Ni una pizca de genialidad
Argentina fue superior a Suecia, pero no tuvo ni toque mágico ni capacidad goleadora
En el descanso pasaron en la pantalla grande del estadio de Miyagi el famoso gol de Maradona a Inglaterra, el del pie, en México 86. Los hinchas argentinos, frustrados, se desahogaron con él. Lo celebraron una vez más por todo lo alto. Pero alguno debió de reflexionar, máxime cuando el partido llegó a su terrible final y Argentina quedó eliminada en la primera fase de un Mundial por primera vez en 40 años, sobre cómo se ha echado de menos en la selección actual una pizca de la genialidad y la capacidad goleadora del gran Diego.
Porque en todo lo demás Argentina fue superior, muy superior, a Suecia. Como también, en todo lo demás, ha jugado mejor que los otros equipos en el bien llamado grupo de la muerte. Si lo que se hubiera practicado ayer en Miyagi hubiese sido el boxeo en vez del fútbol, el árbitro habría parado el combate a la media hora. Suecia estaba contra las cuerdas, tambaleándose, impotente, mareada ante el asalto argentino. Pero el fútbol es el más injusto de los deportes. No se gana por puntos o por knock-out técnico. Hay que marcar goles y para ello hay que tener un poco de suerte y delanteros eficaces. Argentina no tuvo nada de eso ayer mientras que Suecia, en el minuto 58, en su primer remate serio, gozó de la increíble fortuna de un desconocido de la Premier League inglesa, Svensson, del Southampton, lo introdujo, como si fuera Beckham, por la escuadra derecha de la portería de Cavallero.
Con tanto talento, tantos nombres sobre el terreno, ningún jugador argentino tuvo un momento de inspiración en todo el partido que se aproximara al que le tocó vivir a Svensson. Mucho se esperaba de Aimar. Y al principio mucho prometió. La decisión de Marcelo Bielsa de dejar fuera a Verón, hasta la cita de ayer el indiscutido director de orquesta blanquiazul, y de poner al joven valencianista en su lugar estuvo plenamente justificada durante la primera media hora. Aimar, de 22 años, brilló. Paredes, regates, frialdad y lucidez al borde del área, pases rasos en diagonal que abrían espacios por las dos bandas: todo lo que no había hecho Verón en los dos primeros encuentros lo estaba haciendo Aimar maravillosamete bien. Aimar revolucionó a la selección argentina, que atacaba, con furia y orden, como un escuadrón de abejas. Todo indicaba que no se iba a repetir lo de Francia, que esta vez se impondría la lógica, que el favorito ganaría y, además, con comodidad.
Sólo había una pequeña duda. Argentina desbordaba y desbordaba durante el primer tiempo, pero el que siempre aparecía enfrente de la portería para intentar rematar era Sorín, un centrocampista todo terreno, no un especialista del gol. El especialista, Batistuta, no daba señales de vida. Argentina estaba arrollando el mediocampo sueco como un tren bala y entraba una y otra vez por las bandas. Pero el centro de la defensa nórdica se mantenía firme. Batistuta no tuvo ni una ocasión, ni un intento, de gol en los primeros 45 minutos. Claudio Lopez sí, pero le falló siempre, y por demasiado, la puntería.
La luz de Aimar se fue lentamente extinguiendo. Y Suecia, al comienzo del segundo tiempo, dio muestras de sentirse más cómoda en el campo. Aunque fuera sólo porque había sobrevivido el aluvión anterior e intuía que quizás éste sería, merecidamente o no, su día. Bielsa quitó a Batistuta y puso a Crespo, decisión de la cual tal vez se arrepintió de inmediato porque un minuto después Svensson marcó su gol y se vio obligado a apostar todo al ataque. Quitó a Sorín y Almeyda y puso a Verón y Kily Gonzalez en su lugar. De repente, Argentina tenía siete jugadores netamente ofensivos sobre el terreno.
Y, de repente, los suecos empezaron a tener, por fin, esporádicas ocasiones de gol, pero la acción se desarrollaba, casi igual que durante los últimos 20 minutos del partido contra Inglaterra, en el otro extremo del rectángulo. La defensa sueca, al igual que la inglesa, dio la impresión en casi todo momento de tener la crisis bajo control. Mucho asedio argentino, mucha artillería pesada, pero ocasiones claras de gol ninguna. Salvo el penalti, que Ortega, tras provocarlo, falló. aunque Crespo metiese de rebote la pelota en la red. Fue el poco de suerte que Argentina tuvo en una fría y nublada tarde en Miyagi, el escenario de su triste y prematuro adiós al Mundial asiático.
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