Batalla de miedos
En la nueva novela de Olga Guirao (Barcelona, 1956), Carta con diez años de retraso, dos personas, Máximo Artó y Levita Boser, se cuentan sus vidas a través de correos electrónicos. No se limitan a intercambiar experiencias, en realidad se hieren y se reconfortan mediante la lucidez más extrema y un distinto deseo de ser amados y de amar. Durante menos de doscientas páginas asistimos a dos infiernos soberbiamente sobrellevados. Los dos arrastran dolores y cicatrices. De ellos inundan sus cartas. Durante los dos meses de verano que dura el intercambio, vertiginoso e implacable, Máximo y Levita no se resignan a la amabilidad y a las palabras misericordiosas. Hurga una en la herida del otro, y éste no desaprovecha de su interlocutora la más mínima brecha.
CARTA CON DIEZ AÑOS DE RETRASO
Olga Guirao Espasa. Madrid, 2002 184 páginas. 13,80 euros
El relato comienza cuando Máximo pide a Levita que le llame por teléfono. Al no darse por enterada Levita de los requerimientos de su amigo, éste opta por el correo electrónico. Y así se desarrolla una batalla dialéctica en la que no se trata ni de ganar ni de perder. Toda la guerra consiste en ir desnudando sus respectivas impotencias, sus miedos, sus silencios y sus imposturas. Olga Guirao, como ya hiciera en sus dos novelas anteriores, sobre todo en Adversarios admirables (Anagrama, 1996), administra con sabio sentido del tempo narrativo el secreto drama que empantana a cada uno de los protagonistas, los dos escritores, en sus respectivos naufragios. La estructura epistolar de esta novela colabora con encomiable exactitud y rigor expresivo a hacer que el cúmulo de ideas sobre la amistad, el amor y la exigencia de verdades las viva el lector como una extensa reflexión sobre la condición humana de nuestros días. En Carta con diez años de retraso lo que en el fondo se ventila es la superación de un largo conflicto de los hombres consigo mismos. Alguien dice en la novela que si el siglo XIX fue el siglo del silencio y el siglo XX el de la mentira, el que ahora comenzamos a transitar deberá ser el de la verdad. Olga Guirao centra este crucial problema entre las cuatro paredes de los sentimientos y la inteligencia. Se trataba de que ninguno de los territorios se impusiera sobre el otro. Ahí estaba el desafío de Olga Guirao y ahí ganó con afilada sensibilidad la buena literatura.
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