El Barça está espantado
No es nuevo que al Barça siempre le ha gustado poner letra pequeña a los contratos hasta convertirlos en indescifrables. Ocurrió con el de Ronaldo y el de Anderson, por poner dos casos, y hasta con el de Bogarde, del que Núñez no quiso dar pistas 'porque ustedes, los periodistas, no lo entenderían'. Más de un futbolista ha confesado su temor a que le estuvieran tendiendo una trampa cuando le invitaban a firmar un acuerdo que por escrito no se correspondía para nada con lo hablado. Todavía hoy se discute sobre la retranca que tiene el contrato de Rivaldo y no se sabe muy bien qué dice el de Van Gaal. Pero ninguno ha levantado tantas sospechas como el de Riquelme, al que le han puesto tantas cláusulas que no admite otra lectura que la de Groucho Marx: 'La parte contratante de la primera parte será parte contratante de la segunda parte'.
El redactado expresa al fin y al cabo la contradicción en la que se mueve el Barcelona, que por una parte hace ver que Riquelme es el mejor jugador del mundo y se lanza a por él con cuanto dinero le queda en la caja, y por otra le trata como si fuera una moneda de cambio, de manera que a día de hoy no se sabe si la próxima temporada jugará en el Camp Nou ni cuando dejará de pertenecer del todo al Boca Juniors, por no decir que jamás será propiedad exclusiva del club azulgrana.
¿A qué viene fichar un jugador que el próximo año acaba contrato si se considera la posibilidad de cederlo ya mismo? La directiva ha hecho de nuevo el paripé. Atendiendo a un supuesto clamor popular, contrata a Riquelme con condiciones para no desairar al entrenador, que ha dicho que no le necesita. Gaspart se ha puesto a cubierto a cambio de dejar a Van Gaal a la intemperie, por mucho que el entrendor haya hecho poner en los papeles que se reserva el derecho de admitirle. Al técnico, se mire por donde se mire, le toca poner a Riquelme cada partido, ya sea en detrimento de Rivaldo o el sumsumcorda, o descartarle en la pretemporada, decisión que serviría sólo para tocarle el higadillo, una cosa fácil en un técnico que siempre pareció el más intransigente del mundo.
Un marrón que pone sobre la mesa el viejo debate de quién debe mandar en un club: si la directiva o el entrenador. Acostumbrado con Núñez a que su palabra era la misma que la del presidente, Van Gaal se encuentra ahora en que no piensa como Gaspart. La junta está convencida de que el fichaje de Riquelme es una ganga, que por lo demás le ha servido para correr un velo sobre una temporada insoportable, mientras que para el técnico es un mal negocio. Una y otra parte, eso sí, coinciden en una cosa: han puesto tantas cláusulas como han podido para limitar el miedo a equivocarse. Y a Riquelme no se le puede fichar a medias. El Barça está espantado.
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