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CRÓNICAS DEL SITIO
Columna
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Marcos vascos

El País Vasco es más que un país. Son dos países. Si se trata de protestar, no hace una huelga general, sino dos. Esta pasada semana hemos confirmado el diagnóstico de Unamuno: 'Los vascos somos dos veces españoles'. Cada mitad del país tiene por su parte dos fuerzas sindicales. La mitad nacionalista tiene un sindicato radical y otro moderado. Al líder moderado debemos agredecer el habernos descubierto hace unos años que el Estatuto estaba muerto.

O sea, que las instituciones vascas se asientan en un cadáver. Éstos son los moderados. Los radicales son otros, los que de vez en cuando salen en las noticias por formar parte de algun comando de información de la banda terrorista.

Tras la media huelga general del medio país nacionalista, este mismo líder sindical ha declarado que 'el 19-J ha sido un ensayo de por dónde debe ir el soberanismo vasco'. Y su homólogo radical, que hay que cambiar el marco y las reglas de juego. Es decir, el medio país debe adoptar el marco que oculte la existencia de la otra mitad.

Los vascos hemos venido jugando desde desde el siglo XIX a jinete adelantado del Apocalipsis.

Esto de los marcos es como las matriuskas, las muñecas rusas regordetas que llevan siempre otra en su interior. Nuestra muñeca nacional es un marco redondo en forma de cromlech neolítico, en cuyo interior yacen enterrados otros dos marcos, cada uno de los cuales esconde otros dos, y así hasta el infinito.

¡Ajá! -dirá alguien-; con tanta subdivisión llegaremos por fin al individuo y entonces desde él podremos empezar a construir una sociedad moderna. Pues no; eso tampoco va a ser fácil, porque el alma vasca tiene esa misma estructura fractal que no llegó a descubrir Oteiza, aunque le faltó poco. Así, el alma de cada individuo (o individua) contiene un carlista y un liberal, que a su vez se subdivide en dos ad infinitum.

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Cuando pienso en la historia de mi familia encuentro repetida hasta la náusea esta historia de las dos comunidades. Unas veces, como comedia y otras como tragedia. También en esto somos españoles: la tragedia de las dos Españas, una de las cuales habrá de partirme el corazón. ¿Y por qué una sóla y no las dos? Ahora me lo parte una y luego me lo parte la otra.

Los vascos hemos venido jugando desde el siglo XIX a jinete adelantado del Apocalipsis. Después de una pausa en la que nos dedicamos a comer mucho y trabajar (que no a otros placeres), solemos recomenzar nuestra guerra civil inacabada y, con suerte, acabamos logrando que se extienda a toda España.

Quizás un día logremos extenderla a Europa y al mundo, que harto conocida es nuestra vocación universal. O sea, lo que para nosotros queremos, que no le falte a nadie.

La dualidad exponencial de los vascos-vascos se manifiesta muy bien en su actitud hacia las reglas de juego. Como es sabido, en Euskadi la política se divide dialécticamente en política y terrorismo. La política, a su vez, parece un juego, pero en realidad son dos juegos distintos en un solo verdadero. Lo descubrió Mario Onaindía, y entonces nadie pareció entenderle. Consiste en que mientras los constitucionalistas creen estar jugando al tute, los nacionalistas juegan con ellos al mus.

Cuando se juega al tute, o a cualquier otro juego basado en los valores constatable de las cartas -como en la democracia-, gana el que tiene más puntos o más votos. Pero entonces sale tu adversario, que juega al otro juego, y te gana porque posee la esencia verdadera o te hace creer que la posee, porque ha guiñado el ojo o se ha rascado una oreja. Esto puede durar veinte años o más. Hasta que un niño grite: 'Aquel señor hace trampas'.

La estrategia terrorista, por su parte, también se divide en dos. Si sólo quisieran matar, no avisarían que han puesto la bomba. En realidad ellos juegan a pelota vasca usando España de frontón. Envían coches bomba a la pared de Fuengirola para dar de rebote a un inglés, para que dejen de venir turistas, que esto hará que se enfade Aznar, ilegalice el nacionalismo y saque los tanques a la calle, éstos dispararán por error contra unos niños que salen de la ikastola y... Se producirá entonces el milagro.

Habremos vuelto al pasado franquista, que es cuando fuimos felices en nuestra desgracia y el mundo entero nos daba la razón. Alguien dirá que esa secuencia de acontecimientos no sucederá así. Pero sucede y se reproduce continuamente en las mentes recalentadas de los radicales y de los moderados. Que, en este punto, no se diferencian tanto unos de otros.

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