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Reportaje:ARQUITECTURA

Postales desde Suiza

En la última exposición universal del siglo XX, la de Hannover 2000, Suiza celebró una fiesta ininterrumpida para los sentidos. Su pabellón, un laberinto geométrico diseñado por Peter Zumthor, ofrecía al tacto del visitante la textura cálida de los tablones de pino y alerce con que se construyó; embriagaba su pituitaria con olor a madera recién cortada, deleitaba sus oídos con melodías interpretadas en directo y finalmente halagaba su gusto con una cuidadosa selección gastronómica. Esta caja de esencias helvéticas, todos y cada uno de cuyos elementos, desde la arquitectura hasta la música, entraban en resonancia, fue una de las mayores atracciones de la expo alemana. Ahora el pequeño país alpino propone otra cita sensual y lúdica en su propio territorio: la Exposición Nacional Suiza 2002.

La naturaleza en Suiza está tan domesticada que todo el país es como un gran parque temático

La iniciativa tiene al parecer su origen en una cuestión de imagen. No es que haya dejado de funcionar el reclamo del idílico prado verde salpicado de casitas de cuento y vacas con cencerros relucientes, o que sus montañas nevadas hayan perdido atractivo para los esquiadores con posibles; se trata de que los suizos quieren ser valorados por algo más que la fondue, el chocolate o los relojes. Pero una cosa es sentir la necesidad de reinventarse y otra encontrar el modo de hacerlo. Con un apoyo más moral que económico por parte del Gobierno, organizar la Expo.02 ha sido una tarea titánica; por un lado resultó más difícil de lo esperado recabar el patrocinio privado, y por otro se tardó bastante en decidir en qué consistía el objetivo de 'mostrar Suiza como es'. Nombrada directora creativa del evento en 1997, la polémica videoartista Pipilotti Rist fue relevada de su cargo dos años más tarde; sus iniciativas, al principio consideradas con simpatía por su aire rupturista, acabaron por provocar irritación generalizada, sobre todo cuando se le ocurrió pedir la colaboración del Ejército para un desfile marcha atrás.

Tras este azaroso primer tramo de recorrido se inició una segunda y definitiva etapa, caracterizada por el pragmatismo, donde se afinaron los contenidos: habría menos provocación y más poesía. En cuatro emplazamientos distintos aunque próximos, situados en una zona fronteriza entre las Suizas francófona y germanoparlante conocida como la región de los tres lagos, la Expo.02 ha construido otras tantas arteplages o 'playas artísticas', unas plataformas de exposición a orillas del agua con arquitecturas oníricas que responden a distintas orientaciones temáticas (además hay un quinto elemento, una barcaza que se desplaza entre estos lugares, conocida como la arteplage del Jura). Los lemas elegidos son 'poder y libertad' para el recinto de la localidad de Biel, 'instante y eternidad' para el de Murten, 'naturaleza y artificio' para el de Neuchâtel y 'el universo y yo' para el de Yverdon-les Bains; como las arteplages, artefactos entre la tierra y el agua, los argumentos sugieren que todo tiene su contrario, que la identidad suiza está llena de matices.

Curiosamente, esta expo identitaria no ha recurrido al abundante talento arquitectónico nacional; ni a las rutilantes estrellas de Basilea y el resto de la suiza alemana, ni a las viejas glorias del Ticino, aunque Luigi Snozzi ha diseñado una pequeña plaza en Neuchâtel, donde la intervención más significativa ha corrido a cargo de un grupo local creado bajo el nombre de Multipack y disuelto tras la inauguración de su recinto. Los austriacos de Coop Himmelblau -entre cuyos escenográficos proyectos hay incluso algún montaje operístico-, los norteamericanos Elizabeth Diller y Ricardo Scofidio -más consolidados como artistas de instalaciones que como autores de edificios- con los holandeses de West 8 -jardineros ubicuos- y el francés Jean Nouvel -tan brillante diseñador de muestras como arquitecto- son los autores del resto de los hitos expositivos. Sus propuestas consiguen destacar en los emplazamientos entre el batiburrillo de construcciones prescindibles sin las que una expo no sería tal.

Con tres escultóricas torres plegadas de 40 metros de altura en torno a las cuales se enrosca un puente de 450 metros de longitud que conduce al resto del parque ferial cruzando el lago y con una robusta marquesina ha resuelto Coop Himmelblau el tema del poder en el enclave de Biel, mientras el contrapunto de libertad lo pone un jardín diseñado por el estudio Gerbert, Lietchti y Schmid. Entre los pabellones destaca el brillo dorado del correspondiente al Banco Nacional Suizo, forrado de pan de oro. Por su parte, con un cubo de acero cortén de 34×34×34 metros que surge del agua como un gesto metafísico, corroborado por un reloj de los tradicionales en las estaciones ferroviarias que se eleva junto a él, Jean Nouvel homenajea a Aldo Rossi y a Giorgio de Chirico en su interpretación de lo efímero y lo permanente. Dentro del cubo, el visitante puede contemplar tres panoramas suizos: un collage de imágenes del país, el que ofrecen el lago y el casco medieval de Murten y el de una famosa batalla de la ciudad. En lugar de usar sus habituales recursos de montaje casi cinematográficos, el francés ha empleado pilas de troncos, montones de arena y terraplenes de grava para disimular los pabellones y no perturbar el entorno.

Tres enormes platillos platea-

dos sujetos por 480 delgados pilares de acero anclados en el agua ponen el contrapunto artificial de Multipack a la naturaleza del lago de Neuchâtel y protegen el recorrido expositivo, dos de cuyos mayores atractivos son un cañaveral luminoso de policarbonato que se mece con el suave oleaje y una gran esfera de madera que ha reutilizado en parte la que se empleó en la construcción del pabellón de Hannover. Y finalmente, en Yverdon-les-Bains y de la colaboración de Diller y Scofidio con West 8 ha surgido el hito más refrescante: una gigantesca máquina diseñada por los primeros expulsa a gran presión 31.400 chorros de agua, produciendo una nube húmeda sobre el lago. Con sus brillantes colores, un jardín de suaves colinas enlaza sus curvas con un pabellón de exposiciones ondulante, suavizando el enclave casi industrial e invitando a disfrutar del universo entero.

El paisaje suizo está atravesado por túneles, surcado por puentes y pespunteado de telesillas y teleféricos; la naturaleza está tan domesticada que todo el país es como un gran parque temático, al que ahora se suman nuevas atracciones, abiertas al público hasta el 20 de octubre. Potente el puente de Biel, solemne el cubo de Murten, banal el palio tecnológico de Neuchâtel y lírica la nube de Yverdon-les-Bains, esta expo que quería 'mostrar Suiza como es' la presenta en versiones contradictorias. Puede que ése sea el mensaje pero, confundido ante tantas sensaciones, el visitante olvida las cuestiones filosóficas y se divierte.

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