Lejos de casa
Padres, monitores y alumnos hacen balance sobre la utilidad de los viajes de estudios estivalesPadres, monitores y alumnos hacen balance sobre la utilidad de los viajes de estudios estivales
Cuando Mar Gené, de 17 años, vio dónde le iba a tocar vivir en Boston durante un mes se quedó petrificada. 'En cuanto entré supe que no me quería quedar allí. Era una caravana y había comida y hormigas por el suelo', recuerda esta joven menuda y bonita. Así que no esperó a deshacer las maletas para llamar a la monitora y salir cuanto antes de allí. Salvo el primer mal trago, su experiencia en el extranjero le salió bien. Tanto que el pasado verano volvió a repetir y se fue a San Francisco a pasar un mes. Sólo sufrió un percance: el 11-S le obligó a retrasar el vuelo. Pero fue un problema ajeno a la organización.
'Lamentablemente los casos escandalosos son los que más se oyen. Pero es de lo que menos hay', asegura el presidente de la Asociación Española de Promotores de Cursos en el Extranjero (Aseproce). Y Sara Martos, que a sus 22 años ha estado tres veranos en el extranjero de alumna y cuatro de monitora en Dublín con Kells College le da la razón: 'No, no hay grandes horrores. El mayor problema que puede haber es que a lo niños les cueste acostumbrarse a la comida o que los de 11, 12 o incluso 13 años que no hayan salido ningún año echen de menos a sus familias al principio'. Eso, y algún malentendido idiomático como un chaval que entendió que su familia irlandesa le estaba ofreciendo costo en vez de natillas (custard, en inglés).
'Te despendolas un poco cuando no están tus padres: comienzas a fumar y a beber'
'Lamentablemente, los casos escandalosos es lo que más se oye y de lo que menos hay'
¿Aprovechan los jóvenes el verano cuando salen a estudiar? Hay respuestas para todos los gustos. 'Hombre, yo creo que es más lo bien que te lo pasas y la gente que conoces. Aunque es verdad que aprendes cosas', comenta Mar. Sara es más optimista: 'La verdad es que sí que aprendes. Lo veo por mí misma y por los chavales a los que acompaño todos los veranos. Al principio llegan a una tienda y no saben ni qué decir y, al irse se desenvuelven bastante bien en inglés'.
Jerusalem Araus, en cambio, mandó a sus dos hijos a un curso en Cantabria; luego dos años seguidos al extrajero y nunca más. 'En Cantabria fue un cachondeo. Los niños volvieron sabiendo una cancioncita de fin de curso. E ingenuos de nosotros diciéndole a la abuelita: 'mira, el niño sabe inglés', recuerda. Los dos años en Irlanda tampoco le parecieron una mejor inversión. 'Es cierto que si mandas a los hijos 10 años algo aprenden, pero cuesta un pastón para que luego estén en clase rodeados de españoles. Sinceramente, creo que es mejor mandarles un año a estudiar fuera', mantiene.
Otra de las cuestiones que suele preocupar a las familias es quién va a controlar a sus hijos. Porque a veces ocurre que los adolescentes se desmadran ante la falta de la autoridad familiar. 'Desde un principio dejamos claro que ni se les ocurra robar en un gran almacén', dice Isabel Rodríguez Gómez, de 21 años, quien relata en qué consiste su labor en verano: 'Yo soy para ellos como sus padres durante el tiempo que están fuera. Si están enfermos les acompaño al médico. Si tienen algún problema con las familias lo intento solucionar. Y luego voy siempre con ellos cuando hacemos actividades por la tarde. Es un trabajo de mucha responsabilidad'.
Sara reconoce que con los jóvenes de más de 16 años pero todavía menores de edad puede ser más complicado. 'Hay que atarlos corto', ironiza. 'Y dejarles muy claro, por ejemplo, la hora a la que tienen que volver a casa por la noche. Hay que llamarles y recordarles que esto no es España, donde hay mucha más vida en la calle. Pero nunca hemos tenido ningún problema serio. Como tampoco nos ha ocurrido algo que se oye mucho: que robaran a algún niño en la calle'.
María, nombre ficticio, se fue a EE UU con 13 años. Y es un claro ejemplo de que hacer un curso fuera sirve para algo más que para aprender inglés, alemán o francés: 'Los españoles tienen mala fama en el extranjero y con razón. La verdad es que te despendolas un poco cuando no están tus padres: empiezas a fumar, bebes alcohol, aunque esté prohibido hasta los 21 años. Y las fiestas que se hacen en casas privadas son un descontrol total'. ¿Robaste? 'Hombre, pues claro, hasta en la ONU, no te voy a decir que no. Y era muy fácil', recuerda.
Sin embargo, hay una cosa cierta: 'Algunos niños llegan el verano y luego, cuando les toca irse, se ponen a llorar también de lo bien que se lo han pasado', asegura Elizalde. Y a la vuelta son mucho más comunes las pequeñas anécdotas que los grandes problemas que no hayan podido solucionar sin ayuda de papá y mamá.
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