Corazón roto
Hoy se me ha roto el corazón. Tuve que pasar obligatoriamente por delante de los famosos jardines del Canal (Bravo Murillo), cosa que intento evitar desde que tuve conocimiento de la decisión de exterminar, dejémonos ya de emplear términos eufemísticos, a los emblemáticos gatos que desde hace lustros tienen allí su morada. ¡Qué lástima no haber tenido una cámara fotográfica en esos momentos para recoger la escena! Una preciosa criatura felina estaba (ironías del destino) al lado de uno de los nuevos carteles que prohíben alimentar a los gatos.
Al pasar al lado de la valla se acercó a mí creyendo, supongo que por instinto o por costumbre, que le iba a dar de comer. El animal no estaba tan enfermo como dicen que lo están la mayoría de los integrantes de la colonia felina, pero sí estaba muerto de hambre, puesto que no paraba de maullar y de seguirme, incluso le acaricié y me lamió, pero como en ese momento no llevaba nada que le pudiese dar, tuve que marcharme con gran pena. Si por un casual tengo que pasar por allí de nuevo y veo otro animalito (todavía quedan gatos por esos lares, ¿qué va a pasar con ellos?), no dudaré en echarle de comer. Prometo no echar papel de aluminio, ni latas, ni nada que pueda ensuciar el entorno, y luego, que me juzguen y multen por haber realizado una labor tan 'animalaria'.
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