'Cuando subimos al barco, no sabíamos si eran suicidas'
La fragata española 'Victoria', a la caza de terroristas de Al Qaeda en el Cuerno de África
'¡Limpio!', gritó el infante de marina a cargo de la ametralladora MG tras rastrear con los prismáticos la cubierta de la embarcación. El helicóptero SH-60 Sea King había sido autorizado a aproximarse a unas cuatro millas del buque, aunque quizá lo hizo más, reconoce el teniente de navío Antonio Benítez, para fotografiarlo mejor y comprobar que efectivamente era la pieza que estaban buscando.
A esa distancia se encontraban fuera del alcance de las armas cortas, pero no de un misil antiaéreo portátil. La adrenalina recordó a los cuatro tripulantes del helicóptero que era la primera situación de riesgo a la que se enfrentaban desde que zarparon de Rota, el pasado 24 de mayo. A través del sistema LAMPS, todos los datos captados por sus sensores podían ser analizados en tiempo real desde el centro de información y combate de la fragata Victoria, que aguardaba a unas 20 millas.
Los 211 tripulantes del barco fueron alertados de un posible ataque de hombres de Bin Laden
El mensaje remitido por el servicio de inteligencia de la Operación Libertad Duradera desde el cuartel general de la V Flota de EE UU en Bahrein era escueto y preciso: 'Un barco sospechoso de trasladar terroristas de Al Qaeda ha zarpado del puerto yemení de Shalala con rumbo a Bossasso, en Somalia'.
El helicóptero, que volaba en misión rutinaria, recibió el aviso y con ayuda de su radar, capaz de ver hasta 180 millas de distancia si la extrema humedad y calor del Cuerno de África no afectase a su eficacia, inició la cacería.
Hacia las 5 de la tarde del 15 de junio localizó un dhow, un carguero de madera de unas 300 toneladas, a casi 35 millas de las costas de Somalia. Al principio, los intentos por comunicarse con la embarcación fueron infructuosos, ya que llevaba la radio desconectada. Tampoco enarbolaba ninguna bandera.
La Victoria puso sus motores a plena máquina y, con una velocidad de hasta 29 nudos por hora, dio pronto alcance a una embarcación que apenas llegaba a los diez. El permiso de las autoridades españolas para proceder al abordaje fue en cambio mucho más lento. El capitán de la fragata, Fernando Zumalacárregui, llamó al almirante de la flota, quien se puso en contacto con el jefe de la Armada, que consultó al jefe del Estado Mayor de la Defensa y éste al ministro.
Finalmente, la Victoria fue autorizada a realizar un abordaje cooperativo; es decir, a inspeccionar el barco sólo si su capitán accedía voluntariamente. Pero cuando se pudo establecer comunicación con éste, mostró un pésimo dominio del inglés, pese a su nacionalidad india, o tal vez dejó pasar deliberadamente el tiempo, con respuestas confusas, hasta la caída del sol.
Durante toda la noche, la Victoria le siguió a unas 10 millas de distancia. A través de la megafonía, sus 211 tripulantes fueron puestos en alerta frente a un posible ataque terrorista. El mayor riesgo era que la presa se adentrase en las aguas jurisdiccionales de Somalia, lo que habría obligado a interrumpir la persecución. No sucedió así, aunque no se puede asegurar que no aprovechase la oscuridad para arrojar su carga por la borda.
A las seis de la mañana se produjo finalmente la inspección. Una lancha Rib, de casco semirrígido, trasladó a los 10 integrantes del llamado 'trozo de visita y registro'. Desde la cubierta de la fragata, tiradores de élite apuntaron sus rifles Accuracy de mira telescópica y la ametralladora Browning de 12,7 milímetros sobre la embarcación. 'Cuando subimos al barco, no sabíamos si nos enfrentábamos a terroristas suicidas que pretendían volarlo con nosotros dentro', reconoce el teniente de navío José Luis Escagedo, jefe de operaciones de la Victoria.
Los 12 hombres que viajaban a bordo, la mayoría somalíes, fueron agrupados en el castillo de la nave, a la vista de los francotiradores. El capitán parecía muy nervioso y explicó que el objetivo de su travesía era recoger reses muertas en Somalia para venderlas en Yemen. Por sorprendente que parezca, aseguró que los yemeníes le quitaban de las manos esta carne, trasladada durante tres días en un barco sin sistemas de refrigeración y a altísimas tempaturas. Los españoles desclavaron algunos tablones a la busca de compartimentos ocultos. Tomaron fotografías digitales de todos los tripulantes y, junto a su documentación personal, la remitieron al centro de inteligencia de la V Flota a través de un equipo de transmisión cifrada de voz y datos por satélite instalado en la Victoria poco antes de esta operación.
La respuesta tardó más de una hora en llegar. Al marinero Silva Zapata, que permaneció todo este tiempo en la lancha Rib, la espera se le hizo interminable. Finalmente, el cuartel general de Bahrein comunicó que el barco podía seguir su travesía sin problemas. La misión había terminado. Aparentemente sin éxito.
La fragata española fue la primera que inspeccionó un buque en el Cuerno de África. Al día siguiente, los alemanes abordaron otros dos barcos. Los seguidores de Bin Laden no viajaban en ninguno de ellos. La información pudo ser errónea o tal vez lograron burlar la vigilancia. Pero la malla de casi 60 barcos de la cual la fragata Victoria es sólo un nudo, se va espesando. Y cada vez resultará más difícil atravesarla.
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