Velocidad de los concursos
Festivales
A saber por qué tantos festivales de la canción son una mezcla estruendosa de horterismo y patrioterismo de aldea y mala sombra. La canción mueve muchos millones, pero el cine no es un mal negocio, y ahí están festivales como el de Cannes, el de Venecia o el de San Sebastián. Claro que los Rolling o Elton John, Bob Dylan o Brian Ferry jamás competirían en un concurso del tipo de un millón para el mejor, cosa que curiosamente sí hacen, aunque por otras razones, cineastas de tanto nombre como Roman Polansky o Robert Altman, Martin Scorsese o Ken Loach. Lo cierto es que apenas cumplan los bolos del verano nadie se acordará de Rosa, Chenoa, Bisbal, Bustamante y toda esa tropa de comepantallas a la que casi todo un mundo -en abusivo alarde de familiaridad que anhela una complicidad ilusoria- ha designado por su nombre de pila durante unos cuantos meses.
Teatros
Ya tenemos otra vez la de todos los veranos. Mucha Irene Papas para fardar, algo de Ronconi para figurar, grandes proyectos emblemáticos sin presupuesto ni definición para ver qué va cayendo, y a la hora de la verdad ocurre que los teatros institucionales echan el cierre en los primeros días de junio para no alzar el telón hasta el Día de Difuntos, algo nunca visto en las ciudades de nombre. O bien suponen que la afición escénica es por aquí más bien escasa, hipótesis que obligaría a cerrar más de una sala y a dejar los emblemas mastodónticos para mejor ocasión, o bien no les importa para nada una afición que se queda durante medio año sin su teatro favorito. No se trata sólo de la endémica infrautilización del escenario del Teatro Romano de Sagunto, aunque sería ya bastante, sino de sugerir que sólo el pleno empleo de lo que se tiene a mano garantiza la seriedad de los planes de ampliación del negocio.
Academias
Que un tercio más o menos de nuestros flamantes académicos prefiriera ausentarse el otro día de una pleno a la hora de votar un asunto delicado tal vez debería bastar para que se dieran por cesados si se repiten los novillos en hora punta, ya que no se les paga para eso. El escritor y ahora académico Josep Palomero sabe lo que dice al afirmar que se trata de un asunto extraacadémico, es decir, político, como si la creación misma de la AVL no obedeciera a cuestiones extraordinariamente políticas. Algo más difícil de entender es su afirmación de que no 'está en el seno de la Acadèmia el disenso' (curiosa sintaxis, dicho sea de pasada, en boca de académico), porque si hasta siete de sus representantes se largan en el momento decisivo será por algo que también está en el seno, el regazo o las extremidades de la joven institución, todavía niña en las avezadas artimañas del Consell. Si se va a reproducir en cada votación determinante la situación que llevó a pactar su nacimiento, estaremos jugando siempre al siete, catorce, veintiuno.
Huelgas
El presidente Aznar se toma la convocatoria de huelga como la derecha del noventa y ocho se tomaba el problema de España, como algo personal y muy doliente, más próximo al engorro del dolor de muelas que al gélido raciocinio de las grandes cuestiones de Estado. No hay razón alguna para mover al personal con una huelga, ya que el decreto que reorienta la situación de los parados no va a perjudicarles en nada, antes al contrario, pues que mirando por ellos se hace. Como no se entiende para qué demonios se enfangan en un decreto ley que no introduce cambio alguno en su ámbito de aplicación, tampoco queda claro en qué puede dañar a España como idea o creencia una huelga que se hace contra medidas concretas de uno de sus gobiernos pasajeros y no contra la patronal directamente. Una novedad, por otra parte, digna del mayor interés.
Otros
Harold Bloom no es precisamente un picaflores literario a lo Fernando Sánchez Dragó, de manera que cuando a nuestra Consejeria de Cultura se le pone a tiro aprovechar su presencia en Valencia para celebrar algún acto de postín, no le puede ofrecer el papel de telonero en la presentación de un libro sobre Wallace Stevens traducido por Jenaro Talens e ilustrado por Miquel Navarro. El vuelo excede el ala. Se supone que quienes de ese modo sugieren semejante humillación hacia uno de los grandes estudiosos de la cultura escrita occidental de nuestro tiempo, o bien ignoran quién es ese voluminoso señor, cosa nada de extrañar por esos despachos, o bien no acaban de tener claro el monto de impactos mediáticos que podrían obtener a cambio de la gracia pinturera de la foto. A fin de cuentas, ese no invitado es poco más que un experto en Shakespeare, flanco cubierto con creces por el profesor Conejero.
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