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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

De la SGAE a Benjamín Prado

He leído con doloroso estupor el artículo Vivan los piratas (El País-Madrid, 13 de junio), en el que Benjamín Prado se muestra algo más que indulgente con el problema de la piratería discográfica. Este fenómeno, a juicio del ilustre columnista, viene a suponer una merecida bofetada en la cara de las todopoderosas compañías multinacionales del sector, un colectivo sin escrúpulos 'ni la más mínima consideración por nada que no sea el dinero'.

No es a mí a quien corresponde salvaguardar el buen nombre de las discográficas mencionadas en el artículo: ellas mismas podrán contestar en los términos que consideren más oportunos. Sí quiero, en cambio, hacer constar aquí mi decepción personal ante la magnanimidad con la que el articulista analiza lo que no es sino un robo perpetrado en plena calle y a plena luz del día.

Yerra Benjamín Prado al suponer que la piratería sólo afecta a los peces gordos, y que además éstos se lo tienen muy merecido. En esta casa nos visitan a diario muchos trabajadores humildes del gremio musical que formulan un mensaje unánime, directo y clamoroso: 'Por favor, que alguien haga algo de una vez'.

Son nombres como el de la distribuidora Antar, especializada en folk y blues norteamericanos o en música klezmer (usted, hombre de sensibilidad acreditada, sabría apreciar ese catálogo), obligada a reducir personal y trasladar sus oficinas desde Madrid a un pueblecito de Toledo. Como la pequeña tienda de discos en Las Rozas que hace poco nos escribía para expresarnos las angustias de un negocio familiar estrangulado por el panorama presente. O como el sello Resistencia, introductor de artistas celtas tan interesantes como minoritarios, y que nos trasladaba el siguiente interrogante: '¿Tan difícil es comprender que nos están robando?'.

Señor Prado, ignoro lo acordado con su editor antes de dar a la imprenta ese excelente estudio sobre Rafael Alberti. Confío en que las condiciones fueran razonables, no es asunto de mi incumbencia. Pero de una cosa puede estar seguro: jamás animaré a nadie a que fotocopie reiteradamente su libro para así 'dar en las narices' a su grupo editorial.

Confío de veras en el valor de los creadores (literarios, musicales, audiovisuales, plásticos, dramáticos, coreográficos) como hombres y mujeres que hacen de nuestras vidas una experiencia más rica, más gozosa y más plena. Por eso también estoy convencido de que la piratería es, sin matices, un fenómeno tan angustioso como inaceptable, y no un motivo por el que entonar alegres 'vivas' desde su observatorio semanal.

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