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'Tenemos demasiados problemas de integración para resolverlos solos'

Asociaciones de inmigrantes lamentan la falta de ayuda institucional existente para resolver y estudiar las situaciones que surgen fruto de la convivencia de los extranjeros

Hace dos semanas, el antiguo cauce del río Turia fue el lugar elegido para celebrar un campeonato de fútbol muy particular. El acontecimiento deportivo servía para poner fin a una jornada contra 'la criminalización de extranjeros' por parte de la Administración, según la asociación de inmigrantes ecuatorianos Rumiñahui. Esta organización, después de un encierro simbólico en el casal Jaume I de Russafa -el barrio en el que más evidente es el impacto de la inmigración- optó por el deporte para llamar a atención sobre 'la manipulación de los datos oficiales sobre la delincuencia' y reclamar más facilidades para permitir la reagrupación de los inmigrantes.

Ayer Rumiñahui se decantó por el lado lúdico-cultural. A primera hora de la tarde, organizó la fiesta de la integración infantil, aprovechando los locales que la fundación Centro de Estudios para la Integración Social y Formación de Inmigrantes tiene en el antiguo colegio de los Jesuítas. A partir de las 21 horas, los juegos infantiles direron paso al Baile de la Integración y la música de baile alternó con grupos folclóricos sudamericanos.

El deporte sirvió para poner fin a una jornada contra la relación entre delitos e inmigración
La llegada masiva de extracomunitarios ha supuesto una profunda transformación social

A lo largo del último año, los actos públicos de esta asociación de ecuatorianos ha aumentado su proyección de forma paralela al aumento de peso de estos inmigrantes en la sociedad valenciana. Pero no son los únicos. La Asociación de Inmigrantes Marroquíes Al-Amal es otra de las entidades más destacadas, especialmente en la integración a pie de calle. Su portavoz, Boughaleb Mimi, ya ha perdido la cuenta de las veces que han intervenido como mediadores en conflictos -'más por falta de entendimiento que otra cosa'- entre vecinos o padres y profesores. 'El padre de un magrebí considera inconcebible que el profesor de su hijo quiera habler con él y puede reaccionar de forma inadecuada', comenta. Para acabar con estas situaciones, están desarrollando un programa de intervención escolar, que ha contado con una pequeña ayuda de La Caixa, ya que la integración de los hijos provoca en ocasiones choques culturales con sus padres, a los que les cuesta mucho más adentrarse en a cultura occidental. En un plano más teórico, participan también en un estudio sobre la inmigración magrebí en Valencia, que realiza la Universidad de Valencia y la de Mequinenza.

Mimi lamenta que frente a los obstáculos lingüísticos, culturales y económicos que han de hacer frente, a los que, por si fueran pocos, se suma el recelo despertado tras los atentados del 11 de septiembre, los mayores impulsos de integración los realizan las propias organizaciones de inmigrantes. 'Tenemos demasiados problemas de integración como para poder resolverlos solos', señala.

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En la provincia de Alicante, el impacto de la inmigración no es menor. Por detrás de Madrid y Barcelona, es la tercera provincia en número de extranjeros, una cantidad que se ha duplicado en los dos últimos años, según un estudio elaborado por Carlos Gómez, sociólogo y profesor de la Universidad de Alicante.

Las organizaciones sociales que trabajan con inmigrantes coinciden en afirmar que la llegada masiva de extracomunitarios en el último año ha marcado el inicio de una profunda transformación social de la provincia, donde los provenientes de fuera de la UE (54%) supera por vez primera a los comunitarios (46%), según datos recabados por Gómez. Respecto a su integración, el director de la Fundación Alicante Acoge recalca que su aceptación social está en función de si son 'residenciales' -como llama a los ciudadanos de la UE que llegan a la provincia para mejorar su bienestar- , y 'económicos' -en referencia a los extracomunitarios que llegan a la provincia en busca de un empleo-. En definitiva 'su capacidad económica determina su aceptación social e, incluso, la aceptación política'. Así, la posibilidad adquisitiva de los primeros les permite vivir 'donde quieren y como quieren', recalca Gómez. Por ejemplo, las urbanizaciones de ingleses en Altea, las de alemanes en Benissa o las de rusos en Torrevieja que cuentan con espacios residenciales propios y autónomos, diferenciados mediante símbolos nacionales como banderas y rótulos. Su integración con la población autóctona es escasa y se comunican mayoritariamente en su idioma natal. Sin embargo, continúa Gómez, el grado de aceptación social es opuesto en el caso de los inmigrantes extracomunitarios, procedentes en su mayoría del Norte de África, Suramérica y los países del Este, que sí tratan de integrarse.

En Castellón, hay dos bloques de inmigrantes muy diferenciados, magrebíes y ciudadanos del este de Europa, fundamentalmente rumanos. Estos últimos son los que están más organizados, y cuentan con la presidenta de la asociación Países del Este, Ángela Placsintar, en el Foro de la Inmigración de la Generalitat. Placsintar diferencia entre los recién llegados y aquellos que levan más tiempo en la Comunidad, que se encuentran mucho más integrados 'y pretenden que se les confundan con los españoles'. Aunque advierte 'la integración no pasa por el olvido de las raíces'.

Este reportaje se ha elaborado con información de María Fabra, Rebeca Llorente y Jaime Prats

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