El infierno de los anabolizantes
'Sports Illustrated' desvela la epidemia de esteroides en el béisbol
El deporte profesional de Estados Unidos, la forma en que se organiza, disputa y genera millones de dólares de beneficio, es para muchos dirigentes españoles y europeos el ejemplo que debería guiar sus negocios en casi todos los asuntos, incluidos algunos tan espinosos como el dopaje. Todo el poder para las Ligas, reclaman; allí no hay problemas de dopaje, proclaman; el futuro es la autorregulación. Viva el espectáculo.
El espectáculo es, en béisbol, los home runs, las bolas lanzadas a 100 millas por hora por brazos monstruosos con efectos endiablados golpeadas y lanzadas fuera del estadio por bateadores con brazos monstruosos y una prodigiosa coordinación mano-vista.
El bésisbol, el deporte de los tradicionales, languidecía, vivía una grave crisis, hasta que hace unos años aparecieron Mark McGwire, Sammy Sosa o Barry Bonds, una explosión de sluggers que comenzaron a batir marcas. El récord de home runs de la temporada se ha batido dos veces en los últimos cuatro años, y seis veces se ha superado la marca de 60 home runs por año. Los técnicos lo achacan a la mejora de los materiales, a los mejores entrenamientos, al uso de la alta tecnología, al achicamiento de los estadios, a unas normas más generosas, a razones de todo tipo. Añaden una más: los jugadores de béisbol son cada vez más grandes, cada vez más fuertes y más rápidos. En 1991 el jugador medio pesaba 90 kilos; 10 años más tarde pesaba 96. Más peso, si la ganancia es muscular, significa más fuerza, y más fuerza equivale a más velocidad.
La sospecha del uso de anabolizantes esteroides, sustancias que, combinadas con el trabajo en el gimnasio, aumentan artificialmente la masa muscular de sus usuarios, y de hormona de crecimiento, otro medicamento que ayuda a la eliminación de grasas y al desarrollo corporal, era más que un rumor. Mark McGwire, el anterior récordman de home runs admitió recurrir a androstenedione, un pariente de los anabolizantes, en su carrera. La temporada pasada, asediado por las lesiones, se retiró prematuramente.
Hay jugadores que han engordado siete kilos de un año para otro, y que dicen que es porque se han entrenado mucho, pero no. 'Les miras a la cara y ves cómo han cambiado físicamente, cómo les ha crecido la mandíbula, los pómulos. Eso no lo hace el entrenamiento', dice Chad Curtis, un jugador retirado. 'Eso es la hormona del crecimiento'.
La confirmación de los rumores la llevó la semana pasada a su portada la revista Sports Illustrated, que en una rigurosa investigación sobre el uso de anabolizantes incluía la confesión de Ken Caminiti, mejor jugador de la temporada 1996, ya retirado. 'Sí, en 1996, cuando me lesioné, recurrí a los anabolizantes para recuperarme, y seguí utilizándolos después', dijo Caminiti. 'Y no me arrepiento. Y tampoco aconsejaré a otros que no lo hagan. Todo en el juego es dinero. Un chico se saca 252 millones de dólares, así que no le puedo decir 'no lo hagas', no cuando el tipo de al lado es tan grande como una casa y te va a quitar el trabajo y llevarse el dinero'. Caminiti fue más allá: 'Y creo que al menos la mitad de los jugadores de las grandes ligas recurren a los anabolizantes. Hablan de ellos. Bromean sobre ello'.
Aunque el uso de anabolizantes está prohibido, en la MLB (grandes ligas de bésibol) no hay controles antidopaje que los busquen. En Estados Unidos sólo la NBA y la liga de fútbol americano, entre los grandes deportes profesionales, tienen un programa de controles antidopaje. El asunto puede cambiar ante la presión de la opinión pública, que puede afectar las actuales negociaciones entre el sindicato de jugadores y los propietarios de los equipos. Ambas partes son, por ahora, reticentes a negociar el asunto. 'Afecta a nuestra intimidad', dicen los jugadores para disimular la lucha interna entre usuarios y no usuarios. 'Y también hay que contar con la opinión de los aficionados, si les preguntas, seguro que te dice que no les importan los anabolizantes, que lo que quieren es ver a un jugador mandar la bola a dos kilómetros de distancia o lanzarla a 180 por hora'.
Los anabolizantes son malos para la salud, pueden provocar problemas cardiacos y hepáticos, suben el colesterol, aumentan la agresividad, disminuyen el tamaño de los testículos e impiden la formación interna de la testosterona. Son todos ellos, problemas a largo plazo. Pero no es el único daño que producen.
'El béisbol ha sido siempre un deporte de atletas ligeros y ágiles', explica el traumatólogo de Alabama James Andrews. 'Pero eso ha cambiado en los últimos 10 años: ahora hay una gran cantidad de lesiones musculares, de tendones y ligamentos, que no pueden soportar la tensión, la fuerza, de unos músculos tan desarrollados. Y todo ello, los jugadores más grandes, el aumento de lesiones en más de un 20 %, debido al uso de anabolizantes y suplementos nutritivos'.
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