Chispas, volcanes y un viaje espacial

La plataforma hidráulica empieza a moverse bruscamente y todos se agarran a la barandilla. Enérgicas sacudidas se suceden, y, cuando todo parece haber terminado, el temblor vuelve a sobrecoger. Unos 30 segundos que simulan el terremoto de la India de 2001, de 7,7 grados en la escala de Richter. Mientras, en otro rincón de la planta baja se experimenta la capacidad del cuerpo para conducir electricidad. Al posar las manos sobre dos placas metálicas se dispara el medidor de voltaje y miliamperios indicando el flujo eléctrico. Justo al lado, la atención se centra en una gran bola de plasma en cuyo interior bailan chispas de electricidad. Quien logra superar el miedo podrá atraer los azulados rayos de electrones hacia sus manos al tocar la superficie acristalada.

Se necesitarían cinco horas para disfrutar de cada uno de los 165 experimentos repartidos en 10 áreas temáticas y 6.000 metros cuadrados. Y adicionalmente a la muestra permanente, hay algunas novedades. Durante todo este año, el museo propone conocer el mundo de los volcanes. A través de una cámara magmática se avanza para conocer el vulcanismo. La estrella de esta exposición es la maqueta del volcán más grande del sistema solar, el monte Olimpo, cuyos 24 kilómetros se alzan en Io, uno de los 39 planetoides satélites de Júpiter. La segunda novedad llegará el 4 de julio en forma de una producción audiovisual en el planetario. El navegante cuenta el viaje de un niño por las estrellas en una espectacular nave especial.

Si hace buen tiempo, la visita se puede ampliar con otra tentación científica: el observatorio astronómico, desde cuya torre de 36 metros se observan a través de dos potentes telescopios, por ejemplo, las erupciones en la superficie del Sol.