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Reportaje:Mundial 2002 | Cuartos de final: España-Corea del Sur

"Lo nuestro es una aventura diaria"

Hiddink, aclamado como si fuera el mesías de una nueva nación, se ve el mismo de siempre

Diego Torres

Las escuelas coreanas organizan visitas guiadas para ver a Guus Hiddink, como si el seleccionador holandés fuese el prócer viviente de un estado maoísta. Hace tres años, Hiddink era el hazmerreír de un puñado de estrellas adolescentes, cuando dirigía al Madrid y algunos jugadores se burlaban de su escasa habilidad para tocar el balón. Ayer, cientos de niños, todos prolijamente uniformados de blanco y gris, poblaron el segundo anillo del estadio futurista de Daejeon para aclamar al entrenador como si fuera el mesías de una nueva nación. Al acabar el entrenamiento, una vez que los jugadores se habían marchado al vestuario, Hiddink permaneció sobre la hierba, sin pestañear, bajo la tormenta monzónica. Y los niños le chillaron al unísono el grito nacionalista: '¡República de Corea del Sur!' .

"La velocidad no se puede mejorar con drogas; quizá hay un poco de envidia"
"Cada vez nos tienen más miedo; los contrarios ya nos toman en serio"
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A dos días de enfrentarse a España en cuartos de final, la selección de Corea del Sur arrastra multitudes. A la cabeza de la gran caravana patriótica, apoyado sobre gruesas piernas como cañoncitos, aparece este hombre de 55 años exhibiendo su particular sentido de la autopromoción. Su gesto con los puños celebrando los goles de Corea se ha convertido en un símbolo de éxito en la península. La multinacional coreana Samsung utiliza su imagen para promocionar su tarjeta de crédito, la Samsung Card, en medio de una descomunal campaña televisiva. La victoria sobre Italia, en octavos de final, ha disparado tantas expectativas emocionales como comerciales, un incremento en el consumo y la inversión que se ha dado en llamar Síndrome Hiddink.

La federación coreana ha decidido pagar a Hiddink cerca de un millón de dólares por haber ganado a Italia. El presidente de la república, el septuagenario Kim Dae-jung, no deja de llamar al técnico por teléfono, según el Korea Times. En este registro se inserta la propuesta gubernativa de conceder a Hiddink la nacionalidad coreana. Algunos ayuntamientos proyectan utilizar el nombre del holandés para bautizar calles o construir estatuas en su honor. Y si Corea derrota mañana a España, el día de la semifinal en Seúl, el 25 de junio, será decretado fiesta nacional.

'Los entrenadores no se ponen de moda', afirma Hiddink, que arde en deseos de volver a entrenar a un club de España - 'mi segundo país', dice- y no pierde oportunidad de hablar con la prensa, sobre todo la europea. 'Yo no soy nada especial. Soy el mismo que entrenó a Holanda y al Real Madrid. Hago el mismo tipo de trabajo. Lo que tengo que agradecer es que los jugadores coreanos se hayan abierto para aprender muchas cosas. Lo de la nacionalidad honorífica es algo bueno, pero no me lo tomo muy en serio. El otro día había una pancarta en el campo que ponía 'Hiddink for president'. Era una broma, evidentemente'.

Tras el éxito de la selección coreana se cierne la sorpresa por su extraordinario despliegue físico. La velocidad a la que corren sus jugadores, el ritmo sostenido que exhiben, la gran superficie de campo que cubren en cada partido, han encendido las suspicacias malintencionadas en un Mundial en que la mayoría de los equipos viven sofocados. Si a Hiddink le preguntan por el dopaje, contragolpea: 'La velocidad no se puede mejorar con drogas, por supuesto. Pero si alguien piensa hacer una acusación tiene que poner las pruebas sobre la mesa. Quizá hay un poco de envidia, o quieren boicotear la máquina. Si alguien quiere hacer la acusación lo invito a que se muestre. ¡Que muestre el pecho! Y que sea bienvenido, porque estamos haciendo pruebas permanentemente para comprobar la limpieza de nuestros jugadores'.

