Yevgueni Panfílov, coreógrafo
El enfant terrible del ballet ruso, Yevgueni Panfílov, murió asesinado en su apartamento de la ciudad de Perm. El cadáver de Panfílov fue encontrado con numerosas heridas de arma blanca. Del piso desaparecieron una serie de objetos de valor, pero la policía aún no tiene claro si realmente pereció a manos de unos ladrones o si todo no es más que un montaje para encubrir un asesinato premeditado.
Panfílov, famoso coreógrafo vanguardista, creó en 1994 la compañía El Ballet de los Gordos, y sus espectáculos estuvieron durante años entre los finalistas del prestigioso premio teatral ruso La Máscara de Oro. El año pasado ganó dicho premio con su ballet Mujeres. Año 1945. En ese espectáculo actuaban mujeres que Panfílov había encontrado literalmente en la calle y que logró hacerlas bailar como ya quisieran hacerlo algunos profesionales de la danza. Además de ese galardón, Panfílov es premio Estatal y laureado de numerosos concursos internacionales de coreografía.
Yevgueni Panfílov -'el genial cabeza rapada de Perm', como le llamaban- había nacido hace 46 años en un perdido distrito de la nórdica provincia de Arjánguelsk. Niño rebelde, en el noveno grado lo expulsaron de la escuela. En su aldea, donde vivió hasta los 19 años, ordeñaba las vacas y esperaba que lo llamaran a filas. Una vez cumplido el servicio en el Ejército, ingresó en una escuela militar, de la que también fue expulsado. Entonces se mudó a Perm, capital siberiana de la danza que ha dado grandes bailarinas. Allí ingresó en el Instituto de Cultura y a principios de los años ochenta montó su primer ballet. Después continuó sus estudios en el departamento de ballet del Instituto de Arte Teatral de Moscú y en el American Dance Festival de EE UU.
Fue uno de los primeros en crear una compañía de danza moderna en la época soviética y en 1987 abrió el primer teatro de ballet privado de Rusia. En sus ballets Pánfilov combinaba diversos estilos de danza: clásica, jazz, moderna, folclórica. Hasta el último momento de su vida, Panfílov continuó epatando a la sociedad rusa, poniendo, en palabras de un crítico, un espejo ante un mundo en el que el absurdo y el mal gusto habían triunfado.-
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