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Columna
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Impuestos neutrales

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

La reforma del impuesto sobre la renta del PSOE propone que los ciudadanos paguen a Hacienda sin discriminarles por el origen de sus rentas. Esto se opone frontalmente a la reforma del PP, según la cual pagan más los que perciben rentas de trabajo que los que perciben rentas del capital. Aparte de argumentos morales a favor de una mayor equidad, la propuesta socialista tiene el interés técnico de la neutralidad, de evitar las distorsiones que aparecen cuando los impuestos dan tratamientos diferentes según el origen de las rentas.

Pero la neutralidad no gustará a quienes tienen hoy un trato más favorable. Pronto veremos cómo quienes obtienen rentas de capital llegarán a defender incluso que no deberían pagar nada. Nadie deberá asombrarse de esa reacción. Las empresas de autopistas de peaje también dan sus razones para pagar menos IVA que las demás empresas. Todo el mundo intenta pagar menos impuestos y todo el mundo tiene razones para ello, porque todos los impuestos distorsionan la economía.

Sin embargo, si no queda más remedio que pagar impuestos, es mejor que los sistemas fiscales traten igual a todos para no añadir más distorsiones a las que los impuestos generan por su propia existencia.

El ministro de Hacienda ha entrado en el debate asustando, diciendo que la neutralidad en el tratamiento fiscal de las rentas supondría 'la fuga de capitales de España y sería gravísima para la financiación de nuestras empresas'. Ciertamente ésta no es la experiencia de los países donde todas las rentas reciben un trato fiscal similar. La catástrofe con la que amenaza el ministro no se ha producido en esos países y no se produciría en España, porque el impuesto de la renta no es un impuesto sobre el capital, sino que lo paga la persona que recibe las rentas de capital, y a quien quisiera eludir legalmente el pago de ese impuesto no le bastaría con trasladar el capital (que es muy móvil), sino que tendría que trasladarse él mismo a vivir a otro país.

La experiencia enseña que la mayoría de la gente no se traslada a vivir a otro país por razones fiscales, y mucho menos cuando se está hablando de tipos moderados.

Con un tratamiento igualitario de las rentas de capital y de trabajo, los españoles podrían colocar, como ahora, sus ahorros fuera de España, pero, como ahora, no pagarían menos por tener el capital fuera.

Siempre habrá, como ahora, delincuentes que intenten ocultar sus rentas, pero las posibilidades de ser descubiertos por no declarar rentas de capital en el exterior son las mismas que las de no declarar rentas de trabajo pagadas en el exterior. En un mundo globalizado donde las multinacionales son un hecho, es igual de fácil ocultar rentas de trabajo percibidas en el exterior que rentas de capital, por lo que, si el ministro piensa en los defraudadores, el argumento de reducir tipos para reducir fraude sirve para las dos rentas.

El argumento del miedo del ministro de Hacienda tiene otra debilidad, la de ligar la fiscalidad de las rentas del capital a la financiación de la inversión en España. Para que los capitales inviertan en España, lo decisivo no es el ahorro de los españoles, porque, gracias a la globalización, pueden invertirlo en cualquier país del mundo.

Por otra parte, la decisión del ahorro extranjero de invertir en España no depende de la fiscalidad que se aplique a las rentas de capital de los residentes.

Si al Gobierno le preocupa la situación de la inversión en España, debería preocuparse más por la evolución de la productividad de nuestra economía que de perjudicar más a los españoles que obtienen sus rentas del trabajo que a los que las obtienen del capital.

Si la rentabilidad de nuestras empresas no es atractiva, por muy buen trato que se dé a los españoles que perciben rentas de capital, no invertirán ese ahorro en España, sino allí donde sea más rentable.

Sería bueno, pues, que el debate sobre las reformas fiscales discurriera sobre bases técnicas sin agitar fantasmas. Sobre la equidad se pueden tener distintas opiniones, pero sobre la neutralidad de los impuestos se debería debatir técnicamente, sin necesidad de asustar a nadie.

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