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Reportaje:Mundial 2002 | Semifinales: Brasil-Turquía

La pertinaz sequía de Hakan Sukur

El ídolo de Turquía, con casi 300 goles en su haber, aún no ha marcado en este torneo

Nada hay más inadecuado para un ídolo que el día que le compran la peana se encuentre de vacaciones. A Hakan Sukur, El Toro del Bósforo o El Rey, como le apodan en Turquía, se le ha desplomado el cielo. Al futbolista turco más sobresaliente de la historia le ha deparado el Mundial una lamentable jugarreta: cinco partidos disputados con el resultado de cero goles conseguidos. Peor aún, el gran killer ha oxidado el arma y sólo contabiliza tres disparos entre los tres palos y cinco fuera de ellos en 412 minutos de juego. El Rey se ha convertido en villano cuando toda Turquía vitorea a la selección, que llegó de incógnito y con la autoestima más baja del campeonato.

Sukur, otrora salvador, fue de pronto el problema. Antes de comenzar el torneo, la prensa turca aireó desavenencias entre el ídolo y el discutidísimo, y ahora adorado, seleccionador, Senol Gunes. Se llegó a decir que Sukur pensaba abandonar la concentración del equipo. Nada de eso ocurrió y Gunes ha apostado por el jugador en los cinco partidos a pesar de encontarse lesionado. Según desveló ayer la delegación turca, Sukur ha jugado todos los encuentros con una elongación muscular que le ha obligado a ser tratado durante los quince minutos de descanso de cada encuentro.

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Nada oculta, sin embargo, el declive de un futbolista acostumbrado a ametrallar la portería. Con casi 300 goles en su haber durante diez años de profesionalismo, desde que debutara en el equipo de su ciudad, el Sakaryasport, hasta la última campaña, en el Parma, italiano, en el que actuó cedido por el Inter de Héctor Cúper.

En cierto modo, Sukur es un goleador local, habitualmente fracasado en las aventuras italianas. Fracasó en el Torino, al que llegó en 1995, y regresó a su país con un solo gol en cinco partidos disputados. Fracasó en el Inter, en el que recaló en 2000, tras cinco años de éxitos en el Galatasaray con 16, 38, 32, 19 y 14 goles por temporada, entre una pléyade de estrellas: Ronaldo, Vieri y compañía. La leyenda de goleador menor se agigantaba y el Inter decidió cederlo al Parma, en el que sólo ha conseguido tres goles.

El 7 de abril del presente año, con el equipo parmesano, vivió su último momento de felicidad. Ante el Udinese, en la jornada 30ª, sustituyó en el minuto 63 a su compañero Bonazzoli y 13 minutos después aprovechó un contragolpe iniciado por Nakata y asistido por Di Viao para batir al portero Turci.

Desde entonces no ha encontrado la gloria. En el partido ante Senegal, el mejor de Turquía en el campeonato, Sukur, evidenció todas las carencias del delantero: lento, quizás por la lesión; desatento, quizás por la depresión; fallón, quizás por la falta de costumbre; sin puntería, quizás por falta de partidos; y sólo reconocible en el dominio del juego aéreo para buscar los segundos pases.

Mañana, ante Brasil, probablemente El Toro se quedará sentado en el banquillo. Otros han ocupado su peana, casos de Davala y Mansiz, los dos nuevos ídolos de la afición por sus goles clasificatorios ante Japón y Senegal. De hecho, la prensa turca ha venido astillando su imagen en reclamo de las nuevas generaciones. Mansiz, del Besiktas, es la gran alternativa, el relevo.

A sus 30 años de edad, Sukur parece haber gastado la cartuchera. Con el presente cuestionado en el Mundial y el futuro discutido en Italia -ni el Inter, ni el Parma demuestran mucho interés en sus servicios- tan sólo le queda la esperanza de la última bala. Un disparo, un gol, un triunfo. Y que sea el definitivo.

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