El peso de la historia
Brasil y Alemania pasarán por mejores épocas, pero algo quiere decir su masiva presencia en las finales - Desde 1950, una u otra, salvo en Argentina 78, han estado en el último partido
El Mundial pone en perspectiva al fútbol. Desde 1950, Brasil o Alemania, salvo en el paréntesis de Argentina 78, han disputado todas las finales de la Copa del Mundo. Los brasileños han ganado cuatro títulos; los alemanes, tres. Brasil ha perdido dos finales; Alemania, tres. Son datos apabullantes del peso de estas naciones. Pasarán por mejores o peores épocas, pero algo quiere decir su masiva presencia en las finales. Les sucede todo lo contrario que a España, incapaz de encontrar una ruta hacia el título. Cuando las cosas suceden con tanta frecuencia es obligado pensar en factores esenciales y en descuidar la parte azarosa: Brasil tiene los jugadores, Alemania se fía de su firmeza.
Nunca habían llegado los alemanes en peor situación. Venían de un año horribilis. Fueron humillados por los ingleses, con el famoso 1-5 que hizo crujir las estructuras del fútbol alemán. Necesitaron de la repesca para acceder al Mundial. Fueron derrotados por Gales y Argentina en los partidos de preparación. Estaban en una posición escandalosamente baja en las apuestas. Nadie confiaba en Alemania, y menos que nadie los propios alemanes, que hacían chistes sobre su equipo. Pero aquí están, donde casi siempre. Han tenido un camino sencillo -Paraguay, Estados Unidos y Corea del Sur- y han jugado mal. Ni tan siquiera han arrollado, como era su costumbre en otros tiempos. Han ganado, así de simple.
Lo más curioso es que los dos grandes protagonistas del fútbol no se han encontrado nunca en un Mundial. Será, por lo tanto, un momento especial del fútbol. De algún modo suponen dos modelos radicalmente contrarios, sobre todo en los últimos 20 años. Brasil es el culto al jugador, a la diferencia. Tiene laterales que juegan como extremos, centrales que quisieran ser delanteros, un delantero que no quiere ser de este planeta. Alemania ha terminado por refugiarse en los valores colectivos. Se lesionan Worns y Nowotny, presuntos titulares antes del Mundial, y salen dos como ellos: Linke y Metzelder. Si no basta con Bierhoff, está Jancker. Qué más da. El caso es acentuar el rasgo, dar la impresión de que detrás hay una marea de jugadores clonados, todos grandes, potentes y tenaces.
No es la final soñada antes de que comenzara el torneo. Esta Alemania no tiene el gancho de Francia, Argentina o Italia. Y puede que sea peor equipo que España. No importa. Ellos no están en el fútbol para hacer amigos o para crear estilo. De eso se olvidaron hace tiempo, tras la retirada de Beckenbauer, Overath y demás luminarias. Han decidido seguir un camino, y no les preocupa que no guste. Esto de las sutilezas queda para los brasileños, por ejemplo.
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