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Columna
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Las cosas claras y el chocolate... espejo

Vivimos en un lugar de cuyo nombre no quiero acordarme donde nunca nada es lo que parece. Resulta que donde había una convocatoria de huelga salen dos sólo para que Ela Ela Elorrieta pueda decir que las mayorías no se discuten sino que se respetan, pero, ¿podría haber convocado una huelga por su cuenta de no haber sido convocada previamente por UGT y CC OO en toda España? Entonces, ¿de qué mayorías a respetar hablamos? Más vale que, por si había algún despistado, Ela Ela Elorrieta ya se ha encargado de advertir que por encima de protestar contra el decretazo, es decir, de lo que parecía, se trataba de dar un paso irreversible hacia la independencia visualizando la potencia del nacionalsindicalismo, como también se ha encargado de remachar Lab Lab Rafa Díez, contento, suponemos, de ver cómo por fin han conseguido una huelga amplia después de haber convocado inútilmente muchas, y por lo mismo; es decir, por un cambio hacia otro escenario político aunque pareciera que protestaban a favor de los presos o los militantes de ETA.

El ensayo general del pronunciamiento independentista ya fue precedido de una manifestación contra al Ley de Partidos apoyada primero por el PNV y luego no, donde sus militantes tuvieron que decidir si eran además personas y podían desfilar como tales sin que parecieran cuales, es decir, cargos públicos. Como quien dice, la típica doblez peneuvista, pero al cuadrado. Claro que si el Egibar que desfilaba no era el que suele ser a lo mejor se tomaba en serio la consigna de la manifestación, pero sólo hasta que el Egibar que suele ser volvía a encerrar en el armario al Egibar que no es junto con todas las ideas, todos los proyectos y todas las personas. Aunque para caso chusco el de los de Batasuna, porque éstos sí que iban como lo que son sin distinguir su parte militante de su parte civil. Sólo que no suelen mostrarse consecuentes: parece que desfilan por una cosa y están desfilando por otra, porque si de verdad defendieran todas las ideas, todos los proyectos y a todas las personas, tendrían que manifestarse a favor de las víctimas cada vez que aquellos con los que aseguran que no tienen nada que ver cometen un atentado.

Más vale que ha venido Arzalluz a desenmarañar tanto qui pro quo. El Cisne de Azkoitia lanzó el otro día su último canto, es decir su testamento político. Y es muy generoso, por cierto. El testamento. Nos ha dejado a todos una independencia, un plazo -tres o cuatro legislaturas- para conseguirla, y la aseveración de que quien esté por ella será vasco, mientras que quien no lo esté será un mero ciudadano vasco. Así, con palabras de lo más sencillas, como corresponde a los grandes hombres, acaba de decir que quiere un país encajado en Europa donde no haya ciudadanos sino sujetos étnicos. Un país en el que no se vivirá de acuerdo a los principios de la ley, es decir, mediante un pacto entre iguales que deposita el poder en otro igual al que considera un mero delegado, sino con arreglo a una concepción etnicista donde habrá una casta que dispondrá de todos los privilegios -incluido el del poder, aunque para los más puros- y a la que se pertenecerá por cumplir los requisitos que la propia casta señale, mientras que el resto gozará, contra lo que en su día el propio Cisne dijo, de un estatuto bastante peor que el de los alemanes en Mallorca.

¿Por qué vamos a quejarnos si al fin lo ha dicho sin ambages? Lo más gracioso es que uno de sus chicos, Urkullu, ha rematado la faena asegurando que la independencia no debe discutirse en el seno del PNV porque figura en sus bases desde el principio, dejando bien claro el destino que les espera a quienes dentro del PNV no se habían dado cuenta y a lo mejor querían discutirlo. Más vale que, como aseguró Ibarretexe en la campaña electoral, su apuesta era por el diálogo. Y ahí le duele. Resulta que quienes votaron al nacionalismo el 13-M sólo porque creyeron -o imaginaron- un apocalipsis de lo vasco a manos de La Chunga y Manolete, se encuentran con que votaron a favor de la independencia, porque así lo quieren Arzalluz & Cía. Ahora bien, si se sabe que sólo el 24% de la población está a favor de la independencia, ¿qué piensa hacer el 76% de quienes el 13-M votaron nacionalista?

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