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EL DEFENSOR DEL LECTOR
Columna
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El periodismo imposible

La moral pública de este país cruje en demasiadas ocasiones. Por ejempo, el nivel que alcanza el fraude fiscal, según los cálculos de los expertos, es una alarma permanente y, al parecer, inútilmente encendida.

De modo más intermitente, pero no menos preocupante, las cifras que ofrecen los organizadores de cualquier acontecimiento que se celebre en la vía pública, o que resulte difícil de medir en cuanto a su extensión y alcance, suelen ser tan disparatadas que convendría promover una reflexión colectiva para poner coto a este alegre desmán.

Si las autoridades o los Gobiernos se suman a la fiesta del despropósito contable, el panorama se torna desolador.

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Viene a cuento porque los periódicos informan de estos hechos: huelgas, manifestaciones, marchas de protesta. La huelga general, convocada por CC OO y UGT el pasado día 20, marca un hito en la irracionalidad en cuanto a los datos y permite hablar de información casi imposible.

Si un niño preguntase a su madre de dónde vienen los Reyes Magos y ésta le respondiese que de Oriente, mientras su padre le asegurara que de la ciudad en la que viven, el pequeño, por pocas luces que tuviese, concluiría que uno de los dos miente o, incluso, los dos.

Pero aquí no son niños los que preguntan por magos, sino informadores, en nombre de los ciudadanos, para transmitir el dato clave de una convocatoria de huelga general: la dimensión auténtica de la protesta.

Si los sindicatos aseguran que la convocatoria fue secundada por el 84% de los trabajadores y el Gobierno replica con el 16%, se hace evidente que alguien -¿ambos?- falta a la verdad.

La cifra gubernamental resulta inverosímil, la de los sindicatos, de acuerdo con la pésima tradición enquistada en nuestra sociedad, suena a exagerada, pero el periódico no dispone de instrumentos para ofrecer a sus lectores una cifra razonable.

Por supuesto, se utiliza el recurso más fácil y evidente: publicar las cifras de unos y otros y tratar de aproximarse a la realidad allí donde sea posible.

Este periódico optó por titular en primera página que la huelga tuvo carácter general en la industria, la construcción y los transportes, con un contraste aproximativo, a base de fuentes distintas y coincidentes.

Pero eso queda lejos de un diagnóstico global que nunca, por supuesto, puede ser exacto pero que debería resultar razonablemente aproximado. La actitud de unos y otros convierte el empeño en una quimera.

El cuadro que se publicó el viernes, con los datos de seguimiento de la huelga en las distintas comunidades autónomas, tiene rasgos patéticos. Los extremos de esa barahúnda descontrolada los marcan Murcia, donde, según el Gobierno, el 6,5% de los trabajadores secundó la protesta, mientras los sindicatos dicen que alcanzó al 90% y Ceuta con un 3,2% y un 80%, respectivamente.

Sonroja ver impresas estas cifras. O debería sonrojar. No es una minucia ese abismo de cifras ante un acontecimiento político de primera magnitud como es una huelga general, al margen de sus razones, de las posiciones de Gobierno, patronal y sindicatos o de cualquier otra consideración de fondo. La realidad es que la huelga se convocó y se produjo y que los ciudadanos de este país no tienen una idea suficientemente aproximada porque los periódicos no han podido transmitírsela.

En esta ocasión, el desaguisado fue doble y aun triple: a los datos generales sobre la extensión de la huelga se añadieron los específicos de las manifestaciones. Valga como muestra la de Barcelona: los sindicatos hablaron de medio millón de asistentes, la Guardia Urbana de 400.000 y la Delegación del Gobierno aseguró, sin empacho, que 15.000.

En el País Vasco los sindicatos nacionalistas minimizaron las cifras que ofrecían los de ámbito nacional y el Gobierno autónomo ofreció datos más bajos que los de la patronal, para culminar el desconcierto.

Ortega, redivivo, hubiese asegurado que la situación era estupefaciente. Y estupefactos deben andar los lectores.

Este periódico decidió ofrecer, ayer, un cálculo de la concurrencia a la manifestación celebrada en Madrid. El Gobierno dijo que acudieron 40.000 personas; los sindicatos, 500.000. El periódico llegó a la conclusión de que pudieron desfilar entre 252.000 y 336.000, según se entendiese que había tres o cuatro personas por metro cuadrado y partiendo del supuesto de que todo el recorrido estaba lleno, tal y como parecía apreciarse en las fotografías.

Hasta hace poco un telediario de nuestro país terminaba con un sorprendente 'Así son las cosas y así se las hemos contado'. Cualquier periodista sensato sabe que, si trabaja con tesón y honradez, a lo más que podría aspirar es a una fórmula de este tenor: 'Así parece que son las cosas y así hemos tratado de contarlas'. Cuando ese intento se ve torpedeado por actitudes irresponsables, el propósito se convierte casi en una quimera porque no hay resortes técnicos suficientes para salvar la desinformación que, sobre todo desde la orilla gubernamental, parece más que evidente.

Convendría que los medios de comunicación promovieran algún tipo de simposio, con las instituciones habitualmente implicadas en este tipo de informaciones, para tratar de alcanzar un mínimo de racionalidad, en favor del derecho a la información veraz de los ciudadanos.

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 91 337 78 36.

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