Homicidios por resolver
El 10% de los asesinatos cometidos en España no llega a esclarecerse. Pero la investigación tampoco se cierra nunca
El cadáver de Déborah Fernández-Cervera fue descubierto el viernes 10 de mayo, desnudo y abandonado en una cuneta de la carretera comarcal 550 (de Baiona a A Guarda), a 30 kilómetros de Vigo. Tenía 22 años y había desaparecido 11 días antes, durante los cuales toda la comarca vivió pendiente de su búsqueda. Las crónicas destacaban que su rostro estaba desfigurado y había sido golpeada de forma brutal. Pero tras ocho horas de autopsia, practicada por cuatro forenses, no se encontró ningún signo de violencia en el cuerpo. Tampoco había sido violada. 'Va a ser un caso difícil', sentencia un inspector jefe de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de Galicia. 'Interesante, pero difícil'.
Más de un millar de homicidios al año han hecho de este tipo de delito la estrella de los debates sobre inseguridad ciudadana. Aproximadamente un 10% de los casos, un centenar cada año, no acabarán con el asesino delante de un juez.
La principal dificultad para resolver un homicidio es que, por lo general, se comete sin testigos. Déborah no fue violada, no fue golpeada, nadie la vio la noche de su desaparición. La policía está a la espera de un informe toxicológico, pero, si no se encuentra algo en su organismo que aclare su muerte, la investigación quedará en punto muerto. 'Todavía estamos intentando reconstruir los últimos pasos que dio; es un caso que nos tiene muy preocupados', continúan desde la UDEV.
Las claves para resolver este tipo de casos están, primero, en el cadáver. 'Los muertos hablan', afirma. De la inspección ocular de, por ejemplo, un apuñalamiento, se puede deducir la fuerza que tenía el homicida o con qué mano lo hizo. En segundo lugar, se recurre a la investigación sobre la víctima. 'Cuanto más desordenada es la vida de una persona -por ejemplo, que tenga una vida sentimental muy irregular-, más complicado es establecer una hipótesis'. Por último, el investigador debe estudiar todo el entorno de la víctima, toda la gente que la conocía y los lugares que frecuentaba. 'Cuando tienes un homicidio te dedicas a él, lo vives. Llegas a casa y sigues dándole vueltas', dice el inspector.
En Galicia siguen sin resolver otros cuatro crímenes. El más antiguo, el de Dolores López, de 45 años, que fue encontrada en su bar con 20 puñaladas en el cuerpo. 'Después de empezar con mucha fuerza, pasaron meses sin avanzar', relata el inspector. 'Apenas dedujimos que era un crimen pasional, porque no había robo'. Pero Dolores era el tipo de víctima de 'vida desordenada', y eso dificulta mucho la investigación. 'Pudo ser cualquier tipo con el que se acostara o cualquier otro por celos. Hoy día [cinco años después], aún no hemos descartado a ningún sospechoso'.
La muerte violenta más sencilla de resolver para un experto es el crimen pasional 'si se lleva una vida normal' (la mayoría de los casos), por ser el caso menos preparado. A partir de ahí, es más complicado de desentrañar cuanto más planeado está, y más si lo cometen profesionales. En regiones como Galicia están preocupados por el fenómeno de las mafias, que ya actúan abiertamente en grandes ciudades. 'Aquí tenemos desde hace muy poco bandas de origen latinoamericano. Por ahora sólo roban. Pero tememos que pueda ser el principio. En Madrid empezaron robando chalés y ahora ya están a tiros'. Los detenidos extranjeros por homicidio son menos de la mitad que los españoles.
Cuatro cadáveres continúan sobre la mesa del grupo de homicidios de la Ertzaintza. El cuerpo autonómico vasco hizo pleno al resolver los 12 homicidios que investigó en 2000. Pero, en julio de 2001, un jardinero de Castro Urdiales de 32 años rompía la estadística. Su cuerpo apareció con varios disparos de escopeta de postas y, aunque se sospecha de un ajuste de cuentas, un año después aún no ha pasado nadie por el juzgado.
Los otros tres son casos de 1998 y 1999. Después de los años, cuando ha pasado la alarma social, sólo el grupo de Homicidios de la Ertzaintza se acuerda de una profesora de inglés descuartizada o del cordelero asesinado en Vitoria. Apenas resuena el nombre de Laura Orue, una joven encontrada muerta y semienterrada en 1998 en un camino forestal cerca de Zeberio. Cuatro familias esperando noticias.
Nada comparado con el trabajo de la brigada de Homicidios en Madrid: un centenar de homicidios en 2001 y 21 desde que comenzó este año han disparado la sensación de inseguridad ciudadana. Pero, aparte de récords como siete homicidios en nueve días (el índice de criminalidad en Madrid ha aumentado un 15,6% en un año, frente al 6% de media en el resto de España), en Madrid colean aún casos como el de Irache Ibáñez, de Torrejón, hallada medio desnuda con 39 puñaladas en el cuerpo un 8 de mayo de hace tres años. No hay arma homicida, ni móvil, y los sospechosos, dos ex novios suyos, adujeron coartadas imbatibles.
El experto de homicidios de A Coruña confiesa: 'Te puedes llegar a hacer a la idea, al cabo de años, de que no vas a resolverlo nunca'. Pero, frente a la cascada de muertos de Madrid, apunta otra clave para que ningún asesinato quede impune: 'Afortunadamente, una ciudad pequeña no es lo mismo que una grande. Aquí no se olvida nunca un crimen. Ninguno'.
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