Clavo ardiendo
Noventa días de distensión. Es lo que Anasagasti, portavoz del PNV, 'ofrecía' al gobierno en la sesión anual de control a la gestión del gobierno del pasado lunes 15. ¿Noventa días de distensión? Suena solemne y suena, al mismo tiempo, trivial (¿emplearemos ahora acaso la terminología de la Guerra Fría para referirnos al desencuentro entre el gobierno de Ibarretxe y el de Aznar?); en la misma línea de frivolidad política practicada por el PNV de un tiempo aquí. Pero, ¿puede sonar en cierto modo también alentador? Resulta muy dudoso. Resulta más que dudoso en este país que empieza a olvidar ya lo que significan las palabras esperanza y futuro. Claro que es justamente en esos momentos cuando tendemos a agarrarnos a un clavo ardiendo.
¿Cabe algún aliento para este rincón de Europa, maltratado y tediosamente reiterativo en su vida pública? ¿Cabe alguna esperanza de marcar una línea de acuerdo por la libertad? Habría que comenzar por tomar en serio al señor Anasagasti cuando 'apostaba' por tres síes al diálogo, a la colaboración y la comunicación 'entre demócratas' (esto lo dijo el portavoz del PNV en varias ocasiones; lejos de aquel 'entre todos' de Ibarretxe), y tres noes a la incomunicación, a la amenaza y al enfrentamiento. Habría que tomarle en serio. Y resulta extremadamente difícil cuando, de modo más solemne, el Gobierno Vasco a impuesto un 'ultimátum' (de nuevo ese lenguaje) en el Parlamento Vasco con el tema de las transferencias.
Iñaki Anasagasti estuvo, como poco, impúdico en la primera parte de su intervención cuando acusó al PP de romper el consenso de la transición, de imponer su mayoría, de ser sectario en los nombramientos institucionales y de manipular sus propios medios -hasta el punto de hablar de prácticas autoritarias en el Parlamento español-. ¿Puede hablar así un representante del PNV? Olvidemos, por un instante la opresión añadida que para el paisito supone la existencia de ETA. ¿Acaso no ha sido el Gobierno Vasco y el PNV quienes han roto reiteradamente el consenso que supuso el Estatuto de Gernika -ciertamente, no culminado-? Lizarra, el actual 'ultimátum' son tan sólo la punta de iceberg. ¿Quién impone su precaria mayoría en el Parlamento Vasco en temas esenciales sino el Gobierno Vasco? ¿Quién copa las instituciones esenciales de Euskadi? ¿Quién manipula ETB hasta lo grotesco? En fin, pongamos que son los excesos verbales que se permiten también muchos otros y que tanto desprestigian a la política. (Llegó a hablar de 'rapiña internacional' en un momento de acaloramiento.) Luego continuó con temas del gusto del nacionalismo vasco como el de los 'tertulianos', el acoso al PNV, y otros reproches al 'gobierno de Madrid'. Y finalmente, el conocido diagnóstico del PNV sobre el final de la violencia.
El presidente Aznar fue exacto al decir que el verdadero problema del País Vasco es la libertad misma. (¿Con qué garantías democráticas van a celebrarse las próximas municipales cuando existe una real amenaza de muerte sobre los concejales de dos de los grandes partidos del país?). Cuando dijo que debe avanzarse en un programa de defensa de la democracia. (No sé si por la vía de la actual Ley de Partidos, demasiado objetable; pero sí, desde luego, por la vía penal.) Y cuando dijo que lo único que ahora cabe exigir al PNV es un acuerdo 'al cien por cien' en la lucha contra el terror.
¿Una propuesta de diálogo y distensión entre demócratas, tal como proponía Anasagasti? Probablemente el Gobierno Vasco querría imponer, en ese supuesto, su agenda de conversaciones (como hizo irresponsablemente en la negociación del Concierto). Con el 'ultimátum' por medio, el asunto resulta por demás peliagudo. Sin embargo, la razón no es suficiente en política. Cuentan también las maneras. El PP está siendo rocoso y terriblemente rígido en su trato con el PNV (no se explica su ausencia en la mesa de Arkaute y su negativa a encuentros bilaterales públicos o discretos). Por lo demás, hay síntomas de desacuerdo en el seno del PNV con respecto al acelerón en la agenda promovido por Ibarretxe.
¿Cabe aceptar ese guante por el diálogo lanzado por el PNV en el Parlamento español? ¿Cabe tomar en serio al señor Anasagasti? Uno quisiera responder afirmativamente aunque, de momento, sólo se atreve con la duda razonable.
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