Encerrona en el hospital
La policía detiene a un marroquí que salió de la Pablo de Olavide para recibir atención sanitaria por una fractura
Karim Kabbali llevaba más de dos días soportando el dolor de un dedo roto, pero sostenía que había sufrido demasiado para conseguir entrar en la Universidad Pablo Olavide de Sevilla y que no quería arriesgarse a salir para desplazarse a un hospital por temor a que la policía, que controla las entradas y salidas al recinto universitario, aprovechara para detenerle. Sus peores augurios se confirmaron apenas hora y media más tarde. Anoche acabó durmiendo en el calabozo de la Jefatura Superior de Policía de Sevilla.
Su dedo, el meñique del pie derecho, empeoró ayer y, entre unos y otros, lo persuadieron para que saliera. 'Él no quería, le hemos convencido asegurándole que no le iba a pasar nada. Pero no tenemos ni idea de cómo funcionan las cosas', se lamentaba entre lágrimas Laura, integrante de la red de apoyo que colabora con los inmigrantes encerrados desde el lunes.
Karim Kabbali, marroquí de 20 años, se resbaló el martes en la ducha de uno de los pabellones deportivos de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla en la que permanecen encerrados alrededor de 400 inmigrantes. La unidad móvil de Médicos del Mundo que se desplazó esa misma noche al campus universitario detectó pronto que se había roto el dedo meñique del pie derecho. El personal de la ONG que lo atendió, trató de convencerle para que se desplazara de inmediato a un centro sanitario para recibir una asistencia más adecuada.
Pero Karim se negó en rotundo a dejar el encierro porque temía que no pudiera regresar. El personal de la ONG le prestó las curas imprescindibles e intentó paliarle el dolor con un analgésico inyectable. Ayer por la tarde la hinchazón del dedo iba a más y el dolor era insoportable. Aún así, Karim, tumbado en una camilla dentro de una ambulancia de la Cruz Roja, se resistía a abandonar el encierro.
Pero entre sus compañeros y los voluntarios consiguieron convencerle, no sin antes intentar dejarlo todo bien atado temiéndose lo peor: contactaron con abogados para seguir sus instrucciones y pedirles que se personaran en el equipo quirúrgico municipal. También movieron contactos para buscar algún apoyo político. Alrededor de las 20.00, la ambulancia salía del campus con Karim dentro y seguida por algunos voluntarios que trabajan con los inmigrantes encerrados.
Pero los problemas empezaron demasiado pronto. Antes de salir del recinto universitario. La policía situada en la puerta del campus paró la ambulancia, habló con el personal sanitario, abrió la puerta lateral y vio a Karim tumbado en la camilla. Una vez que supo a dónde se dirigía, dejó marchar el vehículo.
Karim llegó al equipo quirúrgico municipal poco antes de las 21.00 horas. Siguiendo al joven marroquí, se habían desplazado hasta el centro sanitario algunos miembros de la red de apoyo. 'Al encierro no puede volver', coincidían todos al enterarse de los problemas que había tenido la ambulancia a la salida. Dos de ellos, que viven muy cerca del equipo quirúrgico, se ofrecieron para acogerlo en sus casas.
Pero no tuvieron tiempo ni para alimentar un poco la ilusión. Minutos más tarde, entraban cuatro agentes del Cuerpo Nacional de Policía en busca de Karim, que salió en camilla rumbo a la unidad de Traumatología del Hospital Virgen del Rocío, a la que fue trasladado en la misma ambulancia de la Cruz Roja que le había sacado del campus. Custodiado por la Policía, Karim ingresó sobre las 21.30, sabiendo ya que sus peores temores se habían cumplido. Tres cuartos de hora más tarde, salía del hospital en un coche policial con destino a la Jefatura Superior de Policía.
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