Visionarios bajo sospecha
Los accionistas cuestionan la gestión de los responsables de las mayores operadoras
Fueron héroes. Ron Sommer, Chris Gent, Jean-Marie Messier o Bern Ebbers llevaron el lema de la expansión a cualquier precio a su últimos términos. Hoy, los principales responsables de las compañías de telecomunicaciones están bajo sospecha. Los accionistas recelan de su gestión y piden, como mínimo, que se les impongan controles o que abandonen la compañía.
'Eldorado tecnológico' que prometieron Ebbers o Case ha resultado un fiasco para los accionistas que les confiaron sus ahorros
Los directivos de Deutsche Telekom se han subido el sueldo un 50% pese la astronómica deuda de la compañía y el desplome de los títulos
Llevaban siempre preparadas las mismas coletillas para convencer a los pequeños ahorradores de que invirtieran en las gigantescas salidas a Bolsa o para asegurarse préstamos millonarios de los bancos. 'Expansión a toda costa', 'Crear valor para el accionista', 'La nueva revolución tecnológica', eran algunos de sus lemas. Con tan sólo ese voluntarismo de frase hecha y un crédito ilimitado, se dedicaron a acaparar titulares con las mayores 'operaciones de la historia'.
Chris Gent se hizo una de las primeras fotos cuando en 1999 compró el gigante industrial alemán Mannesmann por más de 112.000 millones de libras. Dos años después la capitalización bursátil de Vodafone apenas alcanza los 63.000 millones de libras. Pero Gent entiende que, pese a ese pequeño detalle, tiene todo el derecho del mundo a cobrar el segundo plazo de su bonificación de 10 millones de libras.
Esa generosidad hacia el equipo directivo no se traduce en una mayor remuneración hacia los accionistas. Al contrario, en la junta celebrada a finales de mayo descartó completamente utilizar la liquidez del grupo para aumentar el pago de dividendos, como le reclamaron dado que la acción ha caído sólo en lo que va de año un 50%. Ese dinero, en principio, se destinará a sanear el maltrecho balance o, en su caso, a nuevas adquisiciones.
La caída de Ebbers
Claro que Gent debe sentirse un héroe ante sus accionistas si se compara con Bernie Ebbers, el cowboy de las telecomunicaciones, como se le conocía al depuesto presidente de WorldCom, cuya afición a los ranchos era sólo comparable a sus predicciones sobre un mundo global en el que todos sus integrantes estarían comunicándose compulsivamente todo el día, ya fuera por teléfono fijo o móvil, e-mail o por videoconferencia. Eldorado Tecnológico de este cultivador de amistades peligrosas (como la de el ex presidente Juan Villalonga, otro señero visionario) ha resultado ser un erial para los confiados accionistas que compraron en junio de 1999 títulos a 64 dólares que hoy apenas valen un dólar.
Ebbers también tiene deudas pero no precisamente con los accionistas, sino con la propia compañía, que le autoconcedió préstamos para comprar acciones y a la que debe 167 millones de dólares. Para afrontarlas tuvo que vender su rancho de 66.000 hectáreas, el mayor de Canadá.
La ambición de formar un grupo de medios y entretenimiento impulsó la creación de dos monstruos que bajo el paraguas de sus siglas devoraron cadenas de televisiones, estudios cinematográficos, discográficas... Steve Case entendía que la separación la red que prestaban las compañías telefónicas tradicionales debía llenarse de contenidos, servidos por la misma empresa propietaria del cable. De esta luminosa idea (de la que se apropió Juan Villalonga para justificar la creación del grupo mediático de Telefónica) nació AOL Time Warner. La fusión batió récords de valoración como también marcan un hito las pérdidas actuales del emporio, comparables al Producto Interior Bruto de Hungría.
Más novedoso fue aún el planteamiento de Jean Marie Messier, el todopoderoso presidente de Vivendi que convirtió una empresa de concesión de servicios urbanos en una marca made in Hollywood gracias, entre otras cosas, a la compra de los estudios Universal. Pese a que las acciones han caído más de la mitad desde enero, Messier recibió un importante incentivo salarial, equivalente a 2,5 veces su salario base. Los accionistas le plantaron cara en la junta general y el consejo de administración le impuso un comité de administradores para supervisar su gestión, durante la que se ha lanzado a compras por más de 50.000 millones de euros.
Pero es que ni siquiera en las compañías con el accionariado más estable, es decir, las que mantienen al Estado como primer socio capitalista, están seguros sus máximos responsables. El presidente de Deutsche Telekom, Ron Sommer, tuvo que interrumpir varias veces su discurso durante la junta general de accionistas celebrada en Colonia. Y no eran precisamente aplausos lo que cosechó, sino sonoros abucheos por una gestión que ha visto cómo el valor de la acción se dividía casi por nueve mientras la compañía atesoraba una astronómica deuda de más de 67.000 millones de euros. Pero ni a Sommer ni al resto de los miembros del consejo directivo les va mal en el plano personal. Para evitar la fuga de directivos (que no han dudado en firmar el despido de más de 20.000 empleados), se han autorizado un aumento de sueldo superior al 50%, al margen del plan de opciones sobre acciones. Hasta el moderado Gobierno alemán está dispuesto a conceder la cabeza de Sommer cuando pasen las elecciones.
Michael Bon, el presidente de la más pública de las operadoras europeas, France Télécom, cuya deuda supera también los 60.000 millones de euros, ha hecho gala de su orgullo de funcionario público manifestando su deseo de jubilarse en la compañía.
Los operadores alternativos luchan por la supervivencia
Mientras que los antiguos monopolios como Telecom Italia, France Télécom o Deutsche Telekom capean el temporal luchando por recuperar la senda de los beneficios, lo que está en juego para los operadores alternativos es su propia supervivencia. Nacidas al calor de los procesos de liberalización, ninguna de ellas ha cumplido las expectativas de negocio y en muchos casos están al borde la quiebra, incapaces de devolver los créditos o, mucho peor, los intereses de los bonos de alto riesgo con que financiaron su proyecto, y que ahora buscan canjear por acciones propias. NTL, Global Crossing, UPC, Kirch e ITV se hallan al borde de la desaparición. El caso del operador británico de cable NTL, que suspendió pagos con una deuda de 25.740 millones, es el más paradigmático. Su única posibilidad de reflotamiento es que los accionistas, entre ellos France Télécom, acepten canjear los 10.600 millones de bonos cuyo vencimiento pesa como una losa. Lo mismo le ocurre a su competidor británico Telewest y, sobre todo, a la holandesa United PanEurope Communications (UPC), la mayor cablera de Europa, con presencia en 17 países y participada por Microsoft, que sigue sin convencer a sus acreedores para cambiarles los bonos y obligaciones de 7.500 millones de euros por acciones que están a punto de salir de ser expulsadas del Nasdaq, al rozar la barrera de un dólar. Justamente eso es lo que le puede suceder también a la otrora innovadora WorldCom, la operadora estadounidense. Los efectos de una posible quiebra de WorldCom, la segunda operadora de larga distancia de EE UU tras AT&T, superaría la conmoción causada por la suspensión de pagos de Global Crossing, el caso de un fallido operador de red de fibra óptica a la que se compara con Enron por sus irregularidades contables. En España no existe ninguna situación comparable aunque Jazztel debe canjear urgentemente sus bonos por 676 millones y Avanzit acaba de suspender pagos con una deuda exigible de 221 millones de euros. Sin contar con Xfera, la cuarta operadora de móvil que no acaba de arrancar.
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