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Columna
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Orgullo y consenso

El de 'consenso social', al que el otro día aludió Rodríguez Zapatero, es un concepto turbio. Haro Tecglen lo señaló aquí después, el único. Zapatero utilizó tal vaguedad para dejar prístina su postura respecto de los derechos gays. Dijo que, de llegar al Gobierno, llevaría al Parlamento la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, pero que en lo que a la adopción por parte de las parejas homosexuales se refiere todo dependería del 'consenso social'. Como bien explicó Haro Tecglen, Zapatero se refirió, pues, a los derechos de los homosexuales y a los derechos de los niños (los niños abandonados, explotados, prostituidos, descuidados, tristes): puso en duda los derechos de ambos, los dejó a un incierto albur. Su postura quedó prístina porque, a tenor de los hábitos de los políticos, si en la oposición no se atreve Zapatero a prometer el oro y el moro, podemos despedirnos desde ya de que en el Gobierno atienda a las reivindicaciones gays. Lo digo para que después no nos llamemos a engaño: habló claro; entre dientes, eso sí, al escudarse en lo del consenso social, porque debe de dar un poco de corte negar públicamente a los niños el derecho al amor.

¿Qué es el consenso social? Atengámonos al ejemplo de la homosexualidad, ya que estamos en la semana del Orgullo Gay y ya que de tal oportunidad partieron las declaraciones de Zapatero. Hasta hace muy pocos años (por ponernos optimistas), la homofobia campaba por los respetos del consenso social (por consenso social, también, se ha maltratado a las mujeres, se ha repudiado a los bastardos, se ha señalado a las adúlteras, se ha relegado al disminuido, se ha condenado al librepensador): la sociedad del consenso heterocentrista no sólo estaba muy lejos de reconocer los derechos de los homosexuales, sino que carecía siquiera del hipócrita respeto hacia ellos al que apela hoy la derecha. Por consenso social se despreciaba a maricas y a bolleras, por consenso social eran objeto de burla, por consenso social se los diagnosticaba enfermos y encarcelaba, por consenso social eran ciudadanos de grado inferior.

No estoy hablando sólo de la dictadura franquista, sino de antesdeayer y de antifranquistas, pues la evolución en el consenso social al respecto no es producto de la muerte de Franco ni de los pactos de La Moncloa, sino de la lucha del movimiento de liberación gay: la Constitución del 78 no recoge los derechos de todos los ciudadanos ante la ley, o no se lee adecuadamente o se incumple. El poco o mucho consenso social actual frente a los homosexuales ha sido construido por unos cuantos militantes luchadores y por otros tantos ciudadanos valientes. El consenso social no es, pues, estadística, sino recuperación del espacio, mayor o menor, robado. Y sentido común, aunque sólo lo demuestren unos pocos.

Hace 25 años que se celebró en Barcelona la primera manifestación española del Orgullo Gay. Todavía hoy algunos se preguntan qué orgullo puede ser ése: pues se trata de sentirse orgulloso del amor más allá de los géneros, y celebrarlo, y se trata de sentirse orgulloso de las personas valientes que han defendido el amor poniendo en peligro su libertad y su vida, y celebrarlas. Actualmente, un movimiento basado en tal reivindicación, y que ha crecido hasta convocar en su manifestación de junio de 2001 a más de 200.000 personas, está preparado para solidarizarse y aliarse con otras causas afines y convertirse así en una auténtica alternativa a la izquierda. Porque lo que defiende el movimiento gay son otros modos de vida, con todas las implicaciones políticas que implica esta pretensión, modos que en la comunidad gay son ya hechos socialmente consensuados. El pasado 20-J, aunque aviesamente se pretendiera hacer creer lo contrario, Madrid paró. Entre las banderas que pudieron verse en la manifestación, multitudinaria, convocada por los sindicatos, había muchas banderas multicolores gays, que se confundían con las banderas tricolor como si en el principio hubiera sido la República y las barras verdes o azules añadidas no fueran sino una progresión natural en la suma de causas aún por defender.

Mañana, sábado, a las 19.00 horas, los sindicatos estarán a su vez en Madrid con los gays: con todas aquellas personas, homosexuales, bisexuales, transexuales o heterosexuales, que defienden un modo de vida más justo, más libre, subversivo (uy, qué susto) y alegre.

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