¡Adiós, niños, adiós!
Soy un padre, miembro del consejo escolar del colegio concertado Sagrada Familia, de Madrid, en Moratalaz, y quiero llevarle las lágrimas que recogí ayer en el patio de nuestro colegio de los padres y madres (los hombres también lloran) a la puerta de la Consejería de Educación de la Comunidad Autónoma de Madrid, y regar los papeles del señor consejero con algo de sentimiento y de equidad.
Los romanos de la historia de mi tiempo (tengo 44 años) tal vez no sean los romanos que usted ha estudiado. Los míos crearon la leyenda de Procusto.
Había personas cuadriculadas que querían cuadricular el tamaño de las piernas de seres humanos para que cupieran en sus 'cálculos'.
Los cálculos educativos para la admisión de alumnos en lº de enseñanza primaria en los colegios concertados exigen que se reserven nueve plazas para hipotéticos alumnos que a lo largo del curso puedan necesitar plaza, más 10 plazas para posibles desplazados que supuestamente pudiera haber a lo largo del curso. Bien hasta aquí.
Diecinueve plazas son muchas plazas en la reserva y suponen que 19 niñas y niños que como 19 lunas y soles han cursado los tres años de educación infantil en nuestro colegio por imperativo legal lo abandonen en el próximo curso. Ayer salieron las listas y 19 familias lloraron allí mismo, y están llorando esta noche pensando cómo van a decirle a su niño o a su niña, que lleva tres años en lo que ya llama su colegio, que a la vuelta del verano hay que coger el petate educativo y echarse a la carretera.
No sé quién ha fallado, porque se pasan la bola de la consejería a los centros concertados y no se ve quién mete la pierna en cada momento en este partido de despropósitos que es el Partido Popular. Pero está claro que a usted, señor Carlos Mayor Oreja, le falta muy poco para meter la pata.
Procure usted no meterla, señor consejero, olvídese de lo jurídico y vaya a lo que es justo y equitativo, incluso piense en los votos que se le pueden escapar a su partido.
¡Aguante usted! Permita que, como decía Julio Iglesias, 'la vida siga igual' hasta que el concierto educativo cubra la etapa infantil, porque 'las obras quedan, las gentes se van...'.
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