El portero de las ojeras negras
El turco Rustu ha sorprendido con sus pinturas contra los focos y su agilidad entre los palos
En el Mundial más estilista de la historia, Rustu Recber (29 años), el portero de Turquía, decidió salir a la pasarela el primero y el primer día. El equipo turco debutaba contra Brasil como víctima propiciatoria, pero el equipo otomano decidió ganar la batalla del look: el peinado cherokee de Umit Davala y las pinturas negras bajo los ojos de Rustu obligaron al aficionado a prestar su atención a dos presuntos futbolistas menores. Pinturas de guerra para impresionar a Ronaldo, dijo el locutor para explicar lo que en el fondo era una costumbre y un anacronismo del mejor portero turco de las últimas décadas. Tayfun, jugador de la Real Sociedad que ha compartido cinco temporadas con Rustu en el Fenerbahce, recuerda que el gurdameta ya utilizaba, 'no siempre, pero si muchas veces', esas pinturas para combatir el deslumbre de los focos en los balones aéreos. Un guiño al pasado, cuando el fútbol fue atrasando sus horarios y la iluminación era aún muy directa. Lo cierto es que Rustu, con su aspecto guerrero, resultaba tan antiguo como un portero con visera o vestido de negro.
Sólo abandonaría el Fenerbahce si le fichara un grande: 'Madrid, Barcelona o Manchester'
Rustu ha sido elegido entre los 16 mejores futbolistas del Mundial, previsiblemente como suplente de Khan. Sólo ha recibido cuatro goles en seis partidos y tres de ellos han sido obra de Ronaldo (dos) y Rivaldo, a quienes desesperó en los dos partidos disputados. El otro afortunado fue el costarricense Parks, que lo consiguió a bocajarro. Tan infranqueable resultaba entre los palos y en las salidas que Ronaldo tuvo que estrujarse el magín e inventarse un arte menor, el punterazo, para soprender a un portero que comenzaba a desesperar a los agrandes astros brasileños. 'Le habíamos disparado de todas las maneras', dijo Ronaldo tras la semifinal, 'así que había que sorprenderle de cualquier manera'. El astro consiguió sortear su perspicacia de la única manera posible: contraviniendo las reglas establecidas. De lo contrario, queda la duda de si Brasil hubiera podido batir a Rustu, el portero mágico, como le denominan en Turquía.
Tipo afable y fiel -lleva toda su carrera en el Fenerbahce-, a Rustu le falta el reconocimiento internacional para contrastar su trayectoria. Cada año ha tenido un destino siempre frustrado. El Aston Villa, la pasada temporada, quiso hacerse con sus servicios, pero sólo abandonaría Turquía por 'uno de los grandes, es decir el Madrid, el Barcelona o el Manchester United', dijo en una conferencia de prensa. Ahora los medios turcos le sitúan como sustituto de Barthez en el equipo de Ferguson.
'Es dificil sacar a los futbolistas turcos de su país' dice Tayfun 'porque allí, cuando todo va bien, son considerados como dioses', lo que explicaría la fidelidad de Rustu a su club de siempre. 'Él sólo se iría a un club grande, pero necesita salir para demostrar lo que es, lo que yo he comprobado durante cinco años: que está en la línea de los mejores del mundo', afirma el jugador realista.
Pero ese fervor, con una afición tan visceral como la turca, no siempre fue así. En 1997, tras una mala temporada, 5.000 aficionados turcos se dirigieron a las instalaciones del Fener y zarandearon el coche de Rustu. La reacción del portero fue inmediata: dimitió de la capitanía del equipo.
Rustu siguió trabajando, aunque una lesión dorsal estuvo a punto de apartarle del Mundial. Se curó en Alemania y regresó al tajo, con prisa. Ahora es considerado el segundo mejor portero del mundo y ante Corea, hoy, en la final de consolación, tiene una nueva oportunidad de consumar el contrato deseado o de quedarse en el Fenerbahce, tan feliz, de por vida.
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