Europa se cierra
Los ministros de Interior de la UE, y los de 13 países aspirantes al ingreso, han debatido en Italia medidas para hacer más impermeables a la inmigración ilegal las fronteras europeas. Entre ellas figura la posibilidad de crear una policía fronteriza común, algo ya propuesto por la Comisión, y con carácter más inmediato, un ensayo para controlar mejor la extensa red de aeropuertos. El avance hacia un modelo integrado comunitario y el endurecimiento de las políticas actuales serán, con toda probabilidad, asuntos centrales de la próxima cumbre europea de Sevilla.
La reunión de Roma se ha producido al día siguiente de que la Cámara baja italiana aprobase modificaciones legales que endurecerán las condiciones exigibles a los inmigrantes para entrar al país. Y ha coincidido con el anuncio británico de una nueva vuelta de tuerca en su normativa, que incluirá la devolución inmediata a su país de origen, o a uno previo de tránsito, de todos aquellos cuya solicitud de asilo haya sido rechazada.
El fenómeno migratorio ha cobrado, presumiblemente por muchos años, un protagonismo imparable en la Unión Europea, cuya ampliación, de otra parte, llevará sus fronteras exteriores hasta el Báltico, Bielorrusia, Ucrania o Rumania. Si por razones de seguridad se había convertido en asunto prioritario a partir del 11 de septiembre pasado, su instrumentación electoral por partidos populistas o directamente xenófobos en diferentes países avanzados ha acabado por conferirle capacidad para alterar, a peor, el mapa político del Viejo Continente. Ésta es precisamente una de las justificaciones esgrimidas por el Gobierno de Blair en favor de sus draconianas propuestas.
Sobran argumentos en favor de mantener a raya la inmigración clandestina, negocio de negreros y fuente de gravísimos desajustes sociales. Pero la Europa desarrollada no puede convertirse en una fortaleza, y sus dirigentes, muchos de cuyos países necesitan más trabajadores extranjeros, deben esforzarse para no caer en una visión simplista y peligrosa sobre una de las cuestiones decisivas de nuestro tiempo. Sin un modelo mínimo sobre las condiciones de acogida a los miles de desesperados que llaman a su puerta, las medidas policiales no bastarán. Tampoco para evitar el secuestro del fenómeno inmigratorio por parte de políticos sin escrúpulos.
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