El corazón de lino
Isaac Bashevis Singer afirma que el novelista sólo necesita tres cosas para escribir. Un buen tema o asunto real, el deseo irrefrenable de querer escribirlo, y la convicción de que sólo él puede hacerlo con todas sus consecuencias. Al novelista no le basta en suma con encontrar una buena historia, sino que debe ser 'su historia'. Debe expresar su individualidad, su carácter, su manera de ver el mundo.
No creo que el lector de la última novela de António Lobo Antunes pueda albergar alguna duda acerca de que se cumplen en ella esas tres condiciones. Posee un argumento misterioso y conmovedor, está escrita con dolorosa pasión, y su autor es, más que nunca, fiel a su propia manera de escribir y contar. En realidad, Lobo Antunes, desde su primera novela, no ha hecho otra cosa que ser fiel a esa manera. O dicho de otra forma, concentrarse, como pedía W. Faulkner, en lo único que un novelista necesita concentrarse, en la verdad y en el corazón humano. Tal vez por eso Lobo Antunes siempre ha buscado un lector cómplice capaz no tanto de leer sus libros como de vivirlos. Un lector que viva el libro hasta el punto de llegar a pensar que le pertenece, que sólo ha sido escrito para que él lo pueda leer. Que llegue incluso a sentir celos de que otros puedan tenerlo entre sus manos. 'Un libro bueno', declara en un momento de sus Conversaciones (Siruela), 'es, en definitiva, aquel que está escrito para ti, que tú sientes como propio, y cuando alguien te habla de ese libro te pones celoso porque piensas que sólo es tuyo. Eso me sucedía mucho cuando era joven, pensaba que sólo yo conocía a Dostoievski, que sólo a mí me pertenecía. Establecía una relación personal con mi ejemplar y pensaba que el resto de los ejemplares contaban otra cosa, que eran diferentes'.
NO ENTRES TAN DEPRISA EN ESA NOCHE OSCURA
António Lobo Antunes.
Traducción de Mario Merlino
Siruela. Madrid, 2002
501 páginas. 24 euros
El tipo de compromiso que Lo
bo Antunes pide a su lector es semejante al que el poeta pide a los suyos. Y No entres tan deprisa en esa noche oscura no es sino un largo poema escrito contra la muerte. El libro está dividido en los siete días de la creación, empieza el primer día, cuando el padre entra en una clínica para ser operado del corazón, y acaba en el séptimo, cuando le dan el alta. Quien habla es siempre una chica de dieciocho años que, después comprendes que no tiene dieciocho años sino veintiocho, que está casada, que tiene un hijo... y que tiene una extraña inclinación a mezclar los hechos reales con los imaginados.
El libro es por ello un desafío permanente para sus lectores, pues nada es en él lo que parece. Se trata de una novela sobre la novela, donde los personajes, la muchacha que habla, su padre, su tía, sus abuelos, su propio pasado, se van construyendo y deconstruyendo ante nuestros ojos como pasa con las imágenes de los sueños. Recuerda a una de esas casas con un fantasma dentro. Vemos empañarse los espejos, los objetos se desplazan ante nuestra vista, hablan los retratos, los pasillos se llenan de ruidos de pasos, hasta que nos damos cuenta de que toda esa actividad, toda esa vida cambiante y diversa que se despliega ante nuestros sentidos, no encubre sino las tentativas de un único fantasma por hacerse presente, y hacernos llegar su historia. 'Bastaba que me tocasen levemente, que me rozasen con un simple dedo para que los pedacitos de los que me sentía hecha se desparramasen por el suelo, bastaba que dijesen mi nombre para quedarme muerta allí mismo, una hoja, un insecto que cualquier brisa de ventana arrastraría consigo'. Puede que este personaje femenino sea el personaje más cautivador, delicado y profundo, de todos cuantos ha concebido el novelista portugués a lo largo de su ya larga obra. Dueño de esa rara aptitud para vincular 'lo que cura con lo que hiere', que para Henry James era la razón última de la verdadera literatura. En realidad es como una esponja que va absorbiendo todo cuanto sucede a su alrededor, pero que no puede protagonizar su propia vida. Alguien para el que no existe pasado ni futuro, sino un inmenso presente que lo engloba todo, y que necesita inventar historias para encontrar de nuevo un lugar en el que vivir.
En el libro citado de conversaciones cuando su entrevistadora le pregunta a Lobo Antunes por sus recuerdos de la guerra de Angola, éste trata de desdramatizar aquella dolorosa experiencia. 'Es que aquello era muy bonito, era un país maravilloso. Se piensa que los portugueses han destruido una civilización comparable a la de los mayas. Allí no había piedra, todo estaba hecho en madera. Era todo precioso'. Ese mundo hecho de pequeñas tablas, de juncos y paredes tambaleantes es también el mundo de esta novela dolorosa e inolvidable. 'Las ganas de ser un animal de barro en el interior del mundo... la convicción de que el olor de los arriates se podía echar en un vaso y beberlo... una persona real que al decir frases reales ahuyentase los misterios'. ¿Quién puede decir cosas así? Sólo alguien que sabe que 'tal vez el sufrimiento no sea más que una gorrita cómica rumbo a la ruleta, un tacón sucio o una cama de hospital sin nadie', y que necesita creer que gracias a la imaginación la vida puede ordenarse de otra forma. Y la muerte. Antonio Lobo Antunes dedica esta novela a su primera mujer: 'A Zé, que ha de encontrar la manera de leer este libro'. Es una hermosa dedicatoria que significa el fin de esa dicotomía inicial entre mujeres y libros, haciendo que unas y otros hayan terminado por confundirse en el pensamiento de Lobo Antunes. Se escribe siempre contra la muerte, y las mujeres se mueven en la literatura como pez en el agua. Incluso muertas, piensa el novelista portugués, encuentran siempre la manera de volver.
El libro trata, en suma, de cómo
poner en el mundo un poco de cordura y amor. Es curioso que lo presida una cita de un manual de psiquiatría. 'Los locos van libres por las salas y pasillos o por las habitaciones de los hombres, sin que ello inspire el menor recelo de evasión o desorden. Incluso algunos de ellos, pertenecientes a familias distinguidas, acompañan a las visitas, hacen los honores, guardan las más suaves formas de cortesía y educación'. Es difícil no pensar que estos locos se confunden, en el pensamiento de Lobo Antunes, con los personajes de su libro. Ellos padecen lo que Chesterton llamó bellamente 'las agonías del anhelo', pero no dejan de esperarnos en la puerta de ese manicomio que es el mundo ni de llevarnos de la mano por sus tristes pasillos. No duden en dejarse conducir por ellos, aunque nunca lleguen a entender del todo lo que significa ese su deambular sin fin, ni lo que tratan de enseñarles. No entres tan deprisa en esa noche oscura se abre con un poema de Eugenio de Andrade. 'Con las aves se aprende a morir', se declara en el primero de sus versos. Luego se habla de la infancia, y que en ella 'el corazón de lino apartaba a los animales de la sombra'. Cuando terminen de leer esta dulce, tristísima e insustituible novela, sabrán que lo que ha hecho su muchacha protagonista es poner en sus manos un corazón así.
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