_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Jornaleros

Ayer hice lo que llevaba años deseando. Uno, desayunar en el campo un buen mollete, de Marchena, con aceite de Estepa y café de puchero. Dos, dejar pasar el tiempo bajo un olivo hablando con jornaleros. Tres, no hacer nada, tumbarme a la bartola. Un huelguista más. Debajo del olivo me acordé de Madame Silicona. La señora Martínez había adelantado su impresión sobre huelguistas y piquetes. Lo dicho: me perdí por la ruta de El Tempranillo y recordé tiempos aquellos en los que los jornaleros del campo andaluz recorrían caminos y carreteras pidiendo una reforma agraria que nunca llegaría, con Escuredo al frente del Gobierno andaluz y Felipe González en La Moncloa. Y me acordé que ya entonces se hablaba de terratenientes cazaprimas.

Me acerqué hasta El Carpio para ver la finca de la heredad duquesa de Alba y pregunté cuánto les llega vía Bruselas. Subvenciones para que las máquinas hagan el trabajo de los peones, me dijeron. Signo de los tiempos. La modernización del campo andaluz es un hecho incontestable, pero de las primas aún se benefician los de siempre.

Y a media mañana, con el calor estallando en la cabeza, me tomé una cerveza en El Juani con unas aceitunas de alipesa, amargas y frescas, de fuerte sabor en compañía de unas jornaleras de las que cobran al mes poco más de 200 euros. Compartí un bocata de chorizo y un trago de vino en botella con cañilla en el gollete, como entonces. Arde el campo andaluz y no es una metáfora, al menos así me lo parece.

Los jornaleros andaluces, como era de esperar, dieron contundente respuesta a quienes les llamaron indolentes, pícaros, defraudadores, golfos y vividores del cuento. El talante de José María Aznar, su desprecio al diálogo, la escasa capacidad para entender y comprender los problemas de comunidades deprimidas como Andalucía y Extremadura encendieron aún más la hoguera en el campo. Que Pío Cabanillas, Javier Arenas y Teófila Martínez dijeran que la huelga fracasó es una lamentable anécdota por su descaro y desfachatez. Ni en los tiempos de Franco se manipulaba mejor.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_