_
_
_
_
_
Tribuna:DEBATE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Hasta donde llegue ¿quién?

El debate sobre la reforma del Estatuto de Autonomía nació viciado por el origen de una propuesta de Eduardo Zaplana en tiempos de minoría del Partido Popular aquí y en Madrid. Eran tiempos de guiños a nacionalistas y regionalistas que, para bien o para mal, tenían la sartén de las mayorías en la mano. La derecha valenciana anduvo siempre esquiva, temerosa, ajena cuando no enfrente del proceso autonómico y ahora desde el poder buscaba la doble legitimación o un cierto bautismo autonomista que surge inevitablemente cuando el hábito hace al monje.

Estos días de reflexiones de aniversario estatutario, no puede dejarse en el olvido la constatación del éxito del autogobierno entre nosotros cuando quienes nos gobiernan son precisamente aquellos que más hicieron por que nuestro país no tuviera la autonomía que merecía. Sin embargo, con las mayorías absolutas aquí y allá, cambió el baile. Aznar abandonó el uso del catalán en la intimidad y Zaplana dejó el conejo en la chistera para mejor ocasión. Como recurso de animación en discursos cansinos abría la caja de Pandora y situaba en tejados ajenos -'hasta donde ustedes lleguen'- las barreras infranqueables.

Y, hoy, las complicidades de ayer devienen asperezas. España -la España que siente Aznar- se viste de España y las nacionalidades se consienten como peculiaridades regionales y poco más. Se acabó el festín autonómico del PP, todo va volviendo a su sitio y la moda en Cibeles que paseó durante el congreso conservador no deja lugar a dudas que la moda pasa por recuperar el patriotismo sin complejos.

Y en eso llega Zapatero y dice que sí. Que apoya la propuesta de Joan Ignasi Pla de reformar el Estatuto en profundidad con disolución anticipada incluida.

Al mago ya no le quedan trucos y aparece la verdad desnuda, cierta, insoslayable: el PP ni quiere, ni puede reformar el Estatuto.

Pero, en esto como en todo, siempre nos quedará la esperanza. Si la derecha que despreciaba la Generalitat hoy la gobierna y en ocasiones se jacta de haberla inventado ¿cómo no va a ser posible un nuevo milagro?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Joaquim Puig es portavoz del Grupo Socialista-Progressistes de las Cortes Valencianas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_