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Reportaje:

Empadronado en un túnel bajo la Castellana

La policía desaloja a 12 hombres que vivían en un paso subterráneo de Azca por la 'insalubridad' del lugar

La zona de Azca tiene dos vidas. Una, a plena luz del sol, con miles de ejecutivos que trabajan en las oficinas, llenan los restaurantes vestidos con sus mejores trajes y pasean sus flamantes coches por los alrededores del estadio Santiago Bernabéu. Y otra en la oscuridad, debajo de toda la actividad frenética, en un subterráneo para peatones que comunica la calle de los Hermanos Pinzón con la plaza de Picasso por debajo del paseo de la Castellana. Hasta ayer, allí vivía con sigilo un grupo de 12 personas; algunos toxicómanos, pero también un economista, un agente inmobiliario y un licenciado en Derecho que, por diversas circunstancias, se habían quedado sin hogar y sin trabajo.

'Si oficialmente el subterráneo es mi vivienda, ¿por qué me echa el Ayuntamiento', pregunta Andrés Pascual

Agentes de la Policía Municipal desalojaron al grupo a primera hora de la mañana. El Ayuntamiento los echó del túnel por motivos de 'insalubridad'. 'Había un foco infeccioso y mucha basura', explicaron fuentes municipales.

Entre los desalojados estaba Andrés Pascual, de 48 años y agente inmobiliario en paro. El caso de este hombre es singular, porque, además de vivir en el túnel, tiene una notificación de los servicios sociales de la Junta Municipal de Chamartín donde dice que su dirección es 'túnel de Azca'. Además, en su volante de inscripción patronal, en el apartado de domicilio, pone: 'calle de Hermanos Pinzón sin número o PB [planta baja]'. 'Si oficialmente el subterráneo es mi vivienda, ¿por qué me echa el Ayuntamiento?', se preguntaba ayer Andrés.

Fuentes municipales alegaron que el hecho de que un ciudadano esté censado en la calle no significa que no pueda ser desalojado. 'Una persona se puede empadronar donde quiera, pero eso no significa que esté bien o que no se le pueda echar. El padrón se hace para saber cuánta gente hay en Madrid y, en el caso de que haya que localizarlo, sepamos dónde está', afirmaron estas fuentes.

La Policía Municipal desalojó a Andrés y al resto del grupo a primera hora de la mañana. Los agentes llegaron acompañados por operarios de la limpieza, retiraron todas las pertenencias de los okupas y precintaron el túnel. A algunos les dio tiempo a recoger sus cosas. A otros no. Santiago, un licenciado en Derecho, se quedó con lo puesto, pero no pudo recoger su bien más preciado: la foto de su hijo. Juan Carlos, enganchado a la cocaína, se quejaba desesperado de que le habían tirado una bolsa con dulces.

Estas personas habían convertido el túnel, decorado con graffitis de colores chillones, en su hogar. Por ejemplo, José, de 28 años y conductor de furgonetas, había construido su rincón con una mesa, un espejo, un servilletero de bar y varias sillas de diversos tamaños. 'Todo lo he encontrado por ahí, en la calle, hasta este cuadro', explicó mientras señalaba un dibujo de la Puerta del Sol pegado a la pared del subterráneo. A su alrededor, los operarios de limpieza terminaban de recoger los últimos cartones y, también, restos de jeringuillas de los toxicómanos que habitaban el túnel.

Andrés, el hombre censado en el subterráneo, arrastró sus maletas a lo largo del túnel y salió con ellas a la luz del sol. 'Llevo también algunos trajes', dijo. Y es que este hombre, aunque lleva más de dos años en paro, no pierde la esperanza de encontrar un día un empleo. 'Trabajaba en una inmobiliaria, me despidieron y me quedé en la calle sin nada. Ni siquiera me dieron indemnización. Me fui a vivir al túnel en noviembre del año pasado', explicó. Ahora, Andrés se gana la vida vendiendo películas de vídeo, libros y otras cosas que encuentra en los contenedores. 'Se lo vendo a conocidos, y así me gano algo'.

Durante el tiempo que estuvo viviendo en el túnel, este hombre intentó convertir el subterráneo en un hogar para sus residentes. Así, Andrés preparaba el desayuno, las comidas y las cenas. 'Cocina muy bien, nos hacía paella, guisos de carne y lentejas. Sólo necesitaba un infiernillo y un poco de alcohol para calentarlo', recordaba Carlos, economista en paro y otro de los desalojados. La comida se la regalaban los responsables de un supermercado que hay en la plaza de Cataluña. 'Les ayudamos a descargar cajas y, a cambio, nos dan alimentos que están a punto de caducar, pero que todavía se pueden comer', comentaron los desalojados. Para asearse, los okupas abrieron dos bocas de riego que hay dentro del túnel. Allí se lavaban y limpiaban sus ropas. 'Es mentira eso de que el túnel estuviese sucio. Los que defecan y orinan aquí son los chavales que salen de las discotecas cercanas. Nosotros limpiamos todos los días el túnel', se quejaron. Además, quisieron dejar claro que sus inquietudes intelectuales no han quedado mermadas a pesar de que su primera preocupación es qué llevarse a la boca. 'Leemos todos los días los periódicos que encontramos por ahí, aunque estén atrasados', explicaron en un corrillo.

Durante todo el día, otras personas que duermen en la calle en el centro financiero de la capital se acercaron a ver a los desalojados. Pachi, que pide limosna en los alrededores de un bingo cercano al Bernabeú, también quiso solidarizarse con ellos. 'Vengo porque siempre que he necesitado algo, como comida o un vaso de vino, me lo han dado', comentó.

Anoche, el grupo charlaba en un parque cercano a su antiguo hogar, en torno a unos bocadillos y unas latas de cerveza frías. 'Hoy dormiremos aquí, mañana ya veremos', concluyeron los desalojados.

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