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Crítica:PAT METHENY | JAZZ
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Especialista en todo

Tantas chispas estilísticas ha prendido Pat Metheny que corre el peligro de pasar a la historia más por lo que ha intentado que por lo que ha conseguido. Al frente de lo que llama oficialmente su 'grupo', ha procurado, por ejemplo, acercar volátiles aromas jazzísticos a un público que tiende a impacientarse cuando los contenidos de su música se vuelven más atrevidos de la cuenta.

En Conde Duque sólo sucedió dos o tres veces, lo que quiere decir que el resto de su largo concierto estuvo en la línea que todos esperaban: piezas bien conocidas de discos anteriores y temas extraídos del más reciente, Speaking of now (Warner), también basados en arreglos a menudo sobrecargados y, a veces, algo cargantes. Atmósferas, en suma, propias de terreno rústico industrializado de la noche a la mañana.

Pat Metheny Group

Pat Metheny (guitarras), Lyle Mays (teclados y guitarra), Steve Rodby (contrabajo y bajo eléctrico), Richard Bona (percusión, guitarra, voz y bajo eléctrico), Cuong Vu (trompeta, percusión, guitarra y voz) y Antonio Sánchez (batería). Patio Central de Conde Duque. Madrid. 1 de julio.

Así empezó Metheny, campestre y en solitario, con una guitarra acústica; a esa hora las golondrinas todavía revoloteaban sobre el patio de Conde Duque y la cosa resultó francamente bucólica. El cambio al instrumento eléctrico llevó después a un dúo bárbaro con su corajudo batería. Y de ahí, a la gloria. Aparecieron primero sus leales compañeros, Lyle Mays y Steve Rodby, y más tarde las nuevas incorporaciones, el camerunés Richard Bona y el vietnamita Cuong Vu, músicos todos polivalentes y preparadísimos. Cómo será de docto el nuevo grupo de Metheny, que el fenomenal batería mexicano Antonio Sánchez (el corajudo) es licenciado en piano clásico. Por lo visto, Metheny no quiere especialistas parciales a su lado.

Tampoco le gusta que su repertorio circule por vía única. A lo largo de las dos horas y media de actuación, convocó baladas plomizas junto a encendidas loas al fortissimo de vocación casi incidental. Pero Metheny suele reservarse algún gesto de espaldas a la galería, y en este caso lo hizo cuando atacó un formidable tema inequívocamente inspirado por Ornette Coleman, en el que Vu asumió el papel de un Don Cherry galáctico, y en otra telúrica descarga guitarrística de tonificante efecto catártico.

Metheny, como de costumbre, sacó de paseo guitarrillas del tamaño de un perrito pequinés y guitarrones que hubieran puesto en fuga a un tigre de Bengala, guitarras de esbeltez clásica y feas guitarras con muñones llenos de mandos. Con todas desplegó su virtuosismo infalible en forma de raudos automatismos que le bastaron para garantizar el éxtasis colectivo. Fue en esos trances aulladores cuando el público le vitoreó como a un gladiador invencible con carácter vitalicio.

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