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Columna
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Rechazo peligroso

Se veía venir. La situación de los inmigrantes encerrados en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla se tensa cada día más. Dicen los encerrados que ellos sólo son personas que quieren trabajar, no hacer política. Parece, sin embargo, que sí han querido hacer política con su desesperación, al menos eso temen los encerrados a los que nadie puede ofrecer una solución, es decir su regularización, milagrosa y masiva.

Los días pasan y cada vez parece más evidente que la aventura de los Cuatrocientos de la Olavide no acabará igual para todos. Dicen quienes se han detenido a observar la situación que en los últimos días, aunque la vigilancia policial del campus se mantiene como los primeros días del encierro, se detecta una cierta relajación que está evitando tensiones con los encerrados. Algunos han apuntado, vista la imposibilidad de una regularización masiva, que se baje definitivamente la guardia, que desaparezca la policía y que los encerrados vayan saliendo del a estas alturas cada vez más evidente callejón sin salida, o de muy difícil y arriesgada salida, en el que les han metido la desesperación propia y la, cada vez más evidente, demagogia ajena.

Parezca lo que parezca a quien opine lo contrario, seguramente sería la más humanitaria y la menos conflictiva de las decisiones. El encierro de la Olavide, más allá de lo concreto, insiste en la evidencia: el fenómeno de la inmigración se nos convierte en problema porque falta política. Más allá de insolidarias e imposibles propuestas de sanciones a los países de origen de los inmigrantes, que ni los abandonan por gusto ni cejarán en su empeño de buscar futuro allí donde crean que lo hay, más allá de una Ley de Extranjería dura y fuera de la realidad, hay que pensar políticas realistas.

Sí, pero también solidarias y de respeto a la libertad y los derechos humanos. El asunto no se zanja con medidas restrictivas a toda costa, con actitudes intransigentes que están contagiando a los ciudadanos y provocando un peligroso rechazo al extranjero. Corran los vientos que corran en la derechizada Europa.

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