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RELEVO EN LA GENERALITAT

El apoyo unánime a la apuesta continuista de la dirección del PP no oculta el malestar de fondo

Zaplana renovará la presidencia regional para proteger a Camps como secretario general

La profunda remodelación del Gobierno anunciada ayer por José María Aznar tiene tantas claves internas como externas al partido. Lo mismo que la precipitada respuesta de la junta directiva regional del PP valenciano al nombramiento de Eduardo Zaplana como ministro. La fachada continuista presentada ayer con los relevos acordados por la dirección regional del partido en territorio valenciano fue apoyada unánimemente y disipó algunos nervios, pero no ocultó la sensación de creciente malestar en el seno de la organización ante ciertos nombramientos de la dirección nacional.

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Francisco Álvarez-Cascos, ministro de Fomento, encarna una reivindicación que se extiende entre buen número de históricos militantes del partido ante la creciente influencia de los técnicos de encuestas, los gabinetes de comunicación y los expertos en mercadotecnia. El que fuera secretario general del PP durante 11 años exigió respeto a la organización en el último congreso nacional del partido y no ha dejado de reiterar esa exigencia desde entonces.

La precipitada respuesta de la dirección del PP valenciano a los cambios desencadenados por Aznar responde a un esquema que empieza a socavar la confianza de las bases en la organización.

Francisco Camps es uno de los más genuinos productos de la factoría Génova. Su trayectoria desde la vicesecretaría nacional de Nuevas Generaciones hasta el día de hoy ha estado directamente vinculada a los designios de sus superiores, pero nunca ha tenido tiempo de afianzar un equipo propio.

Los nervios entre buen número de cargos institucionales del PP valenciano a lo largo del día de ayer fueron notables. La posibilidad, descartada sólo a última hora, de que Rita Barberá fuera designada como presidenta de la Generalitat incluso con plazos acotados situó a muchos dirigentes del PP al borde del abismo. 'Yo sólo estoy aquí por mi relación personal con Zaplana', confesaba inquieto un alto cargo.

Los saludos, los chascarrillos y las sonrisas congeladas de muchos asistentes a la junta directiva regional quedaron sorprendentemente subrayados por el silencio sepulcral que se extendió en el vestíbulo del hotel de Valencia que albergó la reunión del partido cuando Gerardo Camps, secretario de Estado para la Seguridad Social, y Esteban González, portavoz en el Senado, pisaron la sala arropados por dos jóvenes diputados autonómicos.

La vieja guardia del partido guardó unos segundos de silencia ante la llegada de los jóvenes cachorros próximos al secreto que impera en la dirección nacional del PP.

La renuncia de José Luis Olivas a la secretaría general del PP en favor de Camps es un gesto forzado que el actual vicepresidente asume para ocupar la presidencia de la Generalitat durante unos meses.

Pero otros dirigentes históricos del partido difícilmente se plegarán a los designios de una organización que gira ajena a sus pronunciamientos.

Zaplana anunció que mantendrá el cargo de presidente regional y que lo revalidará en el próximo congreso regional de forma gratuita. Su presencia se hace imprescindible para mantener el equilibrio en la organización hasta que su heredero pueda afianzar su posición.

Francisco Camps cuenta con el evidente respaldo de la dirección nacional, pero todavía debe acreditar su capacidad de liderazgo y sacudirse la disciplinada vocación de servicio que ha demostrado durante años.

Rita Barberá, alcaldesa de Valencia, reiteró en público las alabanzas hacia Zaplana y todas las decisiones asumidas por la junta directiva del partido. Pero durante unas horas soñó con la posibilidad de ocupar la presidencia de la Generalitat con el aval de la dirección nacional del partido.

Zaplana logró detener ayer esa posibilidad, pero difícilmente podrá mantener el férreo control que ejerce sobre la organización regional desde un despacho de ministro en Madrid.

Carlos Fabra, presidente provincial del PP en Castellón, también se mostró complaciente hacia los acuerdos adoptados por la junta directiva regional. El correoso José Luis Olivas ha sabido mantener el tipo ante la independencia de criterio de Fabra, pero está por ver la capacidad de Camps para someterle a una nueva disciplina.

La ausencia de consideración hacia los órganos del partido regional a la hora de designar a las figuras emergentes en el seno de la organización genera un malestar que han sufrido ya ciertas agrupaciones locales y que se ha encargado de subrayar Álvarez-Cascos con el evidente aval de Manuel Fraga.

La presencia de Zaplana ha impedido que aflorara cualquier enfrentamiento en la Comunidad Valenciana hasta la fecha, pero su nuevo destino complica la tarea del joven dirigente llamado a sucederle al frente de la Generalitat en 2003.

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