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Columna
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El reto

En poco tiempo han aparecido en Barcelona y Madrid varios libros importantes sobre la realidad empresarial española, que ahondan en su faceta sociológica y en sus inevitables relaciones con los circuitos políticos. Los círculos de poder -empresarial, financiero, económico, religioso o político-, están abocados a entenderse entre sí y de alguna forma terminan haciéndolo.

Las razones no son otras que las que se derivan de una cargada atmósfera entre la empresa, la política, la universidad y los medios de comunicación. Desconfianzas y posicionamientos arrogantes de control y poder, han impedido, a lo largo de varias décadas, que las opiniones y las reivindicaciones se manifiesten con libertad. Y todos sabemos que hay procedimientos más o menos sutiles para coartarla.

Hace unos años, el desaparecido pensador y político liberal Ramón Trías Fargas escribió que hace falta favorecer a la clase media mayoritaria ante la constante coacción que trata de empujar, por el terror físico o moral, a esta mayoría de buena fe a unas fórmulas muy dispares, pero que todas se basan en el antagonismo social y el autoritarismo. Desgraciadamente estas consideraciones hoy están de máxima actualidad con la eclosión de la extrema derecha en Europa. Y la guerra irreconciliable entre extremos -como reconocía Trías Fargas- es una simplificación excesiva de la sociedad que sólo puede convenir a los extremistas de uno u otro lado.

La Comunidad Valenciana, desde este fin de primavera al otoño 2002, va a entrar en la carrera preelectoral y nos encontramos con un desafío que habrá de resolverse en su desarrollo. El dilema se plantea entre seguir, como hasta ahora, con un planteamiento maniqueísta entre buenos y malos, entre dóciles y rebeldes o entre retrógrados y avanzados; o la otra alternativa que nos aproxima a una sociedad plural, culta y tolerante, donde todas las concepciones tengan cabida y la elemental capacidad de expresarse.

Este es el reto que tienen ante sí las fuerzas políticas y muy especialmente las mayoritarias. Es estimulante y motivadora la posibilidad de impulsar una sociedad que pueda hacer frente a su porvenir desde la realidad y la libertad. Y no hay nada más próximo y consustancial con los empresarios que el concepto de libertad. No hay forma de superar las dificultades y las situaciones adversas más que partiendo desde la cruda realidad. Es muy peligroso construir las bases de un país moderno partiendo de una configuración interesada. Cuando una iniciativa empresarial, un proyecto político, o una feria no funcionan como nos gustaría que lo hicieran, es porque no se corresponde con las necesidades de los ciudadanos o de las propias empresas. Y la responsabilidad no sólo es de los demás, sino, sobre todo, de nosotros mismos.

Los empresarios van donde perciben expectativas ciertas de negocio. Que tendremos que saber transmitir adecuadamente. Del mismo modo los ciudadanos aspiran a sentirse representados por personajes políticos que dignifican los cargos y enaltecen la sociedad a la que sirven. Y quien lo consiga habrá superado un reto fundamental que tiene planteado la Comunidad Valenciana en un horizonte a medio y largo plazo.

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