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Tribuna:DEBATE: Seis meses de presidencia española de la UE | Seis meses de presidencia española de la UE | DEBATE
Tribuna
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Objetivos cumplidos

A España le ha tocado presidir la UE en un momento especialmente delicado de la construcción europea, de la situación política en Oriente Próximo y del mundo en general tras los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre. La densa agenda marcada por el presidente del Gobierno se ha cumplido de forma exitosa, habiendo sabido adaptarse a las novedades y dificultades que fueron surgiendo por el camino.

El euro nació con la presidencia española, y aunque la responsabilidad de su gestión compete, esencialmente, al Banco Central Europeo, la presidencia española ha prestado todo su apoyo para que la transición haya sido tan suave y satisfactoria como lo ha sido.

La lucha contra el terrorismo, en el marco de la consolidación del espacio de libertad y justicia, es un viejo empeño del Gobierno de España, que fue impulsor y actor determinante en el Consejo Europeo extraordinario de Tampere en el que se pusieron lo que podíamos denominar sus bases fundacionales. Desde hace años España ha advertido de la profunda capacidad de desestabilización que tiene el terrorismo y el crimen organizado, que son los riesgos más graves para la libertad y la democracia en el siglo XXI

En el ámbito del segundo pilar de la UE en el que España ha tenido una presidencia especialmente activa, podríamos decir que el diálogo político se ha ampliado enormemente, cubriendo todos los ámbitos de interés de la UE, desde las relaciones transatlánticas al proceso de paz en Oriente Próximo, pasando por la política mediterránea, Iberoamérica y el Caribe, Rusia y, por supuesto, la ampliación.

En un momento en el que se está definiendo el futuro de Europa, estamos rediseñando nuestra arquitectura institucional, debemos pensar en poner el acento en el fortalecimiento del segundo pilar de la Unión, PESC/PESD, construyendo un pilar europeo de la defensa que respalde y dote de credibilidad a nuestra política exterior común, y que intente buscar las sinergias positivas, las complementariedades con EE UU, alejados de la competencia estéril y contraproducente.

La presidencia española ha hecho un esfuerzo por revitalizar la política euromediterránea de la UE, que había sufrido un parón como consecuencia del estancamiento del proceso de paz de Oriente Próximo. Se pudo superar con éxito los negros nubarrones que se cernían sobre la cumbre de Valencia, a lo que se debe añadir la aprobación unánime del trascendental plan de acción euromediterráneo.

La cumbre de Madrid supuso un nuevo paso en la institucionalización del diálogo con Latinoamérica y el Caribe, así como la búsqueda de mecanismos que hagan más sanas y productivas nuestras relaciones en todos los órdenes, y sobre todo en el ámbito económico, como lo demuestran los acuerdos con México, Chile o la negociación pendiente de finalizar con Mercosur.

En el proceso de paz de Oriente Próximo, la presidencia ha tenido que lidiar con circunstancias extraordinariamente delicadas. Muchos de los esfuerzos que España puso sobre la mesa, impulsando el cuarteto, viajando a la región, entrevistándose con todos los protagonistas, están empezando a dar frutos ahora y otros irán llegando en próximas presidencias, puesto que en Oriente Próximo la evolución política positiva casi nunca es inmediata; es, casi siempre, como mínimo a medio plazo.

El Consejo Europeo de Barcelona dio un impulso definitivo al proceso de reformas estructurales iniciado en el Consejo de Lisboa; a pesar de algunas reticencias y resistencias, Europa ha emprendido un camino sin retorno hacia una economía más eficiente, el pleno empleo, el respeto al medio ambiente, la búsqueda del desarrollo sostenible y una competitividad sin renunciar a los logros de protección social que forman parte del acervo europeo.

En lo que a la ampliación se refiere, la presidencia ha hecho un esfuerzo para concluir el mayor número posible de capítulos pendientes en la negociación, con los países candidatos a la adhesión, sobre la base de los criterios del Consejo Europeo de Copehangue de 1993. No faltan voces que dicen, no sin razón, que los Estados candidatos deberían emprender, también, las reformas diseñadas en el Consejo Europeo de Lisboa para garantizar, eficazmente, una paulatina convergencia. A todos estos capítulos hay que añadir el de la creciente preocupación que se ha generado en algunos países europeos en torno a la inmigración, y la petición de algunos Estados miembros de que se incluyese esta trascendental cuestión como uno de los puntos centrales de la agenda de Sevilla.

La presidencia española ha sido intensa, ha sabido adaptarse a las dificultades y cambios ocurridos en el semestre, y lo que es más importante, ha dado sensación de seriedad, serenidad y de solidez a nuestros socios europeos, en momentos muy delicados para Europa y para el mundo.

Gustavo de Arístegui es portavoz del Partido Popular en la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso.

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