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Crónica:TOUR 2002 | Octava etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

¿Armstrong o Superarmstrong?

Muy relajado, el estadounidense se prepara para la contrarreloj de hoy tras la irrelevante etapa de ayer

Carlos Arribas

En la puerta del autobús, antiguo y ruidoso, todo hay que decirlo, atento, vigilante, está Erwin Bayarta. Nombre alemán, apellido hispano, rasgos filipinos, sonrisa inescrutable. Es un hombre con una misión y una historia. Es guardaespaldas diplomado. Está allí, a la puerta del autobús azul y plata que dice US Postal para vigilar que ningún peligro se acerque, que no haya un loco con una pistola ni un admirador con un cuchillo, que son los miedos de los deportistas modernos, de los ídolos de masas. Erwin Bayarta, musculoso y elástico, cuerpo bien marcado bajo el niki, no es un hombre cualquiera. Ha desembarcado en Francia, en el Tour, directamente llegado desde Austin (Tejas), como Armstrong antes que él. Llegó envuelto en papel de regalo en un paquete remitido por George W. Bush, presidente de Estados Unidos y más orgulloso texano aún que Lance Armstrong. Bayarta era su especialista preferido, el hombre que, en plan Clint Eastwood en En la línea de fuego, corría al lado de su limusina, paso atlético, mirada atenta, sentidos despiertos, en sus recorridos populares por medio estado cuando era gobernador. Después trabajó en la campaña presidencial, y luego se retiró a descansar. Ahora disfruta. 'Esto es un trabajo bonito', dice. 'Aquí no hay problemas'. Es el Tour de Armstrong.

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Vigila a cuenta de Lance Armstrong, que es tejano pero no viaja en limusina, que lo hace en bicicleta. Baja Armstrong del autobús, se sube en la bici y allí va Bayarta, paso atlético, marcha, al trote, a su lado, sin jadear, sin sonreír, tenso y relajado a la vez. Preparado. Lo deja en el pelotón, bien arropado, y se vuelve al autobús. Llega a la meta antes que su protegido y allí le espera. Bayarta también está a la puerta de la sala del hotel Ibis, típico pabellón en un cruce de autopistas, cerca de Avranches. Un dos estrellas funcional (y tanto) para el americano y todo su equipo (y también el ONCE-Eroski duerme allí). Una docena de periodistas, convocados por el favorito, se congregan. Bayarta abre la puerta, mira a la cara a los periodistas, memoriza sus rasgos, sus gestos, controla. Se sientan todos y Armstrong también, a horcajadas sobre una silla, en un corro, como si fuera a dar una charla, como si fuera a contar un chiste. Él también mira a los periodistas a la cara, ya los conoce, pero le gusta recordarlos, controlar en qué medio escriben, estudiar sus reacciones.

Sus palabras no importan tanto como sus gestos, como la forma en que entona, como la forma en que mira, se ríe, se levanta o se calla, teatral, dramáticamente, varios segundos. Es la ceremonia la que tiene valor, la que indica lo a gusto que está en el Tour, lo bien que se lo pasa, lo contento que está de manejar todas (o casi) las claves de la carrera. Acaba de perder 27s en un incidente insólito en su carrera e inesperado, está en vísperas de una contrarreloj en la que deberá afirmar su superioridad, y está como Bayarta, concentrado, intenso, pero relajado. Es también un comunicador, además de todo lo que es, ciclista, campeón, casi dios, Superarmstrong, que se dice.

Un ejemplo. Le pregunta un periodista español sobre un tema español. Miren ustedes cómo actúa Armstrong, que vive en Gerona medio año y ha aprendido español porque le gusta. 'Ah, un español, estos que siempre están igual, que Manolo dice, que Armstrong dice, zas, zas, zas (dándose puñetazos, una mano contra otra)... Manolo, Armstrong, ja, ja, ja'. (Aplausos de la concurrencia).

Armstrong se hace el despreocupado, distante casi, y entre tópico y tópico sigue actuando. Algunos tópicos, a su estilo: que si Manolo dice una cosa, que no va a defender el liderato, y luego en el pelotón ves que hace otra, que sí que trabaja su equipo todo el tiempo, que ya le ha dicho Bruyneel que Manolo es así, que ya estuvo en la ONCE en su tiempo; que si hubiera estado Ullrich habría estado aún más a gusto, que su equipo el Telekom trabaja y no se queja, y no como otros; que si Igor va a estar muy fuerte en la contrarreloj, pero también Botero, cuidado con él, que si no fuera tan irregular ganaría el Tour, que es muy fuerte Botero. Y así. Y otra actuación. ¿Pero los rivales son todos españoles?, le preguntan. Y él dice que no, pero no se acuerda de ningún nombre, y pide una hoja de dorsales para guiarse. ¿Y Botero?, intenta ayudarle uno. 'Pero Botero es también español', dice. .Y sigue buscando. Y le sale algún nombre, pero es como si estuviera en un restaurante ruso ante un menú que apenas entiende y dice nombres que le suenan algo: Rumsas, que estuvo muy bien en la Bicicleta Vasca, y los dos americanos, Leipheimer y Hamilton, y ¿Frigo?, psss, y Kivilev. Y, ya como si fuera el postre, Menchov.

Y un resumen: 'Este Tour es bastante más relajado que el de 2001, y la carrera, excepto hoy está muy tranquila, quizás hasta aburrida'.

Tres corredores del ONCE, Igor González de Galdeano, Jaksche y Serrano preceden a Armstrong en la etapa de ayer.
Tres corredores del ONCE, Igor González de Galdeano, Jaksche y Serrano preceden a Armstrong en la etapa de ayer.AP

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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