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Columna
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Apuesta arriesgada

El triunfo del PSOE en las primeras elecciones autonómicas andaluzas fue tan espectacular, y ha dado origen a una hegemonía tan intensa y tan persistente de los socialistas en el sistema político andaluz, que suele hacer perder de vista a la inmensa mayoría de los ciudadanos que tal triunfo no era la consecuencia lógica de lo que había venido ocurriendo en Andalucía desde el comienzo de la transición, sino que fue el resultado de una apuesta arriesgada, extraordinariamente arriesgada, del PSOE andaluz, en general, y del presidente de la preautonomía andaluza, Rafael Escuredo, en particular.

Cuando se analizan los resultados de las elecciones constituyentes de junio de 1977, las generales de marzo de 1979 y las municipales de abril de 1979, resulta sorprendente que en mayo de 1982 se produjera el resultado electoral que se produjo.

'El acierto de Escuredo y el desacierto de Rojas-Marcos le permitió al PSOE ocupar el espacio del andalucismo y conjurar la amenaza sobre su proyecto de dirección de España'

El PSOE parecía haber tocado techo en las elecciones constituyentes de 1977, en las que obtuvo 1.050.037 votos, que representaban el 35,77% de los sufragios emitidos. En las elecciones generales de 1979, obtendría 986.842, el 33,6%; y en las municipales 794,522, el 30%. La tendencia del voto socialista era inequívocamente descendente.

UCD tenía un porcentaje de apoyo popular similar al del PSOE en las elecciones generales (34,62%, en 1977, y 31,84%, en 1979) y un escaño más que el PSOE en ambas consultas. UCD tuvo 27 escaños, por 26 del PSOE en 1977, y 24 por 23 en 1979. En las elecciones municipales UCD superaría claramente al PSOE con 843.801 votos que representaban el 31,8% de los sufragios emitidos.

La tendencia del voto comunista, al contrario que la del PSOE, era inequívocamente ascendente. Pasó del 11,35% en 1977, al 13,35% en las generales de 1979, y al 17,6% en las municipales con 466.709 sufragios.

Pero sería, sobre todo, el voto andalucista el que experimentaría un crecimiento extraordinario entre 1977 y 1979. En las elecciones constituyentes de 1977 el andalucismo no compitió como tal, sino que concurrió en coalición con el PSP de Tierno Galván, obteniendo unos resultados muy decepcionantes. En las generales de marzo de 1979 el andalucismo, bajo las siglas PSA, concurriría autónomamente, obteniendo nada menos que el 11,1 % de los sufragios y cinco escaños. En las elecciones municipales de abril de 1979 el PSA obtendría el 9,2%, que en contra de lo que puede parecer, no suponía un descenso en porcentaje de apoyo popular, sino una subida, ya que el PSA sólo presentó candidaturas en 91 municipios frente a las setecientas candidaturas de UCD y PSOE. Si el PSA hubiera tenido organización para competir en el conjunto de los municipios andaluces, su resultado hubiera podido ser espectacular, reduciendo todavía más la presencia del PSOE

En el panorama político que se dibujaba en las elecciones democráticas celebradas en Andalucía desde el comienzo de la transición, el PSOE no ocupaba una posición hegemónica. Estaba prácticamente empatado con UCD en votos y escaños y aguantaba peor que esta última la tendencia al descenso. Se veía, además, amenazado por su izquierda por el crecimiento del PCE y por su derecha por el surgimiento del PSA.

Ésta era la situación electoral en Andalucía tras la celebración de tres consultas de alcance general. Todo parecía indicar que en el inmediato futuro eran los andalucistas los que se encontraban en mejor posición para competir. Tenían un enorme potencial de crecimiento en cuanto extendieran su organización a los municipios en los que habían obtenido un buen número de votos en las elecciones generales de 1979 y no habían podido presentar candidaturas en las elecciones municipales. Y además la tarea política inmediata era la constitución de Andalucía como comunidad autónoma, en la que la ventaja de los andalucistas frente a los partidos 'de obediencia estatal', como entonces se decía, era evidente. En todas las comunidades autónomas, los partidos de nacionalidad o región obtienen mejores resultados en las elecciones autonómicas que en las generales y locales. Eso era también lo que hubiera podido ocurrir en Andalucía e incluso era, en 1979, lo que se podía pronosticar que iba a ocurrir. Si alguien hubiera pronosticado en 1979 que en 1982 los resultados iban a ser los que fueron, se le hubiera tachado de loco.

Los resultados de las elecciones autonómicas de 1982 no tenían nada de previsible y mucho menos de inevitable. Fueron los que fueron como consecuencia de la combinación de una apuesta política estatuyente sumamente arriesgada por parte del PSOE andaluz, que no hubiera sido posible sin el liderazgo de Rafael Escuredo, que resultó ser sumamente acertada y de unas apuestas sumamente desacertadas por parte de UCD y PSA, que condujo a la desaparición de la primera y a convertir al segundo en un partido casi extraparlamentario. La crisis de los comunistas tuvo un origen distinto, que no guarda relación alguna con la autonomía andaluza.

El trayecto de 1977 a 1982 en Andalucía pone de manifiesto con una plasticidad extraordinaria la importancia de la política. El acierto de Rafael Escuredo y el desacierto de Alejandro Rojas Marcos le permitió al PSOE ocupar el espacio del andalucismo y, a través de esa ocupación, conjurar la mayor amenaza que se cernía sobre su proyecto de dirección política no sólo de Andalucía sino de España. Creo que vale la pena recordarlo al cabo de veinte años.

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