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Columna
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Ruiz-Gallardón

¡Sorpresa, sorpresa! Tres años de rumores y especulaciones concluyeron el lunes pasado con un anuncio que descolocó a la clase política madrileña. Alberto Ruiz-Gallardón será el candidato del Partido Popular a la alcaldía de Madrid. La noticia dejaba boquiabierto al personal porque nadie contaba con esa posibilidad, toda vez que el presidente regional ya había hecho el gasto de desdecirse y no mantener el compromiso público de limitar a dos legislaturas su mandato al frente de la Comunidad.

Tragado ese enorme y viscoso sapo, parecía impensable que tuviera otro destino inmediato que el de concurrir a las elecciones autonómicas. Algo muy malo debieron ver en las encuestas los adivinos de Génova para pedir a Ruiz-Gallardón que redima definitivamente sus veleidades de antaño acudiendo en auxilio del partido para salvar la 'joya de la corona'. No cabe duda de que la elección de Trinidad Jiménez como candidata del PSOE a la Casa de la Villa fue un acierto pleno de José Luis Rodríguez Zapatero. Aunque inexperta en las cosas de Madrid y desconocida para el gran público, su buena imagen y decidido empeño de meterse en faena ha logrado ilusionar en tiempo récord a un sector importante del electorado. Está claro que los sondeos manejados por el Partido Popular lo han detectado, haciendo saltar las alarmas. Ganar la batalla de Madrid es un paso estratégico para tomar las riendas del Estado y Aznar no quiere arriesgar la plaza. En las pasadas elecciones municipales y autonómicas, Ruiz-Gallardón obtuvo en Madrid capital un 8% más de votos que los cosechados por Álvarez del Manzano, un porcentaje que podría resultar decisivo si la competición va tan ajustada como reflejan los sondeos.

Por si fuera poco, en estos últimos tres años el gobierno popular del Ayuntamiento de Madrid ha sufrido un considerable desgaste, consecuencia en gran medida de su desastrosa política de comunicación. El equipo municipal apenas ha conseguido vender su logros a la ciudadanía. El caso más insólito es el de las obras, que, lejos de engrosar el capítulo de méritos como cualquier administración, aquí se han vuelto en su contra por no saber transmitir para qué servían tantas molestias.

Justo lo contrario del Gobierno regional, cuyas obras del metro pusieron la ciudad patas arriba sin provocar el rechazo de la opinión pública. Cada fase del proyecto de ampliación era exhaustivamente explicada y publicitada para que en ningún momento la gente tuviera la sensación de estar sufriendo una obra inútil. Ahora, todo ese capital cosechado en el Ejecutivo autonómico lo gastará el PP en el Ayuntamiento con el objeto de asegurarse la posición.

Es evidente que Ruiz-Gallardón es a priori el candidato más potente en Madrid lo que complicará sobremanera las pretensiones socialistas de reconquistar la alcaldía. No obstante, y aunque para Trinidad Jiménez tener enfrente al actual presidente regional no es una buena noticia, haber forzado a los populares a ponerle ahí constituye un triunfo que la consolida. El cambio beneficia además a su compañero en la candidatura a la Comunidad de Madrid, Rafael Simancas. Viniendo de nuevas y con Ruiz-Gallardón enfrente nadie daba un duro por sus posibilidades de conquistar la Puerta del Sol, y ahora el asunto está mucho más abierto. Sabedor de lo importante que era ganar votos en los municipios industriales del llamado cinturón rojo, el presidente de Madrid siempre se esforzó en proyectar una imagen progresista de sí mismo. Lo hizo hasta el extremo de provocar, en ocasiones, el enfrentamiento con el gobierno de Álvarez del Manzano para obtener los réditos de la tensión con un ejecutivo de marcado carácter conservador. Ese plus de votos cosechados entre el electorado de centro-izquierda no le será fácil revalidarlo a una mujer con el corte tatcheriano de Esperanza Aguirre. La actual presidenta del Senado habrá de realizar una exhibición de cintura política propia de un contorsionista y aprovechar en lo posible el rebufo de Alberto Ruiz-Gallardón.

Ésa será la estrategia del PP frente a unos candidatos socialistas bastante más crecidos de lo que cabía imaginar hace tan sólo tres meses. Vuelve así la emoción a la política en Madrid.

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