siembran aún muchas dudas sobre las cuentas de la operadora.

De izquierda a derecha, Fernando Abril-Martorell, consejero delegado de Telefónica, y César Alierta, presidente de la compañía.
De izquierda a derecha, Fernando Abril-Martorell, consejero delegado de Telefónica, y César Alierta, presidente de la compañía.GORKA LEJARCEGI

Las mismas caras, pero un nuevo equilibrio de poder

Alierta ha dado un vuelco al equipo directivo para afrontar sus planes. En realidad, no hay ninguna cara nueva, pero el equilibrio de poder ha variado. El consejero delegado, Fernando Abril-Martorell, sale reforzado (desmintiendo los rumores sobre disensiones con Alierta) al asumir expresamente la responsabilidad de todas las áreas de negocio, salvo la de los medios de comunicación, que se reparten Luis Abril y Pedro Antonio Martín Marín, reportando directamente, pero por separado, a Alierta. Otro de los pivotes de la compañía será Luis Lada, que deja la dirección de Móviles para asumir el área regulatoria, precisamente en un momento en el que la compañía quiere consolidar su negocio de telefonía fija en España, tiene que negociar el nuevo régimen de tarifas y enfrentarse a los conflictos regulatorios. En el organigrama, Luis Abril queda alejado del poder, a juzgar por las expectativas que se habían creado. No entra en el reducido comité de dirección de siete miembros (en contra de las noticias publicadas por varios medios el pasado mes de junio) y deja su cargo de secretario general de la presidencia, aunque le encomiendan marketing, un área muy poderosa si se considera que Telefónica es, con mucha diferencia, la compañía que más gasta en publicidad. El portugués Antonio Viana-Baptista es el nuevo hombre fuerte de Móviles, donde la prioridad es ahora consolidar el negocio en Brasil gracias al acuerdo con Portugal Telecom. A José María Álvarez Pallete, hasta ahora director financiero, se le encomienda poner orden en las cuentas de la filial internacional, con Argentina y Brasil sometidos a un constante vaivén.

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Sobre la firma

Ramón Muñoz
Es periodista de la sección de Economía, especializado en Telecomunicaciones y Transporte. Ha desarrollado su carrera en varios medios como Europa Press, El Mundo y ahora EL PAÍS. Es también autor del libro 'España, destino Tercer Mundo'.

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