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LA CRÓNICA
Columna
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Libros de cara a la pared

Seguro que todos los que alguna vez han paseado por París -y los que no, lo han visto en el cine- han reparado en las casetas de libros de segunda mano, los famosos bouquinistes, que bordean el Sena cerca del Boulevard Saint-Michel. La tradición les viene de un librero que, si mal no recuerdo, en el siglo XVII plantó por primera vez su caseta al lado del río. Como el éxito de ventas fue rotundo, le imitaron otros libreros, y así quedó instituido ese mercado permanente de libro viejo que es ya una parte intrínseca de la capital francesa.

No es tan seguro que todos los que alguna vez han paseado por la calle de la Diputació de Barcelona, justo detrás de la universidad, recuerden las cuatro casetas que aún siguen en pie y que ofrecen también libros de segunda mano (aunque su oferta va un poco más allá del, digamos, libro culto). ¿Dónde están los tiempos de gloria en que la calle de la Diputació albergaba 20 quioscos? Según Manel Marcos, uno de los libreros que aún viven del negocio, el problema es la falta de sensibilidad del Ayuntamiento, que no saca a subasta la caseta cuando un librero cierra por jubilación. 'Lo que el Ayuntamiento quiere es que esto desaparezca y la manera de conseguirlo es esperar a que todos nos vayamos'. Los quioscos son propiedad municipal y cada librero paga un canon trimestral. Cuando alguien decide cerrar, la caseta se retira inmediatamente. Ahora sólo quedan cuatro. Manel Marcos heredó el negocio de su suegro y tiene dos hijas que posiblemente continuarán con lo mismo, pero las perspectivas no son muy halagüeñas para el futuro del mercado, que tiende a desaparecer.

Junto al muro de la universidad, el mercado Antoni Palau de libro viejo pugna por sobrevivir

El Mercat Antoni Palau, que es como se denominan esas cuatro casetas, empezó en 1902 cerca de las Drassanes, exactamente delante de Santa Mònica. Eran tiempos de esplendor: pocas ciudades europeas podían presumir de un mercado de libro antiguo y Barcelona era una de ellas. El nombre de Antoni Palau le viene de un librero de viejo muy conocido en Barcelona, que tenía su tienda en la calle de Sant Pau -desaparecida tras su muerte- y autor del Manual del librero, la biblia de los del sector, que consta de más de veinte volúmenes.

En 1967 se abrió una boca del metro de Drassanes en el lugar donde estaba el mercado y los libreros se trasladaron a la calle de la Diputació, entre Balmes y Aribau. Era la zona idónea porque estaba cerca de la universidad y de la calle de Aribau, que ha tenido siempre tradición en esta clase de libros. Primero las casetas estaban adosadas a la misma pared de la universidad, pero el Ayuntamiento obligó a separarlas argumentado que los desaprensivos podían saltar de la calle al jardín universitario. Esta resolución no favoreció en absoluto a los libreros, que se vieron instalados, de golpe y porrazo, de cara a una pared y de espaldas a la calle. Tampoco están muy contentos de depender del Instituto Municipal de Mercados, que los considera vendedores de la Boqueria, ya que su primera ubicación en Drassanes los ligaba a ese mercado. 'Si tenemos alguna queja o algún problema nos toca hablar con el director de la Boqueria, como si vendiéramos pollos o plátanos', dice Manel con ironía. '¿No sería más razonable entendernos con el distrito de barrio al que pertenecemos?'. Pero parece que, por parte del Ayuntamiento, no hay muchas ganas de cambiar nada.

Cuenta Manel Marcos que deberían proteger este tipo de negocio porque el librero de viejo rescata patrimonio de bibliotecas particulares que en otro caso se vendería a los traperos como papel. Precisamente mientras hablo con Manel se presenta una señora. 'Tengo la casa llena de libros y los quiero vender. ¿Usted me los compraría?'. 'Los tengo que ver', responde él. Manel tiene clientes fijos: médicos, abogados, coleccionistas... aunque no se nota mucho la proximidad de los universitarios porque, dice, no compran nada. También comenta que puede vivir 'justito' de este negocio, pero que los libros, en general, pasan por un mal momento. Por suerte les queda la Fira del Llibre Vell del paseo de Gràcia, la del Portal de l'Àngel y la de Figueres, que cada 3 de mayo les invita. Venden desde enciclopedias hasta libros de texto, pasando por novelas, revistas... Pero yo, de repente, me doy cuenta de que tomo mis apuntes encima de un culo inmenso o, más concretamente, encima de un Private de segunda mano. Prefiero no pensar mucho en cómo utilizó el primer dueño -o dueña- la mencionada revista y le pregunto directamente a Manel si el mercado del porno de segunda mano tira más que la literatura de segunda mano. Veo que no le gusta el tema y asegura que no permitirá que el fotógrafo le saque el material porno en el diario. 'Somos libreros de viejo, pero hemos acabado vendiendo también revistas y vídeos porno porque de algo tenemos que vivir. No es lo que queríamos'. Lo mismo me comenta otro librero, Julio García, de Books Factory, que no esconde todo ese material ni tampoco su desencanto por el negocio. 'Eso se vende bien, porque ya ves lo que pasa con los libros: las librerías de más tradición se han cerrado: Happy Books, la Llibreria Francesa, Cinc d'Oros...'. El señor Marimon, otro de los libreros, lo ve todo tan negro como sus vecinos. Los peatones siguen pasando por las casetas y miran de reojo o atacan directamente el arsenal que allí se muestra.

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