'Faltan verdaderos líderes con empuje para buscar el interés general europeo'
José Martín y Pérez de Nanclares (Vitoria, 1965), catedrático de Derecho Internacional Público en la Universidad de La Rioja, es titular desde hace seis años de la Cátedra Jean Monnet de Derecho Comunitario Europeo. El Consejo Vasco del Movimiento Europeo acaba de premiar uno de sus trabajos sobre la UE.
Pregunta. ¿Qué debería salir y qué saldrá de la Convención para el Futuro de Europa?
Respuesta. Debería salir la Constitución de la futura Unión Europea para casi 30 estados miembros. El ideal sería una Constitución que recogiera una carta vinculante de derechos fundamentales, la estructura institucional de la UE y un reparto claro de competencias entre la Unión y los estados miembros, posiblemente con una inserción de las regiones, y dejara todo el resto de disposiciones para otras normas de rango inferior. Eso debería salir, una verdadera Constitución con la que se identificaran los europeos. Lo que probablemente salga será un tratado-carta o un tratado internacional reforzado. Los estados miembros no están dispuestos a aceptar ni siquiera la terminología constitucional en sentido estricto, lo que pone de manifiesto la concepción que tienen de la integración comunitaria. Los estados quieren seguir siendo, probablemente con razón, dueños y señores de ese proceso de integración.
'Los estados quieren seguir siendo dueños y señores del proceso de integración'
'Europa no está enferma, aunque están surgiendo síntomas que podrían desencadenarlo'
P. Los primeros debates de la Convención se han centrado en el reparto del poder y competencias entre Consejo y Comisión.
R. Hasta ahora, el pleno de la Convención ha tenido dos sesiones claramente decepcionantes. Más que el reparto de poderes entre las instituciones, que debería mantenerse el que existe, porque no funciona mal, aunque hay tendencias en algunos estados a renacionalizar determinadas competencias comunitarias, lo que es peligroso, el verdadero tema de las competencias es su reparto entre la UE y los estados miembros. Y ése es el nudo gordiano de la próxima Conferencia Intergubernamental.
P. Y ello cuando muchos gobiernos europeos parecen que quieren menos Europa.
R. El clima político no es el mejor posible para reforzar el proceso de integración comunitaria. Hay que ver con gran preocupación la evolución política en algunos estados miembros y la tendencia hacia una debilitación del proceso de integración comunitaria. Falta claramente el timón político que había en los estados de la UE en los 80 y principios de los 90. Faltan verdaderos líderes políticos con empuje suficiente para buscar el interés general europeo por encima de los lógicos intereses de cada estado.
P. Al mismo tiempo, la UE se enfrenta al mayor desafío de su historia, la ampliación al Este.
R. Sin duda ninguna, en los próximos tres o cuatro años la UE se enfrenta al principal desafío desde su existencia. Es duplicar el número de estados miembros. Se creo la UE, Comunidad Económica Europea entonces, para seis estados de estructuras políticas, sociales, económicas y hasta culturales muy homogéneas, hemos pasado a 9, 10, 12 y hoy 15 estados miembros y en muy pocos años duplicaremos ese número con estados con estructuras económicas todavía débiles, con un PIB mucho más bajo que el resto de miembros, con unas estructuras políticas no suficientemente afianzadas. Y la UE, para poder afrontar con éxito ese desafío, tiene que reformar adecuadamente las estructuras institucionales.
P. Usted ha estudiado la política de inmigración y asilo en la UE. ¿Cómo conciliar la creciente inmigración con las necesidades de los estados europeos?
R. Probablemente sea uno de los temas más difíciles a que se enfrenta la UE y al que casi todos los partidos tratan de buscar soluciones simples. Dar soluciones simples a problemas muy complejos suele acarrear más problemas. Es un problema que no puede ser abordado únicamente en el plano estatal, que necesita una solución europea y que, al menos a medio plazo, debería abordarse desde tres puntos: reforzar el apoyo a los países de procedencia de los inmigrantes, reforzar la posición jurídica del inmigrante que ya se encuentra en un estado miembro de la UE y, para conciliar esa dimensión de libertad frente a una dimensión de seguridad, hay que controlar los flujos migratorios. Y parece que el establecimiento de cupos de momento es el único mecanismo realmente posible. No se puede hablar todavía de una política de inmigración europea, pero se están dando pasos decisivos en esa línea, bien es cierto que hasta el momento primando mucho más el elemento de seguridad que el también necesario elemento de libertad.
P. El problema de la inmigración ha ido paralelo al crecimiento de la ultraderecha, que en muchas ocasiones tiene unos claros caracteres antieuropeístas. ¿Cómo contempla ese ascenso?
R. Con gran preocupación, porque es una manifestación creciente. Hay un resurgir importante de partidos de extrema derecha cuyo ideario básico se reduce a restricción absoluta a la inmigración y no a Europa. Fruto de la inmigración creciente existe un miedo a lo diferente. Es una reacción injustificable, pero hasta cierto punto humana y frecuente en la historia. Y el miedo se traduce en un intento de proteger lo propio y una reacción contraria hacia todo lo que viene de fuera.
P. ¿Hasta qué punto está enferma Europa, como se pregunta The Economist en su portada de esta semana?
R. Si leemos el artículo de The Economist hasta el final, creo recordar que terminaba diciendo que es remediable, que tan enferma no está Europa. Creo que Europa no está enferma, aunque sí están surgiendo síntomas que podrían desencadenar una enfermedad. Europa tiene, por desgracia, una historia que no debemos olvidar, llena de luces, pero también con grandes sombras, especialmente en el siglo XX. Hay que mirar con atención y cierta perspectiva la situación en que nos encontramos. Todavía no hay enfermedad, pero hay unos primeros síntomas ya de catarro. Esperemos que no llegue a gripe o a algo peor.
P. ¿Qué papel deben jugar las regiones, sobre todo las que tienen competencias legislativas propias, en todo este proceso?
R. Probablemente sea la asignatura pendiente en España. La participación de las comunidades autónomas en los procedimientos decisorios europeos, tanto en el plano interno como en el estrictamente comunitario, es claramente insuficiente. Pero fundamentalmente en el plano interno, porque es un problema de los estados. Son los estados los que tienen que solucionar en primer término la articulación de mecanismos que garanticen la participación de las comunidades autónomas en la formación de la voluntad comunitaria en las competencias legislativas propias de aquéllas. La cuestión ha sido plenamente solventada en Alemania, en Austria, en Bélgica, pero no en España. Lo fundamental en España es mejorar los mecanismos de participación de las comunidades autónomas en el proceso interno.
P. ¿Cómo interesar a los ciudadanos en el proyecto europeo?
R. Ésa probablemente sea la crítica que con mayor frecuencia se hace al proceso de integración comunitario, que es un procedimiento oscuro que se ha hecho de espaldas a los ciudadanos, que no se sienten suficientemente identificados con la idea europea. Para que fuera así, lo primero que haría falta es que todos creyéramos en la idea europea.
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