El cuerpo estaba decapitado
El 2 de agosto de 1999, cuatro albaneses secuestraron al marido de Olivera Budimir en Pristina,capital de Kosovo. 'Lo peor fue cuando me dijeron que había desaparecido. Fueron tres meses de terrible sufrimiento, me dolía toda la piel', asegura su mujer. Desde entonces Budimir ha librado una dolorosa batalla por saber qué ha sido de su marido y está a punto de ganarla. Sólo le queda esperar los resultados de las pruebas de ADN para certificar que uno de los cuerpos que exhumaron hace dos años en Dragodan, Pristina, donde fueron a parar los cadáveres que la Kfor (fuerza internacional de paz para Kosovo) encontró desperdigados, es el de su marido.
Pero el camino no ha sido fácil, a pesar de que Budimir tenía toda la información de las piezas dentales de su marido, lo que hubiera estrechado el cerco de forma definitiva en la identificación. Budimir no esperaba lo peor: el cuerpo estaba decapitado, la cabeza había desaparecido y sus manos, arrancadas de cuajo, yacían en una bolsa de plástico junto al cadáver. Ahora sólo la prueba de ADN puede aportarle la seguridad de que ése es el cuerpo de su marido y de que ha muerto.
Como muchos familiares de desaparecidos, Budimir se mueve entre la necesidad de acabar con la incertidumbre y el deseo de no saber. 'Lo peor va a ser cuando lleguen los restos, entonces ya no habrá más dudas y habrá que aceptar que está muerto', asegura. 'Creemos que estamos preparados para lo peor, pero nuestra mente no lo está', confiesa.
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