Hiddink dice que sus hombres han sufrido un desgaste muy fuerte en el partido contra Italia y que llevan dos días menos de recuperación que los españoles. Luego, explica la razón del estado físico de su plantilla: 'Yo sabía que los equipos asiáticos muchas veces habían fallado en la parte física en los Mundiales. Por eso he pedido a la federación un plan de disponibilidad con los jugadores, para poder trabajar diariamente con ellos muy fuerte en el plano físico y táctico, desde marzo, en La Manga, hasta mayo. Nos hemos preparado para llegar a este momento en el pico físico'.

El exotismo del Mundial hace pensar en la posibilidad cada vez más palpable de que Corea llegue a la final. 'Estábamos en el puesto 43 del ránking FIFA', dice Hiddink, despejando euforia. 'Y los grandes países tienen más experiencia. Lo nuestro es una aventura cada día. Para mí es una sorpresa haber llegado tan lejos. Si se compara con el principio del campeonato, los rivales de Corea cada vez nos tienen más miedo. Los contrarios nos han tomado cada vez más en serio'.

Al enterarse de que Hierro anunció que dejará la selección española tras el Mundial, Hiddink ejercitó su ironía: 'Yo no le puedo decir a mi equipo: 'mi amigo Hierro está jugando, Ahn , no puedes marcar hoy'. Hierro dijo que quiere terminar en este Mundial su carrera como internacional y, con todos mis respetos, espero que el sábado juegue su último partido'.

Hiddink da instrucciones a los jugadores coreanos.
Hiddink da instrucciones a los jugadores coreanos.REUTERS

El verdadero mago es un holandés de 29 años

Los coreanos corren mucho, los coreanos son infatigables, los coreanos saltan, sprintan, marcan, rematan y regresan a sus puestos, los coreanos presionan sin cesar. Los coreanos, su forma física, el mito de su infatigabilidad, asusta. Los rivales describen: qué músculos, el doble que los nuestros, qué resistencia, qué coraje...

Los rivales sospechan, acusan. Los rivales investigan. Y dan con la figura clave. Se llama Raymond Verheyen, tiene 29 años y, como el jefe, Guus Hiddink, es holandés. Prestado por la selección naranja, lleva cuatro meses en Corea. Su secreto, dice, no es el ginseng ni la química, sino la ciencia. Una ciencia, la del entrenamiento, a la que añade un tratamiento personal. Conditionning football, lo llama (y así se titula el libro que ha escrito describiéndolo). La clave está en la recuperación; cuanto antes se recupere un jugador de un esfuerzo, más esfuerzos podrá hacer, es su primer mandamiento. Y sostiene que al más alto nivel un futbolista debería ser capaz de repetir al menos entre 200 y 250 acciones explosivas (saltos, sprints cortos...) durante los 90 minutos de un partido.

En el fondo, la teoría de Verheyen, un enamorado de la observación y el análisis (se estuvo año y medio en Liverpool contabilizando los movimientos de todos los jugadores de la Premier League en todos los partidos) se basa en una vieja conocida de los preparadores físicos: la periodización, la planificación de los entrenamientos en ciclos para trabajar, sobre todo, la velocidad y la resistencia. Y como se trata de futbolistas, su toque personal es que todos los ejercicios físicos se deben hacer con balón.

Todo ello parece muy bonito, y muy bien orientado, pero tampoco es nada del otro mundo, lejos del alcance de otras selecciones. La vervadera diferencia está en otro punto: la Liga coreana se suspendió en el mes de enero y desde entonces todos los jugadores han estado a disposición de Hiddink y de su equipo.

Desde entonces, sin competición, los jugadores han podido seguir el plan específico de preparación, todas las etapas meticulosamente diseñadas y elaboradas.

Y eso no es todo. No sólo los coreanos tienen tiempo libre y un mago holandés, sino que, por si eso fuera poco, los coreanos son coreanos. Son una raza especial, llega a decir Verheyen, con unos músculos con más fibras rápidas que los europeos, músculos explosivos por naturaleza. Además, tienen carácter, un espíritu que les obliga a llegar al fondo en todas las sesiones, a alcanzar el límite, su límte, en cada ejercicio, unos jugadores que permiten a cualquier preparador físico ir más allá de su método, y triunfar.

Dicen que una de las ventajas de España es que los de Camacho jugaron el partido de cuartos el domingo y han tenido dos días más de recuperación que los coreanos. Pero Verheyen, dice, ha convencido a sus jugadores de que eso no es nada: 'Si cuatro días son suficientes para recuperar, para qué queremos seis?'

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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