La Sagrada Familia, cerrada al público
La vida ciudadana se vio alterada en los lugares más dispares, desde los centros de belleza a los cibercafés
La jornada de huelga ocasionó un descenso de usuarios en establecimientos de Barcelona que en un día laborable registran notable afluencia de público en forma de goteo incesante. Es el caso de locales de características, ubicaciones y públicos tan dispares como los centros de belleza, los cibercafés, las atracciones turísticas o los cementerios. Así transcurrió el 20-J en algunos de ellos.
- Centro de bronceado. Sol artificial antes que la playa. Por la mañana, el centro Solmanía de la calle de València estaba casi vacío, a diferencia de cualquier día laborable, en que suele ser visitado por unas 600 personas. Este tipo de establecimientos se nutre en parte de clientela que aprovecha las horas de descanso de las oficinas. Ayer, la huelga y la falta de transporte público originaron un importante descenso de clientes. La caja del día se alimentó exclusivamente de aportaciones de vecinos de la zona, sobre todo vecinas que, explicaban, querían 'estar guapas para la verbena de San Juan'.
Los turistas tuvieron que buscar alternativas en un día sin museos ni transporte público
- Cibercafé. Navegar por Internet con las luces apagadas. A la hora de comer reinaba tranquilidad en el cibercafé Conéctate, en la esquina de las calles de Pau Claris y Aragó. La dirección decidió abrir, aunque sin encender las luces, 'por si acaso', explicaba la encargada. La afluencia de público fue menor que en un día laborable, cuando incluso ejecutivos que trabajan en la zona utilizan el cibercafé para realizar sus gestiones privadas.
- Sagrada Familia. La complicada tarea de hacer el turista en una ciudad en huelga. El chico que atendía el único punto de información de Turismo de Barcelona abierto en toda la ciudad repetía hasta la saciedad que el templo de Gaudí estaba cerrado. Dos hojas informativas junto a las taquillas indicaban que estaba cerrado por 'motivos de seguridad'. Los turistas no las veían y formaban corrillos con cara de sorpresa. Unos se enfadaban, otros aseguraban que se conformarían con ver el templo desde fuera, e incluso hubo quien dijo que no pagaría los seis euros que cuesta la entrada. Mientras, en la caseta de información, Jaume se las ingeniaba como podía para ofrecer alternativas turísticas en un día en que muchos museos estaban cerrados y no había transporte: les mandaba al parque Güell, a pasear por el Barri Gòtic o a la zona olímpica. En taxi.
- Cementerio de Montjuïc. Silencio rotundo. A la calma propia del lugar se sumó la total ausencia de visitantes, excepto contados cortejos fúnebres. Por la tarde, los servicios mínimos del personal de mantenimiento y limpieza ya habían acabado su jornada, e incluso los vigilantes, acostumbrados a la tranquillidad, se sorprendían de la poca concurrencia y calificaban el día de 'excepcional'.
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