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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

¿Contra quién se construye Europa?

Lluís Bassets

Contra quién se construye la Unión Europea? Ésta fue la pregunta más original que se le planteó a José María Aznar en el St. Anthony College de Londres, el pasado 20 de mayo. No la planteó nadie del público que abarrotaba el pequeño salón de actos. Tampoco fue el decano, sir Raymond Carr, quien presentó a Aznar como uno de los mejores gobernantes de la historia de España. Fue el propio organizador del acto, el investigador de St. Anthony y director del Centro de Estudios Europeos, Timothy Garton Ash, el historiador del presente que mejor ha seguido la transición del comunismo a la democracia en la Europa central y oriental y que ahora, con el proceso de unificación, ha visto cómo su objeto de estudio se convertía simple y llanamente en Europa entera.

El Consejo Europeo de Sevilla, que cerrará el semestre de la presidencia española de la UE, tendrá como tema estelar la inmigración

Garton Ash invitó a Aznar para ver si conseguía extraer del presidente español un discurso que hiciera época sobre el futuro de Europa, al estilo de otros discursos que han marcado la agenda de los debates europeos. Al terminar la lectura, Garton Ash expresó su admiración por la claridad, el pragmatismo, el realismo y la fuerza de convicción de Aznar. Pero pocas cosas quedaron claras sobre cómo debía ser esa Europa del futuro. Aznar se adhirió a la propuesta de Blair y de Chirac de una presidencia estable del Consejo Europeo, a cargo de un ex primer ministro -él mismo o Blair podrían cumplir los requisitos en su día-, y lanzó una propuesta imaginativa, que ha sido recibida con glacial indiferencia por su escasa coherencia y calibre: se trataría de dar al Consejo Europeo la capacidad de disolver el Parlamento a propuesta de la Comisión.

La prueba del impacto de la conferencia de Aznar sobre el futuro de Europa fue su nula resonancia en los medios. El único asunto que mordió en la agenda del día fue, una vez más, la inmigración. Aznar aprovechó su viaje a Oxford y su encuentro con Blair para pedir que Europa se blinde contra la inmigración ilegal.

La inmigración en general, sin especificaciones, es el elemento constante e incluso mayor de todas las ecuaciones políticas que vienen circulando en los últimos meses. Desde el propio Gobierno se ha establecido una relación directa entre inmigración e inseguridad. Los resultados electorales en Holanda, Francia y Dinamarca en los meses recientes, y mucho más atrás en Italia y Austria, se refieren a la inmigración. Hasta el punto de que se ha construido ya un esquema que establece relación de causa y efecto entre el laxismo que se le supone a las izquierdas derrotadas o por derrotar y la ascensión de la extrema derecha. La conclusión no puede ser más clara: el Consejo Europeo de Sevilla, que cerrará el semestre de presidencia española de la UE, tendrá como tema estelar la inmigración. Cuatro países, entre los que se encuentra España, ya han anunciado modificaciones legales para endurecer la entrada de inmigrantes. En el caso español, será la tercera ley de inmigración que se hará con el PP en el Gobierno. Para evitar que Europa 'sea un coladero permanente', según Aznar.

Eje del mal

Tras el 11-S, la Casa Blanca designó al enemigo, al eje del mal: el terrorismo islamista. Silvio Berlusconi y Oriana Fallaci han insistido en señalar al islam como civilización supuestamente atrasada e incapaz de adaptarse a la modernidad y a la democracia. Desde el Kremlin, las cosas tienen un color similar debido a Chechenia y a la oportunidad de ligar una nueva y privilegiada relación con Washington, suministro de petróleo mediante. El primer ministro israelí, Ariel Sharon, lo dijo el 12 de septiembre -Arafat es el jefe de Al Qaeda en Oriente Próximo-, y tras la pausa que necesitaba EE UU para echar a los talibanes de Afganistán ya ha conseguido imponer en la práctica su punto de vista: ahora, para Washington, el terrorismo palestino en nada se diferencia del terrorismo de Bin Laden.

Garton Ash ha escrito en estas mismas páginas a favor de debatir sobre el conflicto que aupó electoralmente a Pym Fortuyn. 'Se trata del debate sobre el mínimo grado de adaptación que tenemos derecho a exigir a las comunidades de inmigrantes -especialmente las musulmanas- en culturas de acogida que suponemos cívicas y liberales'. Garton Ash tiene algunas respuestas. 'Es un debate necesario', escribía, 'que debe realizarse con la máxima sensibilidad. Ahora bien, sensibilidad no quiere decir autocensura. Éste [el Reino Unido] es un país libre y decimos lo que pensamos. Se trata más bien de considerar a las minorías de las que hablamos, desde el primer momento, como participantes de pleno derecho en este debate. Sólo cuando dejemos de llamar a los inmigrantes ellos podremos empezar a pensar en serio en nosotros'.

Y entonces, ¿contra quién se construye Europa? La respuesta de Aznar fue, como mínimo, curiosa: 'Si yo fuera un cautivo de lo políticamente correcto diría que contra nada ni nadie. Pero como ya voy de retirada digo que contra nosotros mismos. Europa es una garantía contra nosotros mismos'. Hubo un ¡uf! de alivio en boca de algunos asistentes. Y la sensación general de que se había salido, hábil y correctamente, por la tangente.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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