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Columna
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Memoria

La imagen de una transición política modélica elaborada seleccionando con el debido descaro aquellos hitos que colaboran a mantener el esquema preestablecido se ha impuesto ya casi sin resistencias en la conmemoración de los veinticinco años de las elecciones que entonces no nos atrevimos a llamar constituyentes. Sólo ha faltado a la cita la certera referencia a que Franco habría previsto con la suficiente antelación el desarrollo de los acontecimientos (con la designación de su sucesor 'a título de Rey') para que lo ocurrido entre la muerte del dictador y la celebración de las elecciones del 15 de junio de 1977 ratifique una cínica lectura que viene repitiéndose para que la actualidad y el futuro se disuadan de encontrar nada nuevo.

Hablemos de UCD, por ejemplo. Las loas a UCD por parte de quienes incluso participaron en su voladura; el culto hacia personajes cuyas intenciones y propósitos quedaron bien patentes en decisiones que ahora se silencian y la liquidación de la memoria crítica empapan los juicios que merece el proceso que desembocó en la convocatoria de las elecciones de junio y hacen olvidar a propósito que fueron consecuencia directa de lo previsto en la Ley para la Reforma Política (LRP). La LRP fue aprobada en referéndum desde la legalidad del régimen, y supuso un test para el premio que iban a recibir las izquierdas por su oposición al franquismo -por cierto, premio inversamente proporcional a su presencia en el tajo, en el día a día contra la dictadura-; la izquierda había llamado a la abstención, y, en algunos casos memorables, al voto negativo. La participación de los estrenados ciudadanos y el porcentaje de votos positivos darían la pauta de quién iba a ser designado como actor político encargado de dirigir el proceso de pasar de un régimen autoritario, de pluralismo limitado y libertades restringidas a un régimen basado en la representación política, en una declaración de derechos y libertades y una forma de gobierno preestablecida: la monarquía parlamentaria.

Casi nadie quiere recordar ahora que si el carrusel organizado desde el Gobierno por la burocracia azul y relativamente joven del régimen (UCD) tuvo éxito, fue, entre otras causas, porque se apropió hábilmente de la victoria en el referéndum y ganó tiempo -y prestigio frente a los inmovilistas-, permitiendo que los que empezaron su carrera política en el falangismo vistiendo aún de corto, para llevar adelante la reforma contasen con la connivencia de sectores cuya oposición al franquismo nunca pasó de ser una entelequia, o, en el mejor de los casos, sólo el resultado de siglas improvisadas apresuradamente por si acaso... UCD vino a continuación del éxito de los epígonos relativamente jóvenes del franquismo que capitaneaba el entonces aún jefe político del partido único del franquismo, y, por ello, aportó al partido a franquistas de muchos pelajes y a otros tantos oportunistas que acudieron al reparto previsible de después del triunfo presagiado. Con medios superiores al resto de partidos en liza, con gran parte de la burocracia estatal, provincial y local de su parte, disponiendo de medios de comunicación a su servicio, reuniendo en su seno a casi todas las familias ideológicas del centro-izquierda y el centro-derecha light, y a amplios sectores de beneficiarios directos del régimen, todos ellos en aparente armonía con los viejos flechas y cadetes, UCD se creyó líder antes de tiempo... Y acabó como el rosario de la aurora, si no fallan las crónicas.

Vicent.franch@eresmas.net

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