Rossi aprende a sufrir
El italiano vence al aprovecharse de la caída de Barros y Jacque
Podría decirse aquello de que a Valentino Rossi le acompañó ayer la suerte de los campeones en el Gran Premio de Alemania, una memez que para estos asuntos viene al pelo. Porque el italiano se encontró con una victoria que, a falta de tres vueltas para el final, no era suya. Era, quizá, de Olivier Jacque; o de Álex Barros, que ellos eran quienes mandaban a esas alturas de la carrera. Pero en una curva el brasileño intentó adelantar al francés, la moto le hizo un extraño, perdió su control, chocó contra Jacque y los dos pilotos se fueron al suelo. Pasaba Rossi por allí y suya fue la victoria, la octava que consigue en las nueve pruebas disputadas.
Sí, encajaría bien en la historia eso de la suerte de los campeones si no fuera porque el individuo del que se habla, Rossi, ya había sido capaz en un momento anterior de adelantar a sus dos oponentes. Y no parece descabellado pensar que en esas tres vueltas que quedaban le hubiera dado tiempo a repetir proeza, sobre todo si se tiene en cuenta que, en ese rato, el campeón del mundo que fue, y que volverá a ser de aquí a unas semanas, batió el récord del circuito de Sachsenring.
Sufrió Rossi, cierto, y eso ya es noticia. Porque en la carrera se colaron dos intrusos, los citados Barros y Jacque, héroes inesperados de la prueba con sus motos de dos tiempos. Desde el primer instante se pusieron en cabeza, junto a Max Biaggi, y Rossi hizo el primer giro en octava posición. Se vio obligado a remontar y lo hizo como acostumbra, a lo bestia. En la novena vuelta el italiano superó a Biaggi y se colocó tercero. Aguantaron Barros y Jacque porque en el circuito alemán, de rectas muy cortas, se reducen sensiblemente las diferencias entre las máquinas. Por eso ayer estuvo más cerca que nunca la primera victoria de una moto de dos tiempos, que a la postre no llegó.
Y fue así porque Barros hizo aquella maniobra tan arriesgada, se pegó el tortazo y por el mismo precio se llevó por delante a Jacque, dejando el camino expedito a un Rossi cuyo mayor mérito, queno es poco, fue no dejar escapar nunca a esos dos sorprendentes rivales. Una vez conquistada la cabeza, Rossi aceleró aún más, batió el récord de velocidad del circuito y voló hacia su octava victoria, la séptima consecutiva. Tras él entró en la meta Biaggi, que esta vez no tuvo que ver cómo su gran rival fuera del asfalto se sentaba de lado en su moto, lo que sí había hecho Rossi en el gran premio anterior provocando la indignación de un Biaggi que no soporta las excentricidades de su compatriota, de un Rossi que cuenta los días que le quedan para lograr su segundo título en la máxima categoría del motociclismo mundial, ésa en la que gobierna con mano firme y en la que logra victorias incluso en los peores días. El de ayer fue uno de ellos, pero a la postre, con suerte o sin ella, el vencedor fue el de siempre, para desesperación de unos rivales que demuestran no tener la más remota idea de cómo derrotar al señor Rossi.
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