Una parada gastronómica entre Madrid y A Coruña
PACO RUBIO, antiguo 'chef' del hotel Palace, cumple tres años en su local leonés de La Bañeza

A unque sólo sea para degustar la cocina de este restaurante, merece la pena parar en La Bañeza (León). A pesar de que se trata de uno de los establecimientos más sugerentes de los que jalonan la nacional VI entre Madrid y A Coruña, aún no ha sido descubierto por el gran público que la transita. Es cierto que el local no se encuentra a pie de carretera, pero anda bastante cerca de la ruta. Justo cuando se cumplen tres años desde la fecha de su apertura, Paco Rubio, cocinero y propietario, atraviesa su mejor momento de forma.
En un pequeño pero luminoso comedor, decorado de forma sencilla, sirve recetas de mercado, entre regionales y modernas, de una elegancia discreta. Platos desprovistos de sofisticaciones, que dejan traslucir su profundo conocimiento de la alta cocina clásica y de los refinamientos propios de algunos hoteles europeos del pasado siglo. No en vano durante 20 años Rubio ejerció de jefe de cocina del hotel Palace madrileño, y bajo sus órdenes operaron brigadas enteras de marmitones y jefes de partida.
PACO RUBIO
6,5. Astorga, 65. La Bañeza (León). Teléfono: 987 64 10 81. Cierra las noches de los martes. Precio: entre 30 y 35 euros. Menú degustación, 33 euros. Pucherete del páramo, 5,70 euros. Escalope de merluza en salsa verde, 13,22 euros. Capón de corral en pepitoria, 9,61 euros. Ponche bañezano, 3 euros. Pan ... 7,5 Café ... 4 Bodega ... 6 Ambiente ... 6,5 Aseos ... 6,5 Servicio ... 6,5
Ahora, en su nuevo refugio, ya medio retirado, guisa en exclusiva para sus clientes y amigos, pero solamente aquello que le apetece. Hasta tal punto es así, que la carta la componen un puñado de recetas y cuatro postres. El comensal se sorprende con cosas que ya no se estilan. Salsas livianas que se estiran hasta lo inverosímil, fruto de reducciones complejas y elaboraciones parsimoniosas, como una cumberland auténtica, o una salsa de verduras con carnes y huesos de altísima escuela. Rubio trabaja con materias primas nobles escogidas en el entorno o en lugares distantes.
Quien visite la casa por vez primera no debe dejar de probar la tarrina de salmón ahumado a la mantequilla de anchoas, mucho más ligero que antaño. Ni pasar por alto el foie-gras casero, otro entrante para compartirlo. Y para abrir boca, la suculenta cecina de León, en compañía de lascas de jamón ibérico, con unas genuinas patatas suflés doradas y crujientes. Entre tantos aciertos no se entiende que el pucherete de alubias de La Bañeza, de sabor espléndido, aparezca cubierto de una película de grasa roja. ¿Por qué no se desengrasa para dejarlo más ligero? Defecto que se repite en los soberbios medallones de merluza a la salsa de pesto, de armonía dudosa y que están también sobrados de aceite. Con las carnes, Rubio vuelve a reencontrar el camino. Si el capón de corral en pepitoria, de sabor poderoso y azafranado, es un puntazo, el solomillo de cebón salteado no le va a la zaga.
PANES Y POSTRES
EL CARÁCTER familiar de este local se aprecia en cada uno de los detalles que afectan al cliente, empezando por la vajilla, los manteles y el servicio de mesa, aspectos que se cuidan con esmero. De la organización de la sala se ocupa la esposa de Paco Rubio, Angelines Alfayate. Dentro de la cocina, pertrechada con importantes adelantos tecnológicos, se encuentra un gran horno abovedado de ladrillos refractarios ideal para asar corderos o grandes piezas de carne, previo encargo telefónico. Valiéndose de ese receptáculo, Rubio elabora a diario el pan de mesa, así como el exquisito pan de pasas que complementa a la tarrina de foie-gras casero. Aunque el café es un punto negro -no vale nada-, los postres dan la talla dentro de un tono medio, fieles a ese estilo tradicional que caracteriza la cocina. Es delicadísimo el pastel de tiramisú al amareto, muy finas las yemas típicas de La Bañeza, que no son otra cosa que tocinos de cielo, y simplemente agradable el ponche bañezano, cilindro en el que se superponen bizcocho y tocino de cielo. En cambio, el pastel de melocotón tiene menos gracia. En la lista de vinos, escueta pero muy cuidada, hay marcas de Rioja y Ribera del Duero, principalmente, y una atractiva representación de vinos del Bierzo.
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