Vender
En las empresas nos lo encontramos. Es muy importante la gerencia. Es en producción donde se sacan las piezas. Quien da el callo es el departamento de compras. Son las secretarias las que descubren el Pacífico y la telefonista distribuye el tráfico. Todo es muy cierto, pero si en el origen no hay una idea, un proyecto bien concebido y cada día no hay alguien que venda, ni la economía ni la empresa pueden funcionar. Para los creativos no hay nada más valioso que una idea. Para los economicistas, sin números ni cuentas nada puede funcionar. Para los directivos controladores, el orden y las normas se han de cumplir y cualquier método para conseguirlo es lícito. En cambio para quienes creen en la empresa no hay nada como la confianza, el entendimiento y la libertad.
Al margen de todos ellos, si no hay alguien que venda y ponga en marcha los proyectos, cualquier valiosa aportación es inservible. Ha de haber un cliente, un trato, solvencia y el pago efectivo de la operación. A partir de aquí el negocio se ha hecho realidad.
Un profesional ha sido nombrado director de Unión Gremial. Se llama Pep Pérez y proviene de Centrotiendas. Con todo el valor del mundo se ha hecho cargo de una organización empresarial, entre las más antiguas del lugar y que, en los últimos tiempos, ha tenido que sobrellevar una vida azarosa. No sé si he leído bien, pero la Confederación Empresarial Valenciana ha tenido que aprobar una derrama por cada puesto en la asamblea para enjugar un déficit que proviene de antaño. Los partidarios del poder valenciano se lo tendrán que hacer ver, porque con actitudes como éstas es difícil que el colectivo patronal valenciano consiga hacerse respetar, aunque sólo sea en Madrid o en Barcelona y quizá un poco en Bilbao. Los valencianos en vez de emprender iniciativas positivas y motivadoras, a menudo acabamos soportando algo o pagando un impuesto discriminatorio, para paliar el déficit secular entre la aportación de la Comunidad Valenciana y lo que ésta percibe como retornos infravalorados.
Probablemente estas cosas no conviene decirlas en voz alta. Pero si no se airean nunca encontrarán solución. La Comunidad Valenciana necesita reconciliación y un proyecto regeneracionista, estimulante y modernizador. Es inexacto que no haya empresarios, directivos y generadores de ideas para poner en marcha estos mecanismos. Hay savia nueva, capaz de impulsar las iniciativas que hagan posible el cambio. Esta transformación no es exactamente política, sino intelectual. Aunque es cierto que la podrá rentabilizar quien la protagonice y la asuma como propia.
Quienes le damos vueltas a estas cosas, sabemos que un país para que sea sólido, se construye desde abajo y con la colaboración de todos. Las exclusiones son malas consejeras. Las guerras fratricidas también. Lo que preocupa es que el sistema actual -basado en los partidos políticos- consigue que la idea de país se confunda con la estructura ideológica de estas formaciones. Los partidos son muy válidos para ellos mismos e impiden la existencia de una Comunidad Valenciana para todos. Aún nos queda el recurso a la concordia gobernante, que no tiene nada que ver con las pretensiones de unidad y uniformismo por parte de quien gobierna. Y vender todo esto también supone esfuerzo y afán de superación.
